La petición de Aristóteles
Si los dioses te concedieran un deseo y quisieras beneficiar a toda la humanidad, ¿qué les pedirías?
Puesto que una falacia es un argumento que parece válido pero no lo es, el concepto es necesariamente impreciso, ya que incluye algo tan subjetivo y dependiente de las circunstancias como el “parecer”; no es extraño, por tanto, que el tema haya suscitado un amplio -y a veces acalorado- debate (300 comentarios en el momento de escribir estas líneas).
Betty Boop (ver comentario 105 de la semana pasada) sugiere una jocosa recalificación de algunas falacias clásicas:
Falacia "ad verecundiam" (o falacia de los padres): Porque lo digo yo y punto.
Falacia "post hoc ergo propter hoc" (o falacia catalana): Las empresas se van por el 155.
Falacia "ad hominem" (o falacia del "cuñao"): Si lo dice tu hermano, es una tontería. (En muchos sitios se considera un método científico porque casi siempre es cierta).
Falacia "ceteris paribus" (o falacia del economista): Si bajan los tipos, sube la bolsa.
Falacia "ad ignorantiam" (o falacia legal): Uno es inocente hasta que se demuestre lo contrario.
Falacia "ad consecuentiam" (o falacia placebo): La homeopatía es buena porque a mí me funciona.
Con respecto a la “falacia legal”, habría que matizar que la presunción de inocencia obliga, sí, a tratar a alguien como si fuera inocente mientras no se demuestre lo contrario; pero, ironías aparte, ser inocente y ser tratado como inocente no son exactamente lo mismo. (En esta línea, tal vez convenga aclarar, para no correr el riesgo de herir susceptibilidades, que no estoy de acuerdo con todas las valoraciones implícitas en los ejemplos de BB; pero me parecen muy acertados como ilustración jocosa de los distintos tipos de falacia: como solemos decir los italianos, “Se non è vero, è ben trovato”).
¿Estamos de acuerdo con Aristóteles?
Si el lenguaje no fuera ambiguo y dependiente del contexto, si no hubiera un “plano connotativo” distinto para cada persona e inevitablemente ligado a sus experiencias individuales, prácticamente no habría falacias (ni poesía), puesto que las falsedades serían evidentes y habría muy poco margen para la ambigüedad. Como vimos, el primero que estudió sistemáticamente las falacias lógicas y argumentativas fue Aristóteles. Un estudio que debió de agudizar al máximo su conciencia del peligro de los malentendidos, por lo que no es sorprendente que cuando le preguntaron: “Si pudieras pedirles a los dioses algo que beneficiara a toda la humanidad, ¿qué les pedirías?”, él contestara: “Pediría que hicieran que las palabras significaran lo mismo para todos”. (En el famoso cuadro de Rafael, diríase que es Platón quien le pregunta a su discípulo favorito: “¿Qué les pedirías a los de arriba?”).
¿Te parece acertada la petición de Aristóteles? ¿Qué les pedirías tú a los dioses para beneficiar a la humanidad?
Carlo Frabetti es escritor y matemático, miembro de la Academia de Ciencias de Nueva York. Ha publicado más de 50 obras de divulgación científica para adultos, niños y jóvenes, entre ellos Maldita física, Malditas matemáticas o El gran juego. Fue guionista de La bola de cristal.
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