No se irán
Los regímenes de Venezuela e Irán han perdido la primera línea de defensa de toda autocracia: la internacionalización de los problemas
Los reprimirán. Los encarcelarán. Los torturarán, pero ellos no se irán. Los manifestantes que han salido a las calles venezolanas e iraníes estas Navidades no tienen miedo. Y no se conforman ya con las excusas o la caridad de sus gobernantes.
Quieren un cambio político, pero la política es secundaria. No es la falta de libertades políticas, sino la asfixia económica, lo que les motiva. No demandan votar, sino trabajar libremente. Venezolanos e iraníes quieren reescribir un contrato social que beneficia en exclusiva a los allegados al poder.
A diferencia del pasado, la ciudadanía tiene acceso a una información online que está sacando a la luz los tejemanejes de sus élites político-económicas. Ahora ya es vox populi que los presupuestos oficiales van a las instituciones —religiosas en Irán, políticas en Venezuela— amigas. Y que las partidas no oficiales se desvían a los bolsillos de unos pocos privilegiados. Los venezolanos que no recibieron los perniles prometidos en Navidad, o los iraníes que no pueden pagar unos huevos cuyos precios se han disparado, están tan enfadados como los parisienses que no podían permitirse el pan en 1789.
Como en la Francia y en la Europa del siglo XIX, no sabemos qué saldrá de estas protestas callejeras. Es probable que no lleguen a buen puerto. La propia oposición democrática venezolana admite su desconexión con el sufrimiento de muchos venezolanos. Y las protestas iraníes podrían estar incitadas por clérigos radicales descontentos con el reformismo de Rouhani.
Pero ambos regímenes han perdido la primera línea de defensa de toda autocracia: la internacionalización de los problemas. Sus dirigentes ya no pueden denunciar creíblemente la existencia de una agresión externa. Las acusaciones de Maduro a Portugal por, supuestamente, sabotear el suministro de perniles de Venezuela son del todo ridículas. Y los iraníes están cuestionando, por primera vez de forma explícita, la participación de su país en conflictos foráneos, como Palestina o Siria. Cuando los déspotas no pueden desviar la atención fuera de las fronteras tienen los días contados. @VictorLapuente
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