La ‘bulgaridad’ del nuevo PSOE de Sánchez
Aunque el partido tenga apoyos internos del 100%, el proyecto ha perdido importancia
Bulgaridad: dícese de algo vulgar pero respaldado por el voto de una abrumadora mayoría. No lo busquen en el diccionario, salvo que Coll ya intuyera esto. Pero valga el neologismo tras el comité federal del Partido Socialista, donde se aprobó el nuevo reglamento del NuevoPSOE (etiqueta muy del gusto adanista del sanchismo): cero votos en contra, sin abstención alguna, una mayoría búlgara perfecta del 100%, pero apenas eco. Solo un periódico nacional le dedicaba el titular del domingo: “Sánchez lamina a los barones e impone un PSOE a su medida”. Puesto que la RAE define vulgar donde hay “falta de novedad e importancia, o de verdad y fundamento”, se entiende la bulgaridad: el NuevoPSOE ha perdido relevancia aunque dentro sume el 100%.
Definitivamente Sánchez ha logrado imponer un fuerte liderazgo interior, aun sacrificando la tradición federal del PSOE, pero no logra liderazgo exterior. Días atrás Esther Palomera, en apenas un tuit, resumía esto en El Huffington Post: “Aunque España bulla y Cataluña hierva, aunque Europa tiemble y las mujeres clamen, aunque los parados lloren y los pensionistas malvivan, aunque la corrupción apeste y los corruptos ‘canten’, aunque Ciudadanos crezca y el PP desfallezca... Nadie mira al PSOE. No existe”. Y no se trata del peaje de no estar en el Congreso. Si Sánchez pesara, los micrófonos lo perseguirían hasta Ferraz, o hasta el infinito y más allá. La realidad es que, ni siquiera en un contexto ultrapropicio, logra convertirse en una referencia. A Sánchez le sucede como a Wally: está, pero no se le ve.
El NuevoPSOE de Wally Sánchez de hecho no logra abrirse paso con ideas, pero sí con anomalías. El mayor éxito mediático semanal de los socialistas ha sido el apoyo de su portavoz a la censura en ARCO. Al desdecirse 24 horas después, no sólo delataba sus convicciones marxistas —ya saben, lo de Groucho: “Estos son mis principios… si no le gustan, tengo otros”— sino también el problema de Sánchez con sus portavoces elegidos por fidelidad antes que talento, caso también de Carmen Calvo. El segundo hit semanal ha sido su veto europeo a la compañera Elena Valenciano, demostrando la clase de PSOE uniforme al que aspira y enviando un mensaje de “conmigo o contra mí” a los díscolos. Ya en su última visita a Sevilla —donde acaba de autoinvitarse al 28-F, tercer hit de la semana— evidenció la inclinación a suplir su debilidad exterior exhibiendo su mando interior.
Page o Lambán han acertado a marcarle la realidad a El Increíble Líder Invisible: liderar, sí, pero a la sociedad. De no ser así, acabará siendo invisible no él sino el electorado. La inercia no va por ahí. Pocos días atrás, el sondeo de Metrosocopia deparaba un titular que era todo un uppercut a su mentón: “Los votantes del PSOE no creen en el proyecto del partido”. El NuevoPSOE de Sánchez ve huir casi un millón de votos hacia Ciudadanos, sin que eso le rinda por la izquierda. En definitiva, arrastra un problema de bulgaridad: aunque él dentro saque apoyos del 100%, el proyecto ha perdido importancia.
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