Cambiar
Si pudiéramos exprimir unas gotitas de política italiana en la nuestra tal vez se lubrificara un poco
Termina la legislatura en Italia y tenemos nuevo récord: cambios de grupo parlamentario en cinco años, y ni siquiera es una cifra segura. No es tan alarmante, el total de implicados es menor, 345 individuos, porque algunos han cambiado más de una vez. Hay un genio que ha saltado nueve veces de un partido a otro, y le siguen saludando, no crean. En total, un 36% de diputados y senadores no están donde los pusieron al principio. Si se juntaran serían un partido de mayoría absoluta, tal vez con ligeros problemas de estabilidad. Qué decir de esta encomiable capacidad de ponerse en el lugar del otro, de esta incansable búsqueda de la coherencia. Quizá es demasiado —diez tránsfugas al mes—, pero puede que tengamos algo que aprender. No digo llegar a eso, a un Parlamento mutante y resbaladizo, me refiero a la actitud. Si pudiéramos exprimir unas gotitas de política italiana en la nuestra tal vez se lubrificara un poco. Con menos fanatismo y más sentido práctico. Más imaginación y menos inercia. Menos principios y más inicios. Una continua discusión de las propias posiciones más que de las ajenas, que también. Estar dispuesto al entendimiento, hasta el punto de llegar a la suplantación del otro. Que el adversario pueda convertirse en cómplice. Carecer de todo prejuicio, a riesgo de carecer incluso de escrúpulos. Nada es imposible, hasta ha surgido un partido de izquierda que se llama Posible, no les digo más. Siempre hay una solución, otra cosa es que el país tenga arreglo. Piensen qué formidable ensalada podríamos organizar aquí con esos números. Podría acabar gobernando España, no sé, uno de Coalición Canaria, o aún mejor, un independentista catalán. Se desbloquearía todo, no cabe duda.
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