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El sueño de la libertad

Walé Asongwaka, de 21 años, pasó tres de reclusión sin su marido y con el resto de madres primerizas de la tribu ekonda para criar a su bebé. Sueña con volar en avión.
Walé Asongwaka, de 21 años, pasó tres de reclusión sin su marido y con el resto de madres primerizas de la tribu ekonda para criar a su bebé. Sueña con volar en avión.Diego Mir

SON CONOCIDAS como las walés (las mujeres que amamantan). Pertenecen a la tribu pigmea de los ekonda. Bajo la sola compañía de otras féminas y cubiertas a diario por un polvo rojo que baña todo su cuerpo, son honradas como dignas madres de un primogénito, quien, sin tener en cuenta su sexo, pasará a ser cabeza de una familia o de un clan. Las walés son liberadas de las tareas domésticas y del campo para dedicarse con primor al cuidado del recién nacido, pero no tienen permitido abandonar la casa de sus padres durante los primeros seis meses de su maternidad. Después quedan al cuidado de las otras mujeres del poblado y viven en semirreclusión. Durante esa estancia, que puede durar años, tienen estrictamente prohibido ver a sus maridos. El semen es considerado tóxico para el niño, quien lo podría ingerir durante la lactancia. Tampoco les permiten comer en presencia de otros. Su particular cautiverio durará hasta que su familia o marido consigan almacenar una docena de objetos valiosos para la tribu. Es entonces cuando se celebra una ceremonia de danzas y canciones con las que ponen fin a su aislamiento. Entre ellas existe una especie de competición por ver quién compondrá el mejor estribillo. Unas letras que suelen tratar con dolor y humor sus vivencias.

Walé Epanza Makita, de 19 años, lleva uno en cautiverio. Le gusta sentirse como un murciélago, un animal venerado por los pigmeos al ser el único mamífero volador.pulsa en la fotoWalé Epanza Makita, de 19 años, lleva uno en cautiverio. Le gusta sentirse como un murciélago, un animal venerado por los pigmeos al ser el único mamífero volador.

Inspirado por el ritual, y consciente de la riqueza de las tradiciones tribales, Patrick Willocq documentó este “hermoso tributo a la maternidad, a la fertilidad y a la feminidad”. Con la colaboración de algunos miembros de la tribu, construyó imaginativas escenografías que luego fotografió. Cada walé se convierte en protagonista de su propia historia. Songs of the Walés (el canto a las walés), de la editorial Kehrer Verlag, recoge esta fresca interpretación de las costumbres africanas, que va más allá del cliché estereotipado y pesimista que con frecuencia se ofrece del continente. —

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