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Columna
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La pregunta del marciano

¿Qué le pasa a un país cuando consume tantas energías políticas en subrayar lo obvio?

Felipe VI durante su discurso en el Foro Económico de Davos este miércoles.Vídeo: DENIS BALIBOUSE (REUTERS). Reuters-Quality
Mariola Urrea Corres

Cuando la realidad adquiere dosis grotescas, no faltan elementos añadidos que dificultan, aún más, un relato ordenado y coherente de lo que ocurre. Entonces, la tentación de recurrir a lo obvio puede conducirnos a situaciones a las que solo un marciano, que carezca de las referencias básicas que ordenan nuestro sistema político, podría encontrarle algo de sentido a la situación. Pues bien, creo, honestamente, que la actualidad política española brinda claves para encajarla en una situación como la descrita. Desde Davos a Bruselas, pasando por Valencia y Madrid. Vayamos por partes.

El Rey ha intervenido, por primera vez, en el Foro de Davos. Con su discurso ha subrayado la importancia de preservar la ley como pilar de la democracia. Si no fuera por el contexto particular que vive España, resultaría ridículo poner en boca del jefe de Estado algo tan obvio como que la Constitución no es un adorno. Efectivamente, no lo es. Nuestra Constitución, lejos de ser un objeto decorativo, es una norma que obliga a ciudadanos y poderes públicos; y, como tal, contiene los derechos, las obligaciones y los principios que vertebran la convivencia entre quienes, voluntariamente, hemos decidido compartir un proyecto de país. Pero ¿qué le pasa a un país cuando tiene que consumir tantas energías políticas en subrayar lo obvio? Sin restar importancia al discurso del Rey, quizás la cuestión no esté en recurrir a la Corona para afirmar ante el mundo aspectos básicos que conforman la teoría sobre la que se asienta el Estado de derecho. Es probable que nuestra fortaleza como país pase, más bien, por ofrecer una respuesta jurídica y política lo suficientemente articulada como para afrontar con garantías de éxito los problemas que dificultan nuestra convivencia. No es ésta, con todo, la tarea que corresponde diseñar al jefe de Estado de una monarquía parlamentaria como la nuestra.

Paralelamente a lo que ocurría en Davos, Bruselas también es objeto de interés para los españoles y no solo porque en dicha ciudad tienen su sede las principales instituciones de la UE. Así, desde que Puigdemont huyó de España y se instaló en Bélgica, la capital europea forma parte de la escenografía singular de una parte de la realidad política catalana y, en suma, también española. Desde este planteamiento, hay que interpretar el simbólico del desplazamiento del president del Parlament a Bruselas con el fin de plantear un debate de investidura con Puigdemont como candidato. Más allá de si tal debate podrá finalmente llevarse a término con éxito, el presidente del Parlament ha dado cumplimiento así a lo que entiende que es la voluntad de la mayoría del Parlamento catalán. Nadie detalla, sin embargo, cómo podrá desarrollarse una sesión de investidura con un candidato huido que, si regresa, será detenido en los términos anunciados por miembros del ejecutivo.

Davos y Bruselas. Dos escenarios distintos, dos problemas relacionados. Mientras tanto, en España la justicia hace su trabajo en las causas abiertas por financiación ilegal del PP y el presidente del Gobierno —sin apoyos para aprobar los Presupuestos y sin nada que decir sobre Cataluña— deja clara su voluntad de concurrir a un tercer mandato. En este contexto, ni siquiera nuestro particular marciano renunciaría a formular la siguiente cuestión: señor Rajoy, ¿podría explicar para qué?

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Sobre la firma

Mariola Urrea Corres
Doctora en Derecho, PDD en Economía y Finanzas Sostenibles. Profesora de Derecho Internacional y de la Unión Europea en la Universidad de La Rioja, con experiencia en gestión universitaria. Ha recibido el Premio García Goyena y el Premio Landaburu por trabajos de investigación. Es analista en Hoy por hoy (Cadena SER) y columnista en EL PAÍS.

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