Mire usted, vamos a ver
Esa locución sustituye a unas palabras que se deducen: “No me toque las narices”
Dos de los latiguillos políticos más delatores pueden ser “mire usted” y “vamos a ver”.
En el caso de “mire usted”, no se trata de la expresión amable con la que se le empieza a explicar a alguien cómo se llega hasta el ambulatorio, pongamos por caso; sino de un “mire usted” altanero y condescendiente.
El dirigente político que lo pronuncia de esta forma —o al menos así se lo parece al arriba firmante— suele adoptar una actitud admonitoria, a la vez que de cierto fastidio por verse en el brete de explicar algo que se habría ahorrado si de su propia iniciativa dependiera.
“Mire usted” parece más bien en estos casos una forma de decir “ahí estás tú” y “aquí estoy yo”, “no me gusta lo que planteas, y para empezar te lanzo un imperativo por si no sabes quién manda aquí; y además no me voy a rebajar a tutearte”.
Se trata de un “mire usted” que usa quien responde pero está vedado a quien pregunta.
El uso de la tercera persona no siempre implica respeto sino muchas veces distancia, acrecentada aquí con la presencia innecesaria del pronombre “usted”, que no suma significado. Porque bastaría con decir “mire”, sin agregar ese “usted” que expulsa a la lejanía al que está escuchando; un “usted” irrelevante para la información exacta que da el lenguaje, pero que al ser pronunciado adquiere relevancia por el mero hecho de estar presente en el discurso.
No escuchamos “mire, Catalina”, “mire, Antonio”, que se entenderían cercanos. Sino “mire usted”, sin coma de vocativo entre el verbo y el pronombre porque esa expresión se ha consolidado ya como una sola pieza léxica.
La locución “mire usted” incorpora así una elipsis clara: unas palabras omitidas que sin embargo se deducen: “Mire usted, no me toque las narices”. Y luego el emisor del mensaje continuará tan normal como si esa impertinencia silenciada no hubiera llegado al destinatario, pero sabedor de que éste la ha descodificado casi sin percatarse.
A veces, sobre todo en las tertulias de radio y televisión, “mire usted” se alterna con la locución “vamos a ver”.
Cuando alguien comienza su intervención con un “vamos a ver” después de haber escuchado a sus interlocutores, se dispone quizás a reordenar la discusión desde el principio porque cree que los demás han ido soltando ideas inconexas y se precisa estructurarlas y añadirles los elementos que faltan, principalmente los originarios.
“Vamos a ver. Lo que hay que tener en cuenta…”.
Ese “vamos a ver” parece implicar que a renglón seguido se lanzará un argumento en el que nadie había pensado y que sin embargo habría resultado decisivo para modificar las opiniones dichas hasta ese momento. “Vamos a ver” expresa más bien “no se han dado cuenta de esto que les voy a contar, y ahora, cuando se lo muestre, veremos todos el asunto de igual forma, que es la mía”.
Por tanto, “vamos a ver” quiere decir “recapitulemos, que nos estamos enredando”, o también “ahora empieza esto de verdad, después de que yo hable”. Y “mire usted” suena como una intimidación, una especie de “te vas a enterar”.
Dos casos en los que quizás el sentido del latiguillo va más allá del significado de cada una de las palabras.
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