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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Nuevas mareas que pueden acabar con Rajoy

La recuperación es un hecho, sí, pero millones de personas viven peor que antes de la crisis

Milagros Pérez Oliva
Manifestación por la defensa de las pensiones en Madrid.
Manifestación por la defensa de las pensiones en Madrid.VICTOR SAINZ

Ha llovido mucho malestar y ahora todo son surgencias. Primero fueron las mujeres las que se movilizaron masivamente contra la discriminación salarial y una violencia machista que no cesa. Ahora son los jubilados quienes salen a calle también masivamente para defender el sistema público de pensiones, que no solo está amenazado, como insiste el Gobierno, por la demografía, sino por las políticas que ha decidido ese mismo Gobierno.

En las próximas semanas serán los médicos los que se movilizarán, hartos de aguantar con sobreesfuerzo el aumento de la presión asistencial sobre un sistema sanitario público que se descapitaliza humana y tecnológicamente. A ello se añadirá muy posiblemente el malestar de los estudiantes, que han visto cómo subían las tasas universitarias, en algunas comunidades hasta el 60%. Y también cómo en pocos años el sistema ha mutado de tal manera que antes se licenciaban con cinco años de estudios universitarios a precios razonables, y ahora, para conseguir una formación equivalente, han de completar los tres años del grado con otros dos de un máster por el que han de pagar precios de entre 2.000 y 8.000 euros.

En tiempos de recesión, se impone la prevención. Con el miedo, la sociedad se retrae. En medio de una crisis, el día siguiente siempre puede ser peor. Ese retraimiento ha permitido que el Gobierno aprobara medidas y reformas legislativas claramente lesivas para amplias capas de la población. Su argumento era que ante la crisis, como ante una catástrofe natural, solo cabía una respuesta: arrimar el hombro, sacrificarse. Ya vendrán tiempos mejores, decía Rajoy. Con eso daba a entender que las medidas eran provisionales y que en cuanto el país saliera del túnel de la recesión, se acabarían los sacrificios.

Los tiempos ya han cambiado. Al menos eso es lo que indican las cifras macroeconómicas de las que presume el Gobierno cada vez que tiene oportunidad. Con un crecimiento del PIB del 3,1% en 2017, un aumento de los beneficios empresariales del 5,1% y de los dividendos distribuidos del 11,7%, es evidente que van mejor. El problema es que esas cifras no reflejan la realidad en la que viven millones de personas en España. La recuperación es un hecho, sí, pero millones de personas viven peor que antes de la crisis, y su perspectiva es que vayan aún a peor a pesar de la recuperación. No es casualidad que España figure entre los países donde más ha crecido y sigue creciendo la desigualdad.

Y en esas llegó la carta de la ministra Fátima Báñez anunciando a los pensionistas un aumento del 0,25% en un tono triunfalista que muchos interpretaron como una ofensa. Los jubilados están indignados: ¿cómo puede el presidente del Gobierno asegurar en el Congreso que no ha rebajado las pensiones y que mientras él gobierne, nunca lo hará? Congelar o subir las pensiones por debajo de lo que sube el coste de la vida es rebajarlas. Sobre la ofensa de la humillación, la ofensa de la mentira. El Gobierno dio muestras de no percibir correctamente la realidad al menospreciar la huelga de las mujeres y ahora se equivoca de nuevo al menospreciar la dignidad de los pensionistas. Y eso a pesar de que constituyen el grueso de sus votantes. ¿Pueden las surgencias del malestar acumulado acabar con la carrera política de Rajoy? Pueden.

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