Muerte digna
Hasta hace poco las unidades de paliativos que tenían los hospitales públicos se ocupaban de estos pacientes haciendo que sufrieran lo menos posible y tuvieran una muerte digna. Últimamente, estas unidades han ido desapareciendo y han sido trasladadas a hospitales privados, casi siempre religiosos. Mi familia ha pasado por este proceso y hemos podido comprobar de primera mano lo que eso significa. Se alarga la vida del paciente de una forma innecesaria, se les seda y se les estimula a la vez; para ellos no existen los protocolos para enfermos oncológicos terminales. Cuando una angustia indescriptible nos invade a todos, su única respuesta es: “Aquí es lo que Dios quiera, cuando Dios quiera y como Dios quiera”. Jamás se debería mezclar medicina y religión.— Beatriz Redondo Navarro. Madrid.
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