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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La sombra rusa de Trump

La caída del director de campaña del presidente acusado de conspiración contra EE UU pone en dificultades a la Casa Blanca

Paul Manafort, el jefe de la campaña presidencial de Donald Trump.
Paul Manafort, el jefe de la campaña presidencial de Donald Trump.ELSA (AFP)

La posible influencia rusa en las elecciones presidenciales que llevaron a Donald Trump a la Casa Blanca, lejos de diluirse con el paso de los meses, se perfila cada vez con más nitidez en lo que puede desembocar en uno de los mayores escándalos políticos de la historia de EE UU.

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La entrega voluntaria al FBI de quien fuera uno de los hombres fuertes de Trump, Paul Manafort, exdirector de su campaña, supone un salto cualitativo de gran trascendencia a la hora de aclarar el verdadero papel que jugó el Kremlin en su victoria. También abre la vía para entender algunas de las decisiones de política exterior que Trump ha tomado desde su llegada a la Casa Blanca, especialmente en lo relativo a la sintonía personal mostrada con Vladimir Putin y la relación especial con Rusia.

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Manafort —y su socio Rick Gates, quien también se ha entregado a los agentes federales— está acusado formalmente de doce delitos cometidos como asesor del entonces presidente ucraniano Victor Yanukovich, aliado de Putin. Pero entre los cargos que pesan contra los detenidos destaca el de conspiración contra EE UU. Que el actual presidente pusiera su elección en manos de una persona de estas características es, en el mejor de los casos, una decisión tan desafortunada como peligrosa.

Pero lo verdaderamente inculpatorio para la presidencia de Trump es que las acusaciones están incluidas en la macroinvestigación que desde el pasado mayo realiza el fiscal especial Robert Mueller para averiguar si hubo algún tipo de coordinación entre Moscú y el equipo de campaña del actual presidente para evitar la victoria de la candidata demócrata Hillary Clinton.

Cuando los que empiezan a caer son sus hombres de confianza, Trump no puede seguir diciendo que todo es una conspiración de la izquierda y los medios. EE UU y sus aliados esperan una explicación.

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