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Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

Lo que Zainab calla

Un laboratorio barcelonés inventa la máquina de tiempo hacia la infancia

Máquina del tiempo de Domestic Data Streamers.
Máquina del tiempo de Domestic Data Streamers. Domestic Data Streamers

Como la memoria es frágil, me hubiera gustado guardar más información sobre mi infancia. Pero no me refiero a tener más fotos, videos o todos los dibujos que hice con los plastidecor. Ahora querría saber cuántas veces le dije a mi padre que le quería, cuántas horas invertí en limpiar la casa para que mi madre no lo hiciera, cuántas páginas de cuentos me leyeron, a cuántas muñecas descabecé, cuántas veces dije me aburro, cuántos... bueno, creo que ya lo habéis entendido.

Cuando decimos que no escuchamos a los niños y a las niñas es verdad y es mentira. Las madres y los padres diremos que no hacemos otra cosa que pasar el día hablando con ellos. Pero esa información que los niños y las niñas depositan en nosotros no traspasa el ámbito privado en el que les criamos y además se diluye en nuestra desmemoria senil. Por otro lado, los cerebros de esos niños y niñas, esos otros discos duros que podrían almacenar la memoria autobiográfica, no están fabricados para registrar datos a largo plazo durante los primeros siete años de vida.

Por eso, cuando digo que es verdad en parte que no escuchamos a la infancia, lo hago desde la comunidad, que igual que habla con una voz colectiva, escucha con una oreja colectiva. Y guarda, salva, graba, una historia colectiva: nuestro relato como sociedad, en el cual los niños y las niñas son personajes secundarios con poca línea en el guion.

"A menudo, los niños y las niñas no son escuchados porque hay una falta de 'data' que les dé voz". Eso dice el laboratorio de comunicación social y artística, basada en datos, Domestica Data Streamers. Por encargo de Unicef pensaron sobre ello y fabricaron una máquina del tiempo. Porque, si lamentaras no haber registrado toda aquella información sobre tu infancia, ¿no volverías atrás para recolectarla y utilizarla hoy en día? Yo lo haría.

La Máquina del Tiempo de los barceloneses Domestic Data Streamers se instaló en el vestíbulo del edificio de la ONU durante la Asamblea General de septiembre de 2016. El propio Ban Ki-Moon se metió en ella y viajó a su infancia. Contra todo pronóstico, la tecnología que necesitábamos para viajar en el tiempo no era tan sofisticada como imaginábamos en el pasado. La cabina de Domestic Data Streamers no tenía detrás un DeLorean ni un reactor nuclear. Lo que tenía era un programa informático que recogía datos como el ritmo cardiaco, el tiempo de reacción a una pregunta, la opción de respuesta a otra, etc.

Vale. ¿Pero cómo vuelvo yo a 1982, cuando mi padre quería ver los partidos de fútbol mientras yo insistía en jugar a las conferencias (sí, yo jugaba a eso) ante un público irremediablemente imaginario?

Domestic Data Streamers dio con una gasolina más poderosa que el plutonio que hacía viajar al DeLorean: la música. Los latidos del corazón se convierten en la base rítmica de la canción. Cada capa instrumental es la visualización de un registro de información de esa base de datos sobre nuestros recuerdos de infancia. Cada canción es diferente porque cada infancia lo es. ¿Y qué hace la Máquina del Tiempo cuando no guardo en mi memoria información para responder a alguna de esas preguntas? Pues inserta silencio en la canción.

El silencio es la mejor metáfora para la falta de información. Y aquellos mandatarios que pasaron por esta extraordinaria cabina se dieron cuenta de que, como sugería Unicef, no escuchamos, colectivamente, a la infancia. Y, por supuesto, no se trata de escuchar por escuchar. Luego algo hay que hacer con esos datos. Algo responsable. Algo diferente.

Pau y Paul de Domestic Data Streamers hablaron de esta instalación, Making visible the invisible, durante Visualizar, el taller de visualización de datos sobre migraciones que organiza Medialab-Prado en Madrid. Uno de los proyectos que se están trabajando en este taller de periodismo de datos ha decidido fijarse también en la infancia, prestando atención a los menores refugiados de la guerra de Siria. ¿Por qué? Para tratar a los números como personas y no a las personas como cantidades. Porque escuchar a los datos no es oír el número de miles de menores con vidas migradas sino entender la historia de Zainab, la niña protagonista de este proyecto.

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