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Hip hop o litungu, ¿solo puede quedar uno?

En época colonial, las representaciones con danza y percusión servían para alentar la resistencia en Tanzania. Hoy, los artistas las utilizan contra la influencia de la música occidental

Una mujer canta y toca durante un ensayo de una de las bandas lideradas por el músico Msafiri Zawose en Bagamoyo.
Una mujer canta y toca durante un ensayo de una de las bandas lideradas por el músico Msafiri Zawose en Bagamoyo.Myriam Meloni
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En Tanzania se toca música en todas partes: en las calles abarrotadas y llenas de color, en los populares minibuses conocidos como dala dala y en los bares de carretera que sirven maíz asado y pistachos tostados. Los tanzanos incluso andan como si estuviesen bailando. Su pasión por la música les viene de las tribus. En este país, con una población de 50 millones de habitantes, hay más de 120, y todas tienen instrumentos, tonadas y canciones tradicionales diferentes. En la cosmopolita Dar es-Salam, junto al océano Índico, se puede escuchar casi todo, desde las melodías interpretadas con la ilimba, un instrumento de la tribu gogo de Tanzania central, hasta la música taarab, parecida a la poesía cantada y muy popular en Zanzíbar.

Las jóvenes generaciones, sin embargo, prefieren el bongo flava, una versión local del hip hop, y las estrellas tanzanas se inspiran cada vez más en sus ídolos estadounidenses: imitan su música, sus gestos y su manera de vestir. No es de extrañar que los artistas de más edad se teman que, dentro de unas cuantas décadas, sus compatriotas ya no sean capaces de construir los instrumentos tradicionales o siquiera de tocarlos.

En época colonial, las representaciones tradicionales con danza y percusión servían para alentar la resistencia contra los dominadores. Hoy en día, los artistas utilizan esos mismos medios para alentar la resistencia contra la creciente influencia de la música occidental con el fin de salvar de la desaparición sus ricas tradiciones.

Warema Chacha tiene 72 años y es un famoso intérprete de litungu, una instrumento de cuerda de la tribu kurya, del noroeste de Tanzania. A medida que se hace mayor, más decidido está a transmitir su conocimientos de música y su amor por ella a las jóvenes generaciones. “Suelo decirles que es importante que valoren su cultura, porque de esa manera pueden conocerse mejor a sí mismos. Tocando bongo flava no lo lograrán”, reflexiona en su casa de Bagamoyo, a 60 kilómetros de Dar es-Salam. “A menudo, cuando no aprecias lo tuyo, corre el riesgo de desaparecer. Si alguien acude a mí, puedo ayudarlo y enseñarle a tocar el instrumento, y hasta construirle uno gratis”, añade mientras muestra un litungu hecho por él mismo.

Ya ha animado a su nieto Ally, que toca los tambores africanos en el popular grupo Ze Spirits, a que vaya también a clases. “El litungu es poco conocido, y nosotros somos los únicos que podemos salvarlo de la desaparición y darlo a conocer al mundo porque estamos cerca de Chacha, que lo sabe todo del instrumento”, explica el joven de 21 años Sajaly Sharif, amigo de Ally y miembro de su grupo de afrofusión, una combinación de música tradicional y moderna. “Al mismo tiempo, puede ser una buena estrategia de marketing para nosotros. Como la mayoría de las bandas, también tocamos la guitarra, pero si vas a Estados Unidos o a Europa, encuentras a gente que la toca mejor. En cambio, nosotros podemos ser los reyes del litungu, y gracias a ello es posible que la gente se interese más por nuestra música”, añade.

Warema Chacha también enseña a los jóvenes intérpretes que la música no es solo un pasatiempo. Sus canciones instan a la gente a que vote en las elecciones y la alertan contra la malaria o el sida. “Lo más importante es su función educativa y el mensaje que transmite”, defiende.

La música también es un elemento importante de la identidad nacional. En 1964, cuando Julius Nyerere unificó Zanzíbar y el territorio continental de Tanganika para formar Tanzania, el arte tradicional ganó importancia. Su Gobierno empleó las representaciones de los artistas tradicionales de las diferentes tribus para acabar con las diferencias étnicas en el joven país. Warema Chacha se unió a la compañía nacional de músicos cuando era adolescente, y tocó el litungu en ella durante más de 36 años.

Las canciones de Warema Chacha instan a la gente a que vote en las elecciones y la alertan contra la malaria o el sida

La Escuela de Arte de Bagamoyo, situada cerca de la casa de Chacha, se fundó en 1981 como centro de formación de las compañías nacionales. Hoy en día es uno de los pocos sitios en los que la gente puede aprender la auténtica música tradicional. El aprendizaje se realiza en unas condiciones fantásticas. Las clases tienen lugar a un tiro de piedra del océano Índico y desde las aulas se puede oír el sonido de las olas.

“Los estudiantes están cada vez más interesados en los instrumentos tribales porque no quieren perder su cultura. Ahora está de moda combinar los ritmos tradicionales y los modernos”, explica Maulid Mohamed Saleman, uno de los profesores de la escuela de Bagamoyo. Saleman heredó su talento musical de sus padres. “Mi madre era bailarina, y mi padre músico y jefe del pueblo. Cuando quería reunirse con su gente, la llamaba tocando los tambores. A veces me pregunto cómo habría reaccionado si hubiese tenido la posibilidad de oír a la gente joven combinar el sonidos de estos con las guitarras modernas”, reflexiona con una sonrisa.

“Al principio, mi familia pensaba que me había vuelto loco”, cuenta Msafiri, de 34 años e hijo del fallecido músico tradicional Hukwe Zawose, que tocaba la ilimba –un instrumento hecho de madera y finas planchas de metal– y que logró el reconocimiento internacional gracias a su colaboración con el cantante británico Peter Gabriel. “Sin embargo, ahora mi música les gusta. Suena diferente de la de mi padre, pero siguen siendo melodías tradicionales”, cuenta en su casa de Bagamoyo. Msafiri ya ha grabado algunos discos y ha actuado en Estados Unidos, entre otros países.

No obstante, a algunos músicos mayores les asustan un poco las consecuencias de combinar los estilos. “Dentro de 20 o 30 años ya no habrá música tradicional pura, pero creo que vale la pena pagar este precio si así evitamos que desaparezcan las melodías y los instrumentos tradicionales”, opina Makame Faki, un famoso intérprete zanzibareño de música taarab.

Evolución, que no muerte

Cuando Julius Nyerere unificó Zanzíbar y el territorio continental de Tanganika para formar Tanzania, el arte tradicional ganó importancia

Una calurosa noche de sábado en el Nafasi Art Space, un centro cultural de moda de Dar es-Salam, una multitud de jóvenes baila al ritmo de la música de Ze Spirits. Beben Kilimanjaro, la cerveza local, y comen palomitas de maíz. “La música tradicional evolucionará, pero no morirá. Los tanzanos llevan la música en los genes”, concluye Rebecca Corey, directora de Nafasi y cofundadora del proyecto Patrimonio Tanzano, una iniciativa cultural cuyo objetivo es grabar a los músicos tradicionales como Warema Chacha.

Chacha también ha actuado hace poco en el escenario de Nafasi Art Space con su nieto y el grupo de este. De vez en cuando hasta escucha canciones bongo flava. Reconoce que algunas no son tan malas, pero no entiende por qué los artistas se visten de esa manera. “Ponerse los pantalones por debajo de la cintura no es nuestra tradición, y llevar gafas de sol es normal entre los agentes de la CIA para que la gente no les pueda ver los ojos. A veces se ponen gafas de mujer y piensan que les quedan muy bien, y también ropa femenina y pendientes. Ruego a Dios que los ayude”, dice intentando contener una carcajada.

Sin embargo, es posible que llegue a olvidarse de su vestimenta si empiezan a asistir a clases de litungu. “Al fin y al cabo, el hip hop suena casi como la declamación épica de la tribu kurya”, añade con una sonrisa.

Este proyecto ha sido financiado por el Centro Europeo de Periodismo (EJC, por sus siglas en inglés) a través de su Programa de Becas para la Innovación en la Información sobre el Desarrollo (www.journalismgrants.org).

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