Ciudad del Cabo cierra el grifo
¿Primera víctima de las guerras del agua?
Llegó el momento que todos temíamos. Ciudad del Cabo, la segunda ciudad más visitada de África, con sus cuatro millones de habitantes y 1.6 millones de turistas anuales, cierra sus grifos. En lugar de distribuir agua corriente a las viviendas, la ciudad establecerá 200 puntos de recogida donde los ciudadanos tendrán derecho a recoger un máximo de 50 litros por persona y por día. Ni un litro más. Como referencia, poner el lavavajillas o el lavaplatos equivale a un consumo de 18 litros de agua; una ducha de un minuto y medio equivale a 15 litros; tirar la cadena del WC pueden ser 9 litros.
Los familias de alto poder adquisitivo están cavando pozos, comprando cisternas de agua y almacenando agua embotellada masivamente. Aunque todo ello se ha empezado a regular: la compra de botellas se ha limitado a 5 cajas por consumidor, la venta de cisternas se ha agotado (ahora de hecho está prohibido almacenar agua) y se ha dictaminado que usar grifos para llenar piscinas, jardines acuáticos o lavar automóviles es ilegal.
El plan de emergencia, denominado con el apocalíptico nombre de Día Cero, prevé que en caso de que las medidas no funcionen (cuando el agua en el sistema de embalses llegue al 13.5% de su capacidad) se pase a reducir la cantidad diaria a 25 litros por persona (equivalente a una ducha de 3 minutos por habitante).
Las medidas no solo afectarán drásticamente los hábitos de consumo. Amenazan con generar un estado de caos y anarquía que puede poner en peligro la seguridad de la ciudadanía. "Si hubiéramos propuesto a tiempo planes estratégicos y una gestión integral de recursos hídricos, en vez de estar hablando de esta crisis sin precedente, hablaríamos de una ciudad que ha evitado una grave crisis de forma ejemplar", comenta David Smith, sudafricano afincado en Barcelona que es fundador y director de la consultora Water, Environment and Business for Development (WE&B).
"Aunque por otro lado, hay que valorar que la escasez de agua hace que todos seamos iguales", continua diciendo David Smith. "La escasez trasciende todas las culturas, las clases económicas y posiciones de poder. Por eso es importante ser consciente de nuestra responsabilidad hacia la sociedad y usar el agua de manera responsable".
El gobierno confiesa que no tiene todavía un plan de operaciones completo, con las previsiones pertinentes de requisitos de personal, seguridad, infraestructura y presupuestos. En una entrevista a 24 News, JP Smith, concejal del Comité de Seguridad creado para gestionar la crisis, prevé que habrá problemas de congestión y altercados en las filas que se crearán en los puntos de distribución, aunque no estiman que la violencia aumente significativamente. A pesar de ello, las autoridades municipales han intensificado las patrullas de vigilancia para evitar los robos de agua en manantiales naturales por parte del crimen organizado y el gobierno está almacenando agua en zonas militares protegidas.
Originalmente, Ciudad del Cabo está coronada por la Montaña de la Mesa, una meseta frecuentemente cubierta por nubes donde la humedad se condensa para formar el famoso "mantel" de nubes. A la ciudad le gustaba compararse con un oasis rodeado de desierto, con clima mediterráneo, cuyos efectos atrapaban las brisas en tierra que provenían del océano, creando lluvias locales que alimentaban los ríos y llenaban los acuíferos subterráneos.
Pero luego llegó la sequía. Si la ausencia de lluvias ha ocasionado la peor sequía del siglo, el crecimiento de la población (la ciudad ha aumentado un 80% en los últimos 20 años), ha generado una presión sobre el consumo de agua sin precedentes. En 2014, las seis presas de agua que rodean Ciudad del Cabo estaban casi llenas; hoy no llegan al 26% de su capacidad.
El problema se acentúa ya que no está previsto que la temporada de lluvias empiece hasta mayo y aunque las lluvias llenarán poco a poco los embalses, expertos señalan que se tardará años en recuperar completamente una accesibilidad estable. Lo que muchos no logran entender es cómo una ciudad moderna y previsora, como ha sido siempre Ciudad del Cabo, no haya previsto esta situación anteriormente. Se han realizado obras para diversificar fuentes de acceso al agua, como aumentar la extracción de agua subterránea, por ejemplo, o plantas de desalinización para potabilizar el agua de mar. Quizás la más relevante es la construcción de la presa del río Berg que actualmente aporta casi el 20% del agua consumida de la ciudad.
Pero los proyectos se consideran insuficientes y llegan tarde. La mayoría no se encuentra ni en el 50% de su construcción. Y ello llevará a la caótica opción de proveer agua en puntos de distribución. "Si cada familia envía a una persona a buscar su asignación de agua, alrededor de 5.000 personas se congregarán todos los días en cada punto de distribución", comenta Helen Zille, Jefa de Gobierno de la Provincia Occidental del Cabo en un artículo de opinión en el Daily Maverick. "Esto va a ser una pesadilla logística. Además, será imposible que las personas transporten100 litros de agua asignados a una familia de cuatro personas por día a mano".
Ante el dramatismo de esta crisis, cabe destacar el papel que juega la desigualdad en una zona con tantos contrastes como Sudáfrica. Concretamente, los asentamientos informales, donde reside más del 30% de la población, usan menos del 5% del agua municipal total. En estas comunidades siempre se ha vivido en un situación de Día Cero: nunca han tenido agua potable en sus viviendas.
De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció que 2.100 millones de personas en todo el mundo carecen de acceso a agua potable en el hogar. Por lo tanto, la sequía y el cambio climático democratiza un problema que ha existido siempre para poblaciones de bajos ingresos. Ahora cabe ver si la parálisis de una ciudad sin agua como Ciudad del Cabo logrará que finalmente reaccionemos.
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