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Día de la Mujer

Feminismos en el sur global: más allá del #MeToo

Allí donde lo que dicen las actrices de Hollywood importa poco o nada, las mujeres también libran sus batallas en la calle y en las redes sociales para hacer valer sus derechos

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Alejandra Agudo

El primer uso documentado de la palabra feminismo, según ONU Mujeres, data de 1837, en Francia. El socialista Charles Fourier utilizó el término feminisme para describir la liberación de la mujer en un futuro utópico. Desde entonces, millones de ellas han creído que se podía conseguir, que la igualdad es un objetivo alcanzable. Casi dos siglos después, no se ha logrado y la población femenina (y parte de la masculina) sigue en lucha. Fenómenos como el #MeToo (Yo también), nacido en el seno de la industria cinematográfica estadounidense para denunciar casos de abusos sexuales, han revitalizado el movimiento en los países occidentales. Pero en otros, allí donde lo que dicen las actrices de Hollywood importa poco o nada, las mujeres también libran sus batallas en la calle y en las redes sociales para hacer valer sus derechos. El feminismo es tan global como la desigualdad que combate.

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"El #Metoo es más occidental. Ha tenido éxito en Estados Unidos y también en Reino Unido, pero en India no", asegura Elsa Marie D'Saliva por Skype. Eso no quiere decir que no denuncien ni luchen contra el acoso sexual. De hecho, ella fundó en diciembre de 2012 —el mismo mes y año en el que la violación en grupo de una estudiante de 23 años en un autobús, que acabó falleciendo días después, incendió el país— la plataforma Safecity, a través de la cual, las mujeres pueden reportar agresiones sufridas en la calle y espacios públicos. "No tenemos un hashtag, pero llevamos cinco años trabajando en esto", reivindica. En ese tiempo ya han recopilado más de 10.000 historias en 50 ciudades indias, así como de Kenia, Camerún y Nepal.

En el mundo, una de cada tres mujeres ha sufrido algún tipo de agresión y la idea de D'Silva es que estén geolocalizadas "para que otras puedan realizar elecciones seguras" cuando se mueven por las urbes. En su opinión, en India todavía hace falta mucho trabajo de sensibilización acerca del acoso sexual. "Aquí no se comprende bien el concepto, solo se consideran agresiones las violaciones", argumenta. No les faltaría tarea si solo se trataran de visibilizar estas últimas, pues cada 20 minutos se produce una, según datos del Centro Nacional de Investigaciones del Crimen. Pero hay mucho más —tocamientos, hostigamientos, persecuciones— y su mapa contribuye a visibilizar este problema.

La iniciativa de D'Silva no es única en un país con 1.330 millones de habitantes en el que las mujeres sufren todo tipo de discriminaciones, desde el matrimonio infantil hasta abortos selectivos de fetos femeninos. Desde Feminisminindia.com lanzan campañas continuamente para concienciar sobre la necesidad de espacios seguros en el trabajo, revalorizar el papel de las mujeres indias en la Historia o contra el estigma de la menstruación. Así, para este último propósito, por ejemplo, lanzaron la etiqueta #ThePadEffect (el efecto compresa) y animaban a las internautas a compartir dibujos y experiencias sobre la regla.

La plataforma nació en 2014, creada por Japleen Pasricha, que era estudiante en aquel momento. "Al investigar el feminismo, descubrió que la mayor parte del diálogo sobre el tema era de naturaleza blanca y occidental. Por eso, creó Feminism In India, para iniciar un discurso social, político y cultural sobre el feminismo centrado en India y en el sudeste asiático", explican por correo desde el departamento de comunicación de esta iniciativa. Con todo, desean que un movimiento como el #Metoo surja en el país. "Es especialmente vital desacreditar las tendencias apologistas de los hombres en las redes sociales, como #NotAllMen, para hacernos conscientes de cuán generalizada y arraigada está la violencia de género", explican.

#Bringbackourgirls y #Niunamenos

Si hay un movimiento en defensa de las mujeres nacido en el sur con repercusión mundial ese es #BringBackOurGirls (devolvednos a nuestras niñas). La etiqueta fue creada en Nigeria nueve días después de que 276 niñas fueran secuestradas por Boko Haram en aquel país, el 14 de abril de 2014. Y sigue viva, aunque hayan pasado años desde el momento de máxima difusión cuando personalidades como Michelle Obama, Malala Yousafzai o incluso el jugador de la NBA Pau Gasol se hicieron eco de la campaña. No solo muchas de las chicas no han sido liberadas aún, sino que otras se han sumado recientemente a la lista de desaparecidas: 110 estudiantes fueron secuestradas por el grupo terrorista en Dapchi el pasado febrero. Para ellas también se ha creado una campaña:  Estos hashtags, combinados con acciones de calle, sirven a las familias y activistas para reclamar su inmediato regreso, sabedores de que el cautiverio no solo significa la privación de libertad y de derechos como la educación, sino que son obligadas a casarse con milicianos, agredidas y violadas, según cuentan las supervivientes.

En India, el detonante de la ira ciudadana contra las agresiones sexuales fue una violación y en Nigeria el secuestro de niñas desencadenó una movilización social inmensa. En Argentina, todo empezó con un asesinato terrible. El novio de Chiara Páez, de 14 años y embarazada, la mató y la enterró en el jardín con ayuda de sus padres. Fue en abril de 2015 y en ese momento surgió el movimiento #niunamenos, que logró implicar a toda la sociedad argentina, políticos, famosos y periodistas. En junio de ese año, multitudinarias protestas bajo el lema de la campaña reclamaban más medidas contra la violencia machista en un país donde cada 30 horas una mujer es asesinada por serlo.

La etiqueta fue usada rápidamente en protestas feministas en otros países de la región que adolecen de altas tasas de feminicidios. Y no es raro que, cuando se conocen casos de asesinatos machistas, el hashtag vuelva a cobrar vida.

También un asesinato, el de Karabo Mokena —supuestamente quemada por su novio—, encendió un vivo debate en Internet, en la calle y en medios de comunicación de Sudáfrica. "Muchas mujeres expusieron en las redes sociales, en columnas y entrevistas el acoso, asaltos y violaciones que habían experimentado", relata por correo electrónico la periodista Shaazia Ebrahim, reportera en The Daily Vox. En Twitter, recuerda, se usó el hashtag #MenAreTrash (los hombres son basura) "para conversar sobre la masculinidad y la forma en que se educa a los hombres en el uso de la fuerza, a no aceptar un no como respuesta, a ver a las mujeres como cosas y no como personas e ignorar el consentimiento". A diferencia del #Metoo, el hilo "fue iniciado por activistas y no por celebridades", apunta, y tampoco se acusaba a ningún hombre de "alto perfil".  

En este sentido, la periodista afirma que el movimiento #MeToo "es importante, pero ha tenido poco o ningún impacto en Sudáfrica". En su opinión, la razón puede radicar en que en su país ya existen campañas propias. Además de la ya mencionada, el medio en el que trabaja impulsó otra etiqueta (#SexistSA) para denunciar casos de agresiones después de que una de sus reporteras fuera víctima de una. "Las mujeres protestan continuamente contra las violaciones y las agresiones sexuales, especialmente desde la universidad, aunque se hace poco para abordar el problema estructuralmente", añade Ebrahim. "También puede influir que los hombres de alto perfil están protegidos aquí. Nuestro expresidente, Jacob Zuma, fue absuelto de una violación en 2006 y la mujer que lo acusó fue amenazada y se tuvo que exiliar del país", añade.

Donde sí tuvo una prolongación el "yo también" de las actrices en EE UU, fue entre las peregrinas a La Meca. La activista egipcio-estadounidense Mona Eltahawy lanzaba el pasado febrero la campaña #MosqueMeToo después de que la pakistaní Sabica Khan contara su caso en Facebook. Aunque la víctima tuvo que cancelar su cuenta, la mecha estaba prendida. Numerosas mujeres respondieron a Khan compartiendo sus propias experiencias de toqueteos y refrotes sufridos durante la parte de la peregrinación conocida como tawaf, el ritual de dar siete vueltas a la Kaaba.

Las otras violencias contra las mujeres

Si bien gran parte de las iniciativas ciudadanas feministas se han centrado en denunciar el acoso y las agresiones sexuales, millones de mujeres del mundo mantienen muchos frentes de batalla abiertos. Las violencias contra las mujeres son cuantiosas y tantas son las respuestas. Ningún país puede decir que dentro de sus fronteras no pasa, por más esfuerzos que declaren haber realizado en este sentido. Pero es en las naciones menos desarrolladas donde ellas se llevan la peor parte; no es que tengan techos de cristal o brechas salariales, es que son las más pobres entre los pobres —el número de mujeres y niñas que viven en condiciones de pobreza extrema (con menos de 1,90 dólares al día) asciende a 330 millones en los 89 países en los que se tiene datos—, y el 25% fueron casadas antes de alcanzar la mayoría de edad, por citar algunos de los dramas.

Una de las violencias más extremas es la mutilación genital femenina y contra ella se han erigido muchísimas mujeres. Algunas lo han hecho sin bombo y platillo en sus comunidades, hablando, concienciando y, en ocasiones, arriesgándose al rechazo y la persecución. Otras realizan esta labor apoyadas por ONG internacionales implicadas en la erradicación de esta práctica. 

Más de 200 millones de mujeres y niñas vivas actualmente han sido mutiladas en los 30 países de África, Oriente Medio y Asia donde se concentra esta práctica que supone "una grave violación de los derechos humanos de las mujeres", según la ONU. En la Red hay numerosas campañas contra la ablación, como Chantal Naré, activista de Burkina Faso, creó en 2016 una con la etiqueta #Bringbackourclitoris (traigan de vuelta nuestro clítoris) para llamar la atención sobre esta cuestión.

En Colombia ya tuvieron su guerra y las mujeres fueron grandes perjudicadas. Según el Observatorio de Memoria y Conflicto del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), entre 1958 y septiembre de 2017 se registraron 15.076 víctimas de violencia sexual en el marco del conflicto armado. Con algunas de ellas trabaja la Fundación SheIs (ella es), presidida por Nadia Sánchez. "Ya nuestro nombre es una campaña", afirma por teléfono. De hecho, a través de los relatos iniciados con Ella es... animan a denunciar casos públicamente y construir su propia narración de la verdad, así como reivindicar su rol en la construcción de la paz.

Todos estos son solo un puñado de ejemplos de las incontables campañas y movimientos ciudadanos en favor de los derechos de las mujeres por todo el planeta. Gotas en un mar. Motas en un arenal. La ONU, las ONG y otras instituciones tienen las suyas propias, pero a veces ocurre que es la sociedad la que, cansada de las tropelías y delitos machistas, se activa desde los barrios y sus comunidades, hasta las redes sociales. Eso cuando pueden, pues en muchos lugares del mundo quejarse es jugarse la vida. La mayoría de los mensajes feministas del sur global pasan desapercibidos en Occidente, pero eso no quiere decir que no existan.

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Sobre la firma

Alejandra Agudo
Reportera de EL PAÍS especializada en desarrollo sostenible (derechos de las mujeres y pobreza extrema), ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Miembro de la Junta Directiva de Reporteros Sin Fronteras. Antes trabajó en la radio, revistas de información local, económica y el Tercer Sector. Licenciada en periodismo por la UCM

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