El ‘efecto Tom Brady’ o cómo conseguir la longevidad en la cima
Federer, Nadal, las Williams, Messi, Cristiano. ¿Es una generación única o simplemente la primera en aprovecharse de una serie de condiciones que facilitan larga vida deportiva?
Tom Brady compartió el 12 de febrero en redes sociales una foto en la que aparecía besando a su esposa, la modelo brasileña Gisele Bündchen, en un rincón de un parque natural de Costa Rica. “¡Mi primer domingo del año sin fútbol!”, escribía el quarterback californiano de los New England Patriots. Siete días antes, Brady se había convertido en el primer jugador de 40 años (cumplirá 41 en agosto) que disputaba una Super Bowl, la final de la NFL.
Los Patriots perdieron, pero él cuajó un partido estupendo, en línea con el nivel exhibido durante la temporada, y recogió su cuarto trofeo al jugador más valioso. “¿Hasta cuándo, Tom?”, le preguntaron los cronistas deportivos en cuanto pisó la zona mixta del Bank Stadium de Mineápolis, donde se disputaba la final. “Hasta que el cuerpo me diga basta”, respondió Brady. “Me gustaría jugar hasta los 45, pero si el año que viene volvemos a disputar la Super Bowl, preguntádmelo de nuevo”.
El del marido de Gisele Bündchen es un caso de excepcional longevidad deportiva al más alto nivel en un deporte, el fútbol americano, de tanta exigencia física que las temporadas constan de un máximo de 19 partidos por equipo. Más supondría un riesgo excesivo para la salud y la integridad de los jugadores. “Que Tom siga jugando a los 40 no es un accidente”, opina Barry Chin, redactor del Boston Globe, “forma parte de un metódico plan de perfeccionamiento físico y psicológico que él mismo trazó hace más de una década y al que se ha ceñido con el perfeccionismo y la disciplina que forman la base de su carácter”.
Para Alex Speier, experto en fútbol americano que lleva siguiendo al quarterback de San Diego desde que fichó por los Patriots, en 2000, “si Brady se hubiese retirado a los 30 años, como era habitual entre la élite de este deporte no hace mucho, su carrera nos parecería hoy notable, pero puede que no excepcional. Es esa década extra, que ha supuesto para él un enorme esfuerzo a todos los niveles, la que le convierte en toda una leyenda”.
“2017 fue el año en que la edad dejó de ser un factor importante en el deporte de élite”, afirma con contundencia entusiasta Chris Almeida, redactor de la revista The Ringer. “Serena Williams, de 36 años, ganó el Open de Australia de tenis derrotando en la final a su hermana Venus, de 37; Rafael Nadal ganó su décimo Roland Garros 12 años después de ganar el primero, y Roger Federer ha vuelto a imponerse en el Open de Australia con 36 [es actualmente número uno de la ATP, el jugador más veterano en alcanzarlo]. En las grandes ligas estadounidenses, además de Tom Brady batiendo récords de persistencia en la élite, también Lebron James ha disputado su octava final de la NBA diez años después de clasificarse para la primera. Y los dos mejores futbolistas del mundo, Leo Messi y Cristiano Ronaldo, tienen ahora mismo 30 y 33 años, respectivamente, y llevan repartiéndose el Balón de Oro desde 2008. ¿Sigo?”, dice Almeida.
Nadia Tronchoni, redactora de deportes de El País, añade un par de nombres a la lista de triunfadores eternos que nos han dejado los últimos meses: “Carlos Sainz, ganador del rally París-Dakar a los 55, y Valentino Rossi, en la absoluta élite de la Moto GP a los 40, tras 21 años de carrera en los que ha ganado nueve títulos mundiales”.
Para Alex Speier, “los que vienen siendo aficionados al fútbol, el tenis o el baloncesto desde que empezó el milenio pueden tener la sensación de que 2017 ha sido el año de la marmota”. La tendencia sigue e incluso va camino de acentuarse. David Wharton, experto en atletismo del diario LA Times, apunta logros menos mediáticos que los de Federer, Tom Brady o Lebron James, pero también muy significativos, como la emergencia de toda una generación de deportistas olímpicos cuarentones, “como el corredor de maratones estadounidense de origen etíope Meb Keflezhigi (42 años), el mediofondista keniata Bernard Lagat (43) o la ciclista Kristin Armstrong (44)”.
Los tres estuvieron en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016. Armstrong incluso ganó un oro. El pasado 11 de julio, Kiko Llaneras y Jordi Pérez Colomé publicaron en El País un artículo titulado Por qué los mejores deportistas son cada vez más viejos. Centrándose en gran medida, pero no exclusivamente, en el ejemplo del tenis, apuntaban a causas como que la explosividad física cada vez cuenta menos, la ciencia alarga las carreras deportivas, los picos de forma se alcanzan cada vez más tarde, las lesiones son menos frecuentes y se tratan mejor o la entrada de cantidades cada vez mayores de dinero, incluso en deportes relativamente minoritarios.
Para Nadia Tronchoni, este último factor puede tener su peso en Moto GP, “pero solo en lo que se refiere a los cuatro o cinco pilotos que optan al título, porque los salarios del resto son muy inferiores y se han estancado en los últimos años”. En el caso de Valentino Rossi, Tronchoni recuerda que él “quiso volver a Yamaha en 2013 aceptando una importante rebaja salarial, porque su prioridad no era el dinero, sino competir al máximo nivel y tratar de ser de nuevo campeón del mundo”.
Las razones que han llevado a Rossi o Sainz a alargar sus carreras son, siempre según Tronchoni, “más bien psicológicas y vitales: los dos conservan la ambición y la capacidad de disfrutar compitiendo. Eso hace que ni la exigencia física ni el extenuante estilo de vida de un deportista de élite les pasen factura, algo que sí le ocurrió, por ejemplo, a campeones que se retiraron de manera prematura, como Casey Stoner. Para él los entrenamientos, los viajes continuos, la convivencia en el paddock o las ruedas de prensa eran una tortura insufrible”.
“Lebron James diría que no hay relevo, porque la generación de veinteañeros que viene detrás se ha acomodado y prefiere plantar el culo en un sofá y jugar a videojuegos”, bromea Alex Speier. “Y Tom Brady, que para llegar a los 40 años en plenitud física hay, en primer lugar, que desearlo de verdad y estar dispuesto a hacer los sacrificios que ello exige”.
La realidad, según David Wharton, “es que todos esos hombres y mujeres son excepcionales, cada uno a su manera. Tienen una genética privilegiada y un talento muy poco frecuente. Pero es cierto que en los últimos años están apareciendo cada vez más excepciones de ese calibre, y ahí sí que entran factores como la dieta, los métodos de entrenamiento o la profesionalización creciente de la mayoría de disciplinas deportivas”.
Decía César Luis Menotti que Lionel Messi es a sus 30 años mucho mejor futbolista que a los 23, porque ha alcanzado un equilibrio óptimo entre sus cualidades innatas y su experiencia y creciente comprensión del juego. Su mente futbolística no deja de evolucionar, y es una suerte que su cuerpo le esté acompañando, permitiéndole alcanzar su cénit a una edad en que talentos más o menos recientes como Ronaldinho, Marco Van Basten o Emilio Butragueño empezaban a declinar o se vieron obligados a retirarse.
“Messi ama su profesión, conserva la ambición intacta y ya no se alimenta a base de pizzas”, apunta Tronchoni. Y añade: “Ha madurado como futbolista y como persona, y eso le ha llevado a una dimensión distinta, algo que también ocurre con Cristiano Ronaldo, que ante todo es un profesional con una gran capacidad de trabajo”. Llegados a un cierto punto en la vida, concluye Speier, solo se mantienen en lo más alto “los perfeccionistas, los estajanovistas o los fanáticos de su profesión”. Sacerdotes de su deporte y gente incombustible, como Brady.
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