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Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

¿Estamos igual que en 1942?

No podemos permitir que el terror abra la veda de una demagogia falta de ética

Baldosas de la Rambla de Barcelona tras el atentado.
Baldosas de la Rambla de Barcelona tras el atentado.Rosana Poza

No se sabía cuántos muertos había habido en las Ramblas cuando yo ya estaba recibiendo los primeros mensajes antiislamistas por mis redes sociales privadas. Apenas habían pasado 24 horas y mi compañero Gonzalo Fanjul ya se había salido de algún chat personal porque los mensajes eran además xenófobos. No voy a hacer un repaso exhaustivo de los tuits islamófobos y xenófobos de varios periodistas de bastante renombre. Y luego llegaron las editoriales incompresibles.

Cuando el pasado octubre hicimos las encuestas de percepción sobre la migración con Metroscopia, los analistas nos advirtieron de la volubilidad de los datos. La simpatía para con el inmigrante se incrementa cuando suceden hechos como los de la muerte de Aylan, y disminuye cuando hay atentados. En general, España es un país de acogida. Es una minoría, muy por debajo de un tercio de la población, la que rechaza conscientemente al inmigrante o al extranjero. Luego hay un gran número de indecisos y una solida mayoría, superior al tercio, que no tiene dudas y aceptan a los extranjeros sin la menor duda.

Dicho esto, nos encontramos en un momento histórico complicado. Es sin duda un momento crítico y de cambio que se lleva expresando de diversas formas durante los últimos años. Desde el cambio tecnológico que ha marcado el cambio en la comunicación y por ende en las relaciones sociales, hasta el cambio económico con la gran crisis y el cambio social, con un mundo cada vez más poblado y cada vez más homogéneo.

Y en todo este conjunto de cambios resurgen ideas del pasado recauchutadas. De entre ellas los discursos que marcan distinciones entre personas, otorgándoles derechos fundamentales en función de su raza o de su país de origen y su estatus social. Los discursos son básicamente antimigratorios, nacionalistas y, ahora también, antireligiosos; y sus bases son muy clásicas, como muestra el impresionante vídeo de Al Jazeera, que recupera un documental producido en 1942 por el gobierno americano para alertar de la retórica fascista y que deben ver en su Facebook. Son los mismos mensajes pero hace 80 años. El vídeo se podría extrapolar casi por completo.

El atentado de Barcelona nos ha golpeado muy fuerte. La sensación de indefensión y de injusticia te encogen el alma, como siempre lo han hecho los atentados terroristas de cualquier índole. Es lo que tiene el terrorismo, que hace honor a su nombre y siembra el terror, para eso se practica. Dicho esto, no podemos permitir que un acto de este tipo abra la veda de una demagogia falta de ética que nos lleve a olvidarnos de que tipo de sociedad queremos ser. En nuestro país por desgracia tenemos una larga experiencia de lucha contra el terrorismo y sabemos que los actos de unos pocos individuos no se pueden generalizar a un colectivo. Ahora, más que nunca, tenemos que recordar de dónde venimos y dónde queremos estar, tenemos que luchar por defender esos derechos humanos que tanto nos ha costado conseguir. Luchar con la palabra, desde la tranquilidad y la razón, recordando que la diversidad, más que una amenaza, engrandece y permite evolucionar y sobrevivir.

En porCausa estamos preocupados. Nunca hasta ahora habíamos percibido tanta virulencia en los mensajes y tanta tensión en el ambiente. Es posible que nos encontremos en uno de esos momentos críticos que marcan la historia de un país y de un pueblo. Tengámoslo presente y hagamos lo que esté en nuestra mano para que cuando volvamos la vista atrás dentro de unos años, sea con el orgullo de haber conseguido una sociedad plural, solidaria y diversa, y no todo lo contrario.

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