Salute Yal Banot, melodías de un humanismo feminista
Once mujeres sudanesas quieren acabar a través de la música con las desigualdades de uno de los países con más disparidad de género
El pasado 12 de agosto fallecía la activista y feminista sudanesa Fatima Ahmed Ibrahim, la primera mujer parlamentaria de África y Oriente Medio, tras ser elegida diputada en Sudán en 1965. Más de medio siglo después de aquel hito, la situación de las mujeres y niñas de su país sigue siendo sumamente crítica. Este Estado limítrofe entre el África Subsahariana y el Magreb es uno de los cinco de Naciones Unidas que aún no han ratificado la convención para acabar con la discriminación contra la mujer. Pero la lucha de Fatima no ha sido en vano, y la llama feminista sigue viva en uno de los países con más desigualdad de género.
“La mujer sudanesa, desde el día en que nace hasta el día de su muerte, es sometida a diferentes formas de subordinación que inconscientemente acepta como naturales”, critica Alaa El-Dishuni, una de las componentes de Salute Yal Bannot. Es el primer grupo de activistas compuesto enteramente por mujeres, y utiliza la música para combatir toda forma de injusticia y desigualdad en su país.
Todo se remonta a 2013, cuando el instituto Goethe (la institución de promoción de la cultura alemana) de Jartum inició el programa Yalla! Khartum (¡vamos! Jartum). Era un espacio donde niños, jóvenes y artistas de la capital sudanesa podrían expresarse y participar del intercambio cultural con artistas extranjeros. El éxito propició que el proyecto adquiriera vida propia y se convirtiera el pasado mes de febrero en un instituto de artes y culturas.
"Las niñas y las mujeres más jóvenes del país, en especial, necesitaban espacios para desarrollar sus talentos y sentirse empoderada", explica Larissa Diana-Fuhrmann, programadora cultural del instituto Goethe. "Pero en general, los jóvenes de Sudán tienen poco que hacer en su tiempo libre más allá de deberes, participación en la vida familiar o tareas domésticas. Nacimos para capacitar a una joven generación sudanesa para que sea activa, exprese sus ideas creativas y presente su trabajo de manera profesional a la sociedad”, añade.
De esta forma, el skate, el arte urbano o la música se empezaron a convertir en Jartum en herramientas de transformación comunitaria. Pero el foco más importante ha estado, desde el inicio, sobre las chicas, cuyo proyecto más interesante es un grupo de música que sirve para expresar su malestar en un Estado donde una de cada tres jóvenes se casa antes de los 18 años, y la edad legal del matrimonio es la más baja de todo África: 10 años.
“Vimos que juntas somos audibles, se nos ve, inspiramos”
En un taller impartido por la rapera norteamericana Akua Naru en 2015, donde algunas de las chicas se dieron cuenta del potencial de transformación positiva que esa unión podía representar. “Vimos que juntas somos audibles, se nos ve, inspiramos”, asegura Sarra Solo, la más veterana del grupo.
Después vino el bautizo. “Decidimos llamarnos Salute Yal Bannot, que significa honrar a las niñas en árabe. El nombre fue elegido como lema para expresar los temas que tratamos en nuestras canciones”, cuenta Alaa El-Dishouni, una de las chicas más jóvenes de la banda. A lo que Sarra añade: “Cantamos sobre la identidad, el feminismo, el negrismo, el bienestar, el africanismo, el abuso, el amor, la paz, la autoestima, la unidad, el orgullo, la vergüenza, la fuerza...”.
Melodías para unas, martillazos para otros
Según una investigación de ONU Mujeres, Sudán es hoy el segundo país africano con más desigualdad de género. Aunque un 96% de las encuestadas dice trabajar más de 40 horas semanales en actividades domésticas no remuneradas, solo un 31% tiene un empleo formal. Y distintos grupos de derechos humanos denuncian el maltrato institucionalizado por parte del Gobierno sudanés hacia las mujeres. En 2015, por ejemplo, 12 chicas se salvaron por poco de recibir 40 latigazos por llevar pantalones. En este contexto, el proyecto fue recibido con hostilidad y como un desafío a los sectores más conservadores y represivos de la sociedad. Las melodías de Salute Yal Banot fueron recibidas por algunos como martillazos.
“Una de las chicas de la banda recibió un ultimátum por parte de su familia y le dijeron que si no dejaba de cantar debería irse de casa”, explica Sarra, muy indignada. "Otra fue golpeada en medio de la noche después de una discusión de tres horas con sus padres sobre su deseo de participar en la banda", añade. El argumento de la familia era que la música y el arte van contra la religión y las tradiciones. Decían que el ambiente del arte es promiscuo, lleno de drogas y que esto afectaría a su capacidad para casarse.
Ante el estigma y la fuerte presión social, muchas de las componentes de la banda han tenido que enfrentarse a su entorno más directo para poder tocar un instrumento y alzar la voz contra las actitudes discriminatorias que imposibilitan a las mujeres tomar las riendas de su vida. “Al principio nos tuvimos que enfrentar a ciertas reacciones desafiantes. Pero cuando se dan cuenta de que estamos luchando por asuntos que nos preocupan y nos incumben, poco a poco la sociedad comienza a aceptar nuestra existencia. Mucha gente ya ha empezado a animarnos, y recibimos invitaciones y ofertas para participar en diferentes eventos. Es una cuestión de tiempo”, dice Alaa desde una postura más optimista.
La joven se inspira en figuras como la propia Fatima Ahmed Ibrahim, el poeta sudanés Mahjoub Sharief o el escritor brasileño Paulo Coelho, y proclama que su música es "un mensaje de amor, de vida, de paz y humanidad". Las chicas, que prefieren autodenominarse humanistas feministas, provienen de grupos culturales, étnicos y religiosos diferentes. "Esto ha nutrido nuestra música y cumplido nuestro deseo de acercar las diferencias sociales y orientaciones distintas. Representamos un buen ejemplo de cómo la diversidad favorece la creatividad y el desarrollo, y que cada ser humano tiene un sabor particular para añadir a la receta de la vida. Nuestro sueño es, algún día, ver esta solidaridad en todas partes de nuestro amado Sudán", agrega.
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