Tom Brady o cómo el legendario rey de la NFL llega a México
El 'quarterback' más galardonado y controvertido de la NFL es la figura del partido Patriots-Raiders en el estadio Azteca
El tipo que se parecía menos al prototipo de jugador de fútbol americano es su nuevo rey. Tom Brady empezó tarde a jugar fútbol, lo hizo cuando era adolescente. El deporte que le apasionaba en su natal San Mateo, California, era el béisbol. Su padre le llevó a ver la final de campeonato entre los 49ers y los Dallas Cowboys. En esa ocasión, 1982, el quarterback Joe Montana se convirtió en su ídolo y el de generaciones. Un pase acertado a Dwight Clark le dio el triunfo de último minuto a los de San Francisco.
Esa hazaña repercutió en el joven Brady que se ponderó el balón ovoide a los bates. Así que decidió ser el mariscal de campo. Probó suerte en la Universidad de Míchigan y ahí empezó a afinar sus dotes de líder. El momento para llegar a algún equipo de la NFL se dio en la peor forma física de Tom Brady. Era el 2000. Su velocidad era menor a la que los ojeadores esperaban. Fue elegido en el turno 199, algo que no era prometedor. Se convirtió en el tres veces suplente de New England Patriots.
El entrenador en jefe, Bill Belichick, había acertado. Ese chico se convirtió en los años en el revulsivo de la historia del equipo que no había conquistado el Super Bowl. Tras su llegada, los Pats conquistaron cinco veces el máximo trofeo. Tom Brady se erigió como el único quarterback en ceñirse cinco anillos de campeón.
El año pasado en el Super Bowl, los Patriots de Brady eran apaleados 3-28 por los Atlanta Falcons en el final del tercer cuarto. Era una pesadilla. Los Pats se aferraron al último pase de Brady y así consiguieron una remontada de idilio, 34-28. Algo inédito en una final de la NFL. “Solo cuando se trabaja en conjunto se puede salir ganador del campo”, mencionó Brady al final. Una hazaña que acaparó a lo que vio con Montana en 1982.
Brady llega como el héroe a México. Es uno de los mariscales de campo carismáticos. Su éxito se conoce como un legado. Esa condición le ha servido para ser también uno de los más cuestionados. Y él tiene un episodio ridículo. En 2015 su equipo fue sancionado por utilizar balones menos inflados de lo permitido en un partido frente a Indianápolis en el que ganó 45-7 y logró su pase al Super Bowl. Eso manchó la trayectoria de Tom Brady. Esa astucia ilegal aún le persigue.
El jugador estrella es un viejo amigo del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. El ejecutivo estadounidense ha enfatizado en sus intenciones por levantar un muro en la frontera con México y al acusar a sus habitantes de narcotraficantes y violadores. Durante el primer año en la NFL, Brady convivió con el magnate y este le invitó ser juez en uno de sus concursos de belleza. Jugaron al golf juntos, “siempre he disfrutado de su compañía”, declaró el mariscal de los Pats. Incluso, durante la campaña presidencial, el de los New England tenía en su taquilla una gorra con la leyenda Make America Great Again. Pero desde hace un año Brady ha callado y no ha hablado de ese tema.
Con 40 años, Tom Brady es inalcanzable en esta época. Sus cinco anillos de Super Bowl lo sitúan por encima del emblemático Terry Bradshaw de Pittsburgh y de Joe Montana. Él solo tiene más títulos que los Oakland Raiders (3), el equipo al que se enfrentará este domingo en el estadio Azteca.
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