¡Taxi!
El mundo recuerda al salón de ese matrimonio que en una discusión uno optó por hacer la maleta y marcharse
Antes de grabar el programa Ilustres ignorantes, su presentador, Javier Coronas, se pasa por un bazar chino y compra alguna baratija curiosa para regalar a sus invitados. Es todo un detalle. Lo mismo hace el político Gabriel Rufián cuando tiene sesión en las Cortes. Allí lo muestra en la tribuna y elabora un discurso, confirmando la enorme influencia que sobre varias generaciones ejerció Barrio Sésamo. En ese programa un muñeco se aproximaba a la cámara y luego se distanciaba para explicarnos la diferencia entre cerca y lejos. Vertido el mayor esfuerzo en luchar por un seguidor más en Twitter, se extiende la sensación de que nuestros políticos más jóvenes están demasiado pendientes de esa encuesta permanente que excretan las redes sociales. La victoria se obtiene en ese ring por mayoría emocional, de ahí que se propongan discursos, coaliciones, vetos y leyes al chasquido del dedo. Pero no hay plato gustoso que no requiera una cocción lenta.
Pese al tremendo tufo a corrupción que cerca a Rajoy, se ganó la lealtad de Angela Merkel cuando se negó a seguir las encuestas a pie de pista que dictaban que toda elección se ganaba en casa despotricando contra ella y la UE. A largo plazo logró que el portazo de las instituciones europeas al secesionismo catalán fuera rotundo. Instalado en Bruselas, Puigdemont preside una república de la mente cuya actividad principal consiste en bañar de mierda a España, mientras los jueces belgas duermen la pelota y esperan que el partido se acabe o que el alma mediterránea de los exiliados se harte de los días nublados. La aspiración de la Agencia Europea del Medicamento no era tanto para rentabilizar su sede oficial sino para tomárnoslo todo. Compréndanlo.
Y el resto no está mejor. Trump y Kim Jong se tildan de viejo chocho y gordo y bajito mientras presumen de armas nucleares como el tonto del colegio exigía ser delantero y capitán porque era suya la pelota. Duterte, Maduro, la escalada fascista, el Brasil evangelista y Mugabe, que resiste un golpe de Estado porque a cierta edad te crece caparazón como a las tortugas. El mundo recuerda al salón de ese matrimonio del que se contaba que en una discusión a altas horas de la noche, uno de ellos optó por hacer la maleta y marcharse a la calle. Pero tras casi una hora infructuosa donde no encontró ningún taxi, regresó al piso y su pareja le recibió con un esperanzado: “¿Vuelves?”. A lo que el otro contestó: “No, es que no hay taxi”. Pues eso nos pasa. ¿Somos idiotas? No, es que no hay taxi.
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