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Te guste o no, #Estamosaquí

ARCO 2018 ha traído bajo el brazo dos noticias preocupantes. Una, que la libertad de expresión peligra. Y dos, que las mujeres están infrarrepresentadas en el mundo del arte

La acción de Yolanda Domínguez el pasado miércoles en Arco 2018.
La acción de Yolanda Domínguez el pasado miércoles en Arco 2018.Claudio Álvarez

Qué contenta estaría Artemisia Gentileschi de haber vivido hoy y no en el lejano siglo XVII en el que vivió y sufrió, qué acompañada se sentiría. La Marcha de las Mujeres, el #MeToo y La Caja de Pandora, un colectivo de mujeres del mundo del arte reunido para luchar a favor de la visibilidad y contra el acoso sexual. Sororidad femenina en estado puro, de la que no se veía desde El tren de la libertad, ese despliegue de energía femenina que en febrero de 2014 llegó a las puertas del Congreso de Diputados para decir “NO” a la ignominiosa reforma de la Ley del aborto que intentaba llevar a cabo el entonces ministro Gallardón y que por suerte fracasó. Por suerte no, sino por el esfuerzo de todas esas mujeres que cogieron aviones, trenes, autobuses y hasta bicicletas para llegar al corazón de Madrid y decir otra vez “NO”: no a la amputación de la Ley del aborto, sí a la libertad de las mujeres sobre sus propios cuerpos.

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Arte firmado por mujeres

Esta semana la feria internacional de arte contemporáneo ARCO 2018 ha traído bajo el brazo dos noticias preocupantes. Una, que la libertad de expresión peligra, pues si a la obligada retirada de la pieza del artista Santiago Sierra no le llamamos censura no sabemos qué llamarle. Y dos, que las mujeres están infrarrepresentadas en el mundo del arte, como ha denunciado la performance de Yolanda Domínguez en pleno recinto ferial. ¡Alarma! Unas reclaman su voz y a otro se la quitan. Weiwei critica al gobierno chino, denuncia el drama de los refugiados que naufragan en el Mediterráneo y cuenta con el apoyo de todos los bienpensantes; Sierra habla de presos políticos y alguien descuelga un teléfono. ¿Qué nos está pasando? ¿Involucionamos?

Sucede que en ARCO 2017 Santiago Sierra sí pudo exponer esvásticas y ahora, por el contrario, no se le deja hablar por temor a que a alguien le pique. Si le pica que se rasque, me digo. Mientras, en lo que a la aportación artística femenina se refiere, en la pasada edición de la feria se expuso obra de mujeres tan sólo en un 25% —lo certifica el Informe MAV#17 realizado por la Asociación de Mujeres en las Artes Visuales—, es decir exactamente la mitad de lo que nos correspondería por derecho; por no hablar de que tan sólo el 5% era obra de artistas españolas. Razón más que suficiente para justificar la iniciativa de la artista Yolanda Domínguez —experta en denunciar artísticamente el machismo y artífice de acciones tremendamente imaginativas—, quien, con la colaboración de María Gimeno y junto a unas sesenta mujeres, han querido decir alto y claro que #EstamosAquí.

Si hace cinco años la artista barcelonesa Camila Cañeque sorprendió a los visitantes de ARCO y a la prensa tumbándose en el suelo de espaldas vestida de flamenca y rodeada de versos lorquianos queriendo simbolizar la muerte de España, este año ARCO —que en la presente edición cuenta con mujeres comisarias en todos sus programas— ha tenido como insólitas visitantes a este grupo de aguerridas reivindicadoras de la voz de las mujeres en el arte. Tan sencillo como colocarse una diadema en la cabeza con un geolocalizador de color rojo parchís y pasear por los pasillos en una denuncia lúdica y nada agresiva, destinada a despertar conciencias y recordar que no es tan fácil invisibilizar a las mujeres.

Los visitantes han disfrutado del deambular reivindicativo entre obras de arte mayoritariamente masculinas. Es probable que algún galerista de esos que saben quién es Miró pero no Remedios Varo, de esos que pagarían una morterada por un Koons pero no pero no darían un duro por una obra de Nancy Spero, haya arrugado la nariz. Pero la prensa se ha hecho eco de la acción y la sororidad digital ha hecho el resto volcándose sobre el hashtag #EstamosAquí.

Esta performance que ha venido a coincidir en ARCO 2018 con la constatación de que el arte no es ajeno a las corrientes de retroceso que nos acechan, incluida la perpetuación de la desigualdad de género, y da el pistoletazo de salida a otras muchas acciones que seguramente vendrán. El sentido común nos dice que ya no son tiempos para impedirle a nadie que se exprese, ni a Santiago Sierra ni a las artistas que quieren contribuir a enriquecer el mundo del arte con sus miradas y aportaciones.

El sentido común también nos dice que intentar tapar bocas no es un buen negocio a largo plazo. Por ello Sierra ya está expresando su rechazo a la prohibición por cuantos canales le parece oportuno, y por ello las mujeres del mundo del arte llevan desde que Artemisia cogió los pinceles intentando alzar la voz en un mundo masculinizado que se resiste a contar con ellas. Incluso cuando en ese mundo masculinizado hay una pequeña parte de poder femenino.

En esta edición, ARCO premia la labor de dos importantes coleccionistas, Alicia Koplowitz y la cubana Ella Fontanals Cisneros. Lamentablemente no he visto todavía la colección de esta última, pero sí tuve oportunidad de contemplar en Bilbao la de Koplowitz. No quiero deprimir a nadie con la ínfima cifra de obras de artistas mujeres que incluye. Ya lo ven, hay hombres que callan a otros hombres y mujeres que silencian a otras mujeres; así está el patio. Pero recuerden: #EstamosAquí.

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