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Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

La amenaza no es el Islam

Los ataques islamófobos aumentaron en 2016 un 106 % respecto a 2015 en España

Protesta silenciosa contra la islamofobia en Union Station, Washington DC.
Protesta silenciosa contra la islamofobia en Union Station, Washington DC. Lorie Shaull

Desde hace unos meses en la Fundación porCausa nos hemos acercado al desconocido mundo de la neurociencia aplicada de la mano de la gente de Thisness. La neurociencia analiza, entre otras cosas, el comportamiento de esa parte de nuestro cerebro que se escapa a nuestro control racional. A muy pocos de nosotros se nos ocurre que muchas de las ideas que creemos propias son el resultado de la suma de una decisión consciente y un subconsciente marcado por nuestras vivencias y otras informaciones adquiridas. Como dice el psicólogo premio Nobel de Economía Daniel Kahneman: “podemos estar ciegos ante lo obvio y, al mismo tiempo, no ver nuestra ceguera”.

Cuando tuvo lugar el atentado de Barcelona se incrementó la cantidad de argumentos en contra de la comunidad musulmana. Pero no se trata de un hecho aislado sino una consolidación de una tendencia creciente en Europa y en España. Según la Plataforma Ciudadana contra la Islamofobia, los incidentes islamófobos en 2016 en España se han incrementado un 106 % respecto al año 2015. Y esto antes del atentado. Entre los agredidos están principalmente mujeres y niños.

Sin embargo, aún siendo esto de máxima gravedad, me parece mucho más peligroso el discurso blando que justifica la ideología que hay detrás de los ataques que la propia agresión. Porque conscientemente no hay mucha gente que permitiría que pegaran a una niña o a una mujer enfrente a ella por llevar un hiyab. Sin embargo, es muy probable que la gran mayoría de los no musulmanes de este país considere que varios o todos de estos argumentos son válidos (les sugiero que se prueben a sí mismos):

1. El Islam es un bloque monolítico, estático y refractario al cambio.

2. El Islam es radicalmente distinto de otras religiones y culturas, con las que no comparte valores y/o influencias.

3. El Islam es inferior a la cultura occidental: primitivo, irracional, bárbaro y sexista.

4. El Islam es, per se, violento y hostil, propenso al racismo y al choque de civilizaciones.

5. En el Islam, la ideología política y la religión están íntimamente unidos.

Estas afirmaciones son parte de las ocho características que definen la islamofobia según Runnymede Trust. Todas son falsas para el Islam del mismo modo que lo son para el resto de las religiones. Se trata de unos argumentos demagógicos que permiten naturalizar la hostilidad hacia un grupo concreto de personas. Y, aun siendo una serie de generalizaciones sin sentido, se están colando en el espacio de debate político e informativo nacional y Europeo, hasta el punto de que la opinión pública los llega a aceptar como válidos sin conocer en absoluto en qué consisten el islam y su expresión religiosa.

El otro día yo misma me quedé muy impresionada cuando al leer el maravilloso hilo del joven periodista Youssef Ouled descubrí que la Yihad es un término que no tiene nada que ver con la acepción que se le está dando, y no implica en absoluto violencia. Pero lo peor es que estuve discutiendo del asunto con una amiga durante un rato largo porque ella insistía en que si era un término absolutamente violento sin saber del Islam y los musulmanes más que lo que ha leído en la prensa, le han contado o ha creído percibir en entornos en los que se ha cruzado con ellos.

En definitiva, tenemos que tener cuidado con lo que leemos y lo que damos por válido y sobre todo con lo que creemos que sabemos. El subconsciente está ahí marcándonos el espacio. También muchos intereses socioeconómicos. No podemos hablar de otras culturas, etnias o religiones sin habernos tomado la molestia de conocerlas. Estigmatizar a una religión ya se hizo hace 80 años en Europa y creo que no es necesario que recuerde los resultados. Así que de nuevo vuelvo con mi eterna cantinela, no es posible que no hayamos aprendido de los errores pasados, ¿verdad?

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