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MIRADOR
Columna
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La cena

En la del Mobile Word Congress de Barcelona todos parecen traidores o al menos se miran entre sí como tales

Julio Llamazares
Cena de bienvenida del Mobile World Congress.
Cena de bienvenida del Mobile World Congress. Carles Ribas

La fotografía de la cena oficial de inauguración del Mobile World Congress de este año en Barcelona da para un sicoanálisis de la clase política española y, de paso, me temo, de todo el país. La visión de la mesa presidencial con el Rey de España en el centro y alrededor una serie de personajes que miran las copas con gran atención para no encontrarse los ojos de los de enfrente o ensayan sonrisas forzadas dirigidas no se sabe a quién confirma que este país no está en su mejor momento, en mucha parte por culpa de ellos. La tensión que se nota entre esas personas, la incomodidad que demuestran a pesar de su profesionalidad, el silencio que se corta con cuchillo, son tan manifiestos que uno se pregunta por qué siguen ahí cenando juntos en lugar de hacerlo en mesas separadas como desearían.

En La cena, la novela del holandés Herman Koch que inspiró la película del mismo título de Oren Moverman, dos matrimonios que cenan en un restaurante de lujo, en principio en buena sintonía, acaban por desatar la caja de los truenos a medida que van saliendo a la luz sus enfrentamientos ocultos, en su caso por causa de los hijos. En la cena del Mobile Word Congress de Barcelona no se llegó a ese extremo, pero se advierte por las expresiones de los comensales que la chispa está a punto de saltar y que, si salta, puede ocurrir de todo. Por suerte no pasó así, no saltó ninguna chispa, por lo menos que se sepa, y la cena acabó como comenzó, con sus participantes despidiéndose fríamente y algunos sin cruzar una palabra entre ellos ¡Qué necesidad tendrían!, habría dicho mi madre, para la que la diplomacia era sinónimo de hipocresía.

Necesidad no tendrían, pero, obligados a ello, cosa que se deriva de su condición institucional, bien podrían habernos ahorrado la fotografía de una cena que más parecía un funeral que otra cosa. La tensión en que desde hace ya tiempo vive la clase política nacional a causa del independentismo catalán es conocida de todos pero no ayuda nada a tranquilizar al país ver a sus dirigentes cenar sin mirarse. Al contrario, transmite la sensación de que no hay nada que hacer y de que la política solo sirve para enfrentar a una sociedad cuando debería ser al revés.

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En la última cena de Jesucristo había un Judas y 11 apóstoles leales, pero en la del Mobile Word Congress de Barcelona todos parecen traidores o al menos se miran entre sí como tales. Lo peligroso es que esa fotografía se repite últimamente en muchas casas de Cataluña entre antiguos amigos e incluso familias.

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