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Juego limpio, también entre los padres en la grada

Los comportamientos violentos y agresivos de los progenitores, mientras el niño practica deporte, pueden ser reproducidos por estos en un futuro

Ha llegado el colegio y con él, las extraescolares. Y muchos eligen el deporte. Un mes, el de octubre, en el que los centros deportivos abrirán sus puertas para acoger a cientos de niños y jóvenes que buscan con su actividad elegida, entre otras cosas, divertirse, sociabilizar, hacer ejercicio, perder la timidez o alcanzar el sueño de convertirse en el nuevo ídolo del deporte que han escogido. Acompañándoles, padres, abuelos o amigos estarán presentes en las gradas para apoyarles durante sus horas de entrenamiento. Una tarea que en la mayoría de los deportes continúa durante el fin de semana, cuando se disputan las competiciones, y que lamentablemente son escenario, en demasiadas ocasiones, de enfrentamientos e incidentes violentos entre los acompañantes de los jóvenes deportistas.

En opinión de Alejo García-Naveira, coordinador de la sección Psicología del Deporte del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, para frenar la aparición de este tipo de episodios violentos, las instituciones deportivas deberían tener escuelas de padres lideradas por psicólogos del deporte, “para “entrenarlos” en actitudes, valores y conductas”. Además, añade García-Naveira, “tiene que haber un régimen y/o normativa de comportamiento para padres, con sus correspondientes consecuencias en el caso que no se cumpla, como puede ser la expulsión de la actividad deportiva, en el que además se evalúe la posible reinserción a la misma”. En relación al rol que deben mostrar los padres antes sus hijos durante su práctica deportiva, García-Naveira manifiesta que tiene que haber una aceptación y compromiso respecto a su rol en relación al deporte de su hijo y no querer hacer cosas que no son de su competencia. Por ello, según García-Naveira, “los padres deben ocuparse de los pagos de la actividad, los desplazamientos, la alimentación y el descanso. Deportivamente, deben ceder la formación o entrenamiento deportivo al entrenador, sentarse en la zona de los espectadores, mantener un comportamiento ejemplar y animar a su hijo tanto en los buenos como en los malos momentos”. Además, Garcia-Naveira apunta que a los padres no hay que marginarles ni prohibirles el acceso a las instalaciones deportivas, pero “sí, integrarles y educarles”.

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Naciones Unidas ya recoge una referencia explícita al derecho que asiste a los niños y niñas a practicar deporte en un entorno seguro y saludable bajo la supervisión de adultos cualificados en su Convención sobre los Derechos del Niño (1989). Esta declaración de intenciones, que se materializa en el Código de Ética Deportiva del Consejo de Europa, representa el compromiso de los mandatarios europeos responsables del deporte de promover programas de formación que, además de mejorar la condición física y procurar diversión y distracción, potencien el respeto, la igualdad y la deportividad.

Enrique Cantón, coordinador de la División de Psicología de la Actividad Física y el Deporte del Consejo General de la Psicología de España (COP), indica que el deporte es una actividad que es tremendamente útil para trasladar y reforzar determinados valores, así como para fomentar ideas relevantes que guíen nuestro comportamiento, tanto dentro como fuera de los lugares de entrenamiento y competición, pero subraya que “no podemos pretender que lo que se aprende, es decir, los valores que fomentamos, sean prosociales y saludables de manera automática. Y, en ocasiones, podemos mandar mensajes contradictorios”.

El coordinador de la COP advierte que “podemos transmitir valores que no sean del todo claros dependiendo de lo que vayamos mostrando mediante nuestras actitudes, expresiones verbales y comportamientos”. Así que, tal y como apunta Cantón, “en primer lugar, hay que tener claros los valores y, en segundo lugar, huir de la hipocresía de querer fomentar unos valores adecuados, pero actuar en sentido contrario”.

Porque tal y como señalan los expertos, los comportamientos violentos y agresivos de los padres mientras el niño practica deporte pueden ser reproducidos por estos en un futuro. En este sentido, Cantón resalta que “no se podrá acabar con la mayor parte de los problemas de violencia de los menores hasta que los comportamientos de los adultos no sean los adecuados, incluyendo su influencia como modelos observados”.

Para erradicar la violencia en el deporte infantil y juvenil, tanto los centros educativos como los clubes deportivos (sea el deporte que sea) tienen un papel destacado. Sobre este punto, Ángel Sanz, Managing Partner The Crow Legacy Company, añade que los colegios deben entender que el deporte es una herramienta educativa más allá de la educación física e insiste en que “hasta que eso no ocurra, va a costar mucho ver ese cambio. Los clubes exactamente igual. Sólo 1 de cada 16.000 deportistas consiguen vivir de su deporte. Eso es algo que deberían tener en cuenta los clubes: la inmensa mayoría de sus jugadores no van a vivir del deporte; por tanto, deberían ser capaces de ofrecer algo más que ser buenos deportistas. Eso es… ser mejores personas o crecer en competencias y habilidades que van a serles útiles en el futuro como liderazgo, compañerismo, trabajo en equipo o resiliencia (por poner un ejemplo). Los colegios y los clubes están eludiendo esa responsabilidad en lo referente al deporte”.

Una responsabilidad que, según Ángel Sanz, debe hacerse extensiva a los medios de comunicación, “siendo más críticos con comportamientos poco éticos en el deporte profesional y poniendo en valor aquellos que queremos que se reproduzcan en el deporte de los más pequeños”.

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