¿De la indignación a la secesión?
Fueron Podemos y Guanyem Barcelona quienes invocaron la rebelión democrática arrebatando las instituciones a la casta para devolverlas a la gente
¿Qué va del “no nos representan” al infamante “son presos políticos”? ¿No son los mismos —la casta— los aludidos por ambos eslóganes? Eso, o que sólo es casta el establishment político y económico de Madrid, pero no el de Cataluña. ¿Cómo “los indignados” —cuya representación se arrogaron Iglesias y Colau— pasaron de agredir a Puigdemont en 2011 en protesta por los recortes a calificarle de “perseguido por sus ideas”?
Aquel año, ciudadanos castigados por la crisis, el paro y los recortes, frustradas sus expectativas generacionales, tomaron las principales plazas de España impugnando el poder político y económico, “la casta”. La ocupación de la Puerta del Sol se prolongó 28 días. Fue el nacimiento del movimiento 15-M o de los “indignados”, que contó con la aprobación de la opinión pública española: dos años después, el 66% de los encuestados declaraba sentir simpatía hacia aquel movimiento, y el 81% consideraba que tenían razón en sus reivindicaciones.
Con idénticas reivindicaciones pero distinta suerte se produjo en Barcelona la ocupación de la Plaza de Cataluña. Disuelta a los pocos días por el Govern con el saldo de 121 heridos, se los recibió con recelo. Carod Rovira, que había tenido responsabilidades en ERC y en la Generalitat, escribió: “Los españoles tienen todo el derecho del mundo a indignarse. Pero si quieren hacerlo como españoles lo mejor es que no se equivoquen en el mapa, se meen, pinten, griten e insulten donde les corresponde: en su país”.
La oposición “indignada” a la casta nacionalista tuvo después otro hito, cuando Artur Mas, varios consellers y la presidenta del Parlament hubieron de acceder a él en helicóptero, cercada la Cámara por manifestantes contra los recortes. Y, luego, otro agrio desencuentro por el impulso de la Generalitat a la condena a prisión de varios de aquellos “indignados”.
Aunque el 15-M cristalizó en varios proyectos, fue Podemos a nivel nacional y Guanyem Barcelona (luego En Comú Podem) y coaliciones como Catalunya Sí que es Pot en Cataluña, quienes invocaron la rebelión democrática arrebatando las instituciones a la casta para devolverlas a la gente. ¿Cómo de la bandera igualitaria fungen ahora de aliados de esta casta? Al comprometerse —dicen— los derechos políticos de los criminalmente encausados, estos estarían ahora por encima de la necesidad de su remoción de la vida pública (que era precisamente a lo que vinieron estos partidos). Ni Amnistía Internacional se cree la vulneración de esos derechos, así que descartemos tal coartada en el desentendimiento de los intereses de la gente. No, no han pospuesto la agenda social-igualitaria en pos de los derechos de nadie, sino del derribo del “régimen del 78”; el secesionismo es donde vieron la palanca más prometedora. Así hay que interpretar el desentendimiento de Colau respecto del PSC en Barcelona, o su antecedente, cuando Iglesias se desentendió del PSOE imponiendo, no una reivindicación social, sino el “imprescindible” reconocimiento del derecho a la secesión de una región con los más altos niveles de renta a despecho de la igualdad de los españoles.
Elecciones a la vista: ¿Pueden “indignados” barceloneses mear ya en Cataluña? ¿Recuerdan los acampados en Sol haber coreado alguna vez “autodeterminación”?
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