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MIRADOR
Columna
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Extinciones

Ser consciente de la importancia de todos los seres vivos del planeta es clave para preservarlo

Un rinoceronte camina dentro del Santuario de Vida Silvestre Pobitora en el estado de Assam, India.
Un rinoceronte camina dentro del Santuario de Vida Silvestre Pobitora en el estado de Assam, India.Anupam Nath (AP PHOTO)

La noticia de la muerte del último rinoceronte blanco macho del norte nos tiene que dar vértigo, nos tiene que asustar porque significa un abismo. Los rinocerontes, como los elefantes o los hipopótamos, son descendientes de los seres inmensos que poblaron la tierra. Cuenta la leyenda judeocristiana que Noé tuvo que distribuirlos por todo el arca y que cada especie y subespecie de aquellos gigantescos animales sirvieron de pilares que asentaron y equilibraron aquel frágil, pero colosal, transatlántico lleno de todos los seres vivos terrestres del planeta. A Noé se le podría reconocer como el primer ecologista proteccionista de la historia mítica o apócrifa que construye tradiciones positivas. Ser consciente de la importancia de todos los seres vivos del planeta es clave para preservarlo, esa visión no está insertada en nuestro código genético, al parecer, se construye con la educación. En aquella ocasión tuvo que bajar Dios mismo del cielo y darle instrucciones a aquel hombre que tan buena predisposición mostró para un encargo desmesurado.

Hay otras leyendas y creencias que no son tan cuidadosas con los animales. Existen supersticiones que originan un terrible y dañino caos. Supersticiones que alimentan la extinción de nuestros grandes animales. Dicen que el cuerno del rinoceronte tiene propiedades curativas y afrodisiacas. No es verdad, pero el sanguinario afán consumista que lo demanda ha originado que aparezca la figura del malvado cazador furtivo. Un personaje que sabe que le pagarán miles de dólares por el codiciado cuerno y que no pierde el tiempo en disquisiciones existenciales o responsabilidades éticas, y que va bien armado y está preparado para contribuir a la extinción de todo animal que se le cruce.

Si se terminan los rinocerontes, el cazador furtivo buscará otro producto y otro comprador, y no perderá el sueño, para eso se siente poderoso con su rifle. Tampoco pierde el sueño el curandero que engaña al consumidor, ni el consumidor que se cree tocado por la fuerza del rinoceronte que han matado a sangre fría para arrebatarle el cuerno. Una cadena de despropósitos que hace que nos quedemos sin nuestros grandes mamíferos, que nos quedemos huérfanos de la belleza auténtica, de la vida salvaje más pura.

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Elaboremos otra creencia que apoye las leyes internacionales que los protegen, declaremos sagrados a estos animales. Matarlos para arrancarles su cuerno traerá la desgracia al cazador, al mercader, al curandero y al consumidor. La maldición del cuerno se cebará con todos ellos y tendrán implacables desdichas.

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