_
_
_
_
Porque lo digo yo
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Cócteles

Esta mezcla de gente catalana era estupenda, lo mezclado sabe mejor. Mezclado, no agitado

La coctelería Boadas de Barcelona.
La coctelería Boadas de Barcelona.Massimiliano Minocri
Íñigo Domínguez

En la calle Montserrate de La Habana, un catalán abrió un garito de cócteles hace cien años y le llamó Florida. Se quedó en Floridita, las cosas se humanizan con la suavidad y los diminutivos, no tanto con la grandilocuencia. Su primo Miguel, un adolescente de Lloret de Mar, entró de camarero y pronto vio que tenía mano con los cócteles. Acabó volviendo a Barcelona y en 1933 abrió su propio bar. Pequeñajo, que hacía esquina, con aire caribeño y americano, una cosa exótica en la ciudad. Se veía que no era de allí. Le puso su apellido, Boadas. Ahí sigue, tras la república, la dictadura y la democracia. Era un buen lugar para estar tranquilo —quizá el único, porque ya ni las iglesias— el 2 de octubre. Con una manifestación estudiantil y las masas de turistas, los clientes entraban como a un refugio de montaña en la ventisca o a un camarote en la tempestad. Pedían una copa en la oscuridad y se sentaban en la barra en silencio. Nadie hablaba mucho, para qué. Pero todos pensaban en lo mismo, aunque pensar en ese momento ya era bastante más en comparación con otros. Se daban tragos y se suspiraba. Había cautela, podría llamarse educación, en no sacar el tema. Cayeron frases sueltas, se intuía que había un poco de todo, pero se prefería la calma porque las opiniones se filtraban con lo que allí se toma la vida, con filosofía y dry martini. Era un reducto de cordura, adulto, idóneo para que a los iluminados les entren dudas y los burócratas se pongan sentimentales. Solo un señor aventuró una opinión algo tajante, sin gritar: “Ni unos ni otros. Gente nueva”. Hubo asentimientos. Algunos pidieron otra. Esta mezcla de gente catalana era estupenda, lo mezclado sabe mejor. Mezclado, no agitado.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_