Pero... qué más queréis
Tenemos hoy una magnífica oportunidad para demostrar la fuerza con la que contamos para hacer de la respuesta a esta pregunta un verdadero instrumento de cambio global
Se trata de una frase que no resulta desconocida para muchas mujeres. Me atrevería a señalar, sin riesgo a equivocarme, que todas hemos podido asistir a una discusión sobre los avances que todavía necesita esta sociedad en materia de igualdad entre hombres y mujeres y, en algún momento, alguien ha terminado su intervención interpelado en similares términos a la audiencia femenina.
Quien se atreve a formular esta pregunta, en ocasiones condescendiente, nos desvela el camino que queda por recorrer. No podemos ignorar el desconcierto que provocan entre algunos hombres las actuales reivindicaciones de un feminismo renovado que cada año se hace más visible en todo el mundo. Conviene prestar especial atención a quienes con su pregunta anticipan, en realidad, una preocupación por las consecuencias que este poder de movilización podría ocasionar en sus expectativas profesionales. Para éstos, la agenda feminista se ha convertido, en parte, en una verdadera amenaza a su statu quo. No les faltarán incentivos para diseñar una estrategia de defensa individual y colectiva.
En todo caso, esta pregunta debe servirnos para tomar conciencia clara de la importancia de seguir trabajando en defensa de nuestros derechos. No está de más recordar que ninguna conquista suele ser el resultado de una concesión graciosa, sino más bien el logro de una reivindicación costosa. Por eso, las acciones encaminadas a visibilizar nuestro trabajo, reconocer nuestro talento y reclamar nuestros derechos son la expresión de un compromiso ineludible cuyo ejercicio nos permitirá medir la fuerza que representamos como grupo.
Para que quede claro, las mujeres somos diferentes y no queremos renunciar a seguir siéndolo porque es esta diferencia la que nos permite ofrecer nuevas soluciones de valor a los desafíos de la sociedad global. No podemos aceptar que tal diferencia constituya el fundamento de cualquier discriminación grosera e inaceptable como la que exponen los datos en materia de brecha salarial en España, que nos deshonra como país.
Desde este planteamiento, la pregunta que deberíamos estar planteándonos es bastante más seria que aquella otra con la que iniciábamos esta columna ¿Querer eliminar cualquier discriminación entre hombres y mujeres es querer demasiado? Las mujeres tenemos hoy una magnífica oportunidad para demostrar la fuerza con la que contamos para hacer de la respuesta a esta pregunta un verdadero instrumento de cambio global. Sería irresponsable no aprovechar la oportunidad.
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