_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Bajo la lupa de la trumpología

El presidente de EE UU exhibe en Naciones Unidas su belicismo y unilateralismo

El presidente de EE UU Donald Trump durante su discurso en la asamblea general de Naciones Unidas el pasado 19 de septiembre.Vídeo: Brendan McDermid (Reuters)
Lluís Bassets

Por primera vez no basta la plantilla habitual para entender un discurso de Donald Trump. La trumpología, o arte de comprender el objeto denominado Trump, acaba de encontrarse con una complicación adicional después de nueve meses de carril fijo, centrado en una personalidad narcisista, infantil y arrogante, compulsiva en las redes sociales y amante de la agresión verbal y del exabrupto.

Más información
Macron se erige en líder antitético de Trump con su defensa del clima y el pacto con Irán
Las claves de la primera asamblea de la ONU de Trump

Sus palabras ante la asamblea general de Naciones Unidas han sido el motivo de las novedades que dicen haber encontrado los intérpretes del trumpismo, buscadores de los menores indicios respecto a los designios secretos de la Casa Blanca, como hacían los kremlinólogos en tiempos de la guerra fría respecto al poder soviético.

Destaca de entrada la convencionalidad del discurso, insólitamente presidencial al decir de los comentaristas conservadores. Hubo dos estocadas para el sistema de la ONU: su exhibición belicista en el foro dedicado a promover el buen entendimiento y la paz, con su siniestra amenaza de “destruir totalmente” un país como Corea del Norte; y su reivindicación unilateralista del interés nacional en el templo del multilateralismo. También dos muestras de desinterés: por la suerte de los rohingyas en Myanmar, víctimas de persecución y al borde del genocidio; y por el proceso de paz en Oriente Próximo. Y una señal inquietante: la feroz descalificación del acuerdo nuclear con Irán, cuyo fracaso podría desembocar en una situación similar a la que ahora hay que lidiar con Corea del Norte.

Llama la atención la acogida al menos benévola que han tenido sus palabras en las filas republicanas. Hay quien ha querido encontrar ecos de Harry Truman en los tiempos fundacionales del actual orden internacional. Otros han hallado los de George W. Bush con su eje del mal, en el que ahora ha ingresado Venezuela. Otros más, han visto la inspiración directa de Ronald Reagan, especialmente en su descalificación del socialismo venezolano no por sus errores sino por su acierto en aplicar una ideología intrínsecamente errónea.

Contribuye a esta impresión la influencia de Nikki Haley, la embajadora de EE UU en la ONU y estrella ascendente de la diplomacia estadounidense, que ha conseguido ceñir al presidente a una agenda internacional republicana. Con el secretario de Estado Rex Tillerson desaparecido, Haley es quien absorbe ahora buena parte del protagonismo exterior.

El discurso refleja los movimientos internos en el gobierno trumpista, en el que está de capa caída la extrema derecha racista y alt right o derecha alternativa, después del alejamiento de Steven Bannon, el ex estratega presidencial y en buena parte ideólogo de la disrupción. El momento es especial: el fiscal Robert Mueller, encargado de investigar la intromisión de Rusia en la Casa Blanca, está avanzando; y nadie consigue frenar el caos del equipo presidencial, en el que se han producido destituciones y nombramientos a puñados, hasta el punto de que se espera ahora que sea el propio yerno de Trump, Jared Kushner, el que se descabalgue para evitar la extensión del escándalo del espionaje ruso. La trumpología tiene un gran porvenir por delante.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_