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MIRADOR
Columna
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Clases de polis

La lista de "bajas" del 1-O es un herido grave y decenas de contusos. Así no hay forma de darle muertos a Rovira

Jorge M. Reverte
Desalojo de la Policía Nacional y retirada de urnas en el Instituto Jaume Balmes, en Barcelona.
Desalojo de la Policía Nacional y retirada de urnas en el Instituto Jaume Balmes, en Barcelona.© Samuel Sanchez

Ella ya no se acordará, porque hará casi cincuenta años de eso. Mi amiga Marichu mostraba su horror ante el creciente nacionalismo en Euskadi haciendo una graciosa parodia de un ciudadano declarando su amor a un policía autóctono y a un inspector de Hacienda de la misma cuerda.

No habría ni que decirlo, pero eran otros tiempos en que esos personajes eran terribles, no sólo en sus leyendas respectivas, sino también en sus realidades. Y unos tiempos en que quienes se movían en el área comunista no eran todavía nada partidarios del nacionalismo.

Paco Fernández Ordóñez, aupado por los militantes de UCD y del PSOE, nos ayudó a tomarle cariño a la Hacienda democrática. Lo de la policía fue algo más largo. Pero acabó funcionando en parte. Fue otro amigo el que me puso al tanto. Mario Onaindia, condenado a muerte en el proceso de Burgos, me hizo al salir de la cárcel un elogio de la Guardia Civil: obedecen, y si los mandos son demócratas, su actuación suele serlo.

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Y otro amigo, magistrado de la Audiencia, me hizo un día una clasificación de los cuerpos policiales en función de su peligrosidad para los seres humanos normales. Lo mejor, o lo menos malo, según el magistrado, es toparse en caso de problemas con un guardia civil; inmediatamente después con un policía nacional. Después, con un policía autonómico, muy cerca de los nacionales. Y, para cerrar la lista, un policía municipal y un portero de discoteca, no sé por qué incluido en la lista de mi amigo.

Ninguna de esas aseveraciones me pareció correcta políticamente en su momento. Y todas ellas juntas me obligan ahora a un ejercicio de sinceridad que está muy de actualidad: estoy positivamente sorprendido de cómo han actuado en Cataluña, con motivo de los desórdenes públicos del 1-O, los guardias civiles y los policías nacionales allí destacados.

He visto las fotos y los vídeos suministrados por el Estado Mayor de la insurrección que pretendió montar Puigdemont. Y también he visto la lista de “bajas”, que arroja un balance de un herido grave por el impacto de una bala de goma en un ojo y varias decenas de contusos.

Eso es triste y, sobre todo, antiestético. Y tenía que haberse hecho mejor y con mayor limpieza. Pero no usando a los mossos que no querían intervenir aunque sí lo habían hecho unos meses antes en el Parlament sitiado, a los municipales de Colau y Carmena o a los porteros de todas las discotecas de Lloret.

Así no hay forma de darle muertos a Rovira.

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