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Columna
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La Familia

Les llama a todos España, como si el apellido que comparten se hubiese engullido sus nombres de pila

Concentración frente al Palacio de Justicia de Barcelona, para protestar por la operación de la Guardia Civil contra los organizadores del 1-O.
Concentración frente al Palacio de Justicia de Barcelona, para protestar por la operación de la Guardia Civil contra los organizadores del 1-O.Andreu Dalmau (EFE)

España no está casada con nadie. España es el apellido que llevan tras de sí cada uno de los nombres de las comunidades autónomas. Si queremos trasladar la emocionalidad de los debates rupturistas a planos simbólicos, tenemos que imaginarnos a un montón de hermanos compartiendo una gran casa. Hermanos con diferentes nombres, con personalidades únicas y sus curiosas peculiaridades, con su temperamento y su forma de ser. Una familia numerosa de muchos hermanos que se apellidan España. Como todas las familias hay altos y bajos en la convivencia cotidiana. Unos se llevan mejor que otros, no podemos negarlo. Esas afinidades van por temporadas, así son las dinámicas entre parientes. Porque son un montón de hermanos los que componen la familia España, y comparten un piso estupendo, soleado y rodeado de playas. En su cocina inmensa hay siempre buenos platos. Dicen que en la casa de los España es donde mejor se come del mundo. No seré yo quien lo niegue, tenemos que reconocer que medio universo está deseando pasar sus vacaciones en esa casa. Allí todos los hermanos tienen una amplia habitación independiente con baño decorada a su gusto, pero deben compartir salón, cocina y pasillo. No hay duda de que la casa puede admitir reformas para que todos quepan en la cocina y no se tengan que hacer turnos durante las comidas. Si se ampliara el salón podríamos hacer grandes fiestas e invitar a los vecinos. Esta familia tiene temperamento afable y a la hora de saber disfrutar de la vida, son los primeros. Pero resulta que uno de ellos se quiere quitar el apellido, y ya no reconoce al resto de sus hermanos. Les llama a todos España, como si el apellido que comparten se hubiese engullido sus nombres de pila. Mira a sus hermanos y ve un mismo rostro. Apela a la ruptura y amenaza con tabicar su dormitorio, llevarse la nevera y la mitad de la librería con el pasillo. También quiere la parte del salón con el aparador de la bisabuela a la que reivindica como suya mientras repudia su apellido y ya no identifica a sus hermanos. Menudo drama familiar, uno de ellos quiere renunciar a la fraternidad. Ha olvidado los años de la infancia, se ha olvidado de que ha crecido con ellos, que son parte de su vida, que tienen la misma sangre, que son hijos de los mismos padres. Tantos hermanos, tantos nombres, y no se acuerda de ninguno, todos son ahora el rostro de un mismo ser, una especie de marido estrafalario al que llama facha represor. Cómo sufren todos los hermanos mientras contemplan pesarosos a su hermano querido que ya no les reconoce.

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