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Columna
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La Ínsula de Barataria

Soñé que Don Quijote anda convencido de que Sancho se irá pronto a gobernar la nueva República Catalana

Puigdemont abraza a Artur Mas.
Puigdemont abraza a Artur Mas.LLUIS GENE (AFP)

He tenido un sueño. Se me apareció el Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha y me confundió con Sancho. Yo andaba con mis gestas americanas y mis trifulcas con los malvados que acosan a los débiles sin documentos y no supe cómo reaccionar. Estaba tan sorprendida con esta aparición que no quise contradecirle, y cada vez que Don Quijote me decía, “amigo Sancho”, yo asentía con la cabeza. A veces los sueños son visionarios y siendo Don Quijote el dios de mi religión, lo escuché con muchísima atención mientras tomaba notas mentalmente.

Al parecer Don Quijote anda convencido de que Sancho se irá pronto a gobernar la nueva República Catalana. Me confunde a mí con Sancho, y confunde la Ínsula de Barataria con la República Catalana. Menudo embrollo pensé aturdida. Pero supe que en todo este absurdo malentendido tendría que haber un sedimento de verdad iluminada y presté oídos a las palabras del viejo hombre sabio y huesudo.

Amigo Sancho, “Tú, que para mí sin duda alguna eres un porro “(ojo, le estaba llamando persona torpe, ruda y necia), “sin madrugar ni trasnochar y sin hacer diligencia alguna, con solo el aliento que te ha tocado de la andante caballería, sin más ni más te ves gobernador de una República Catalana como quien no dice nada”…. Y así siguió Don Quijote enumerando una larga lista de consejos idénticos a los que dio a Sancho Panza en su día. Pero donde debía decir Ínsula de Barataria decía República Catalana y me miraba a mí, que creo soy tan necia, tan torpe y tan ruda como Sancho. Y yo allí mirándolo, mientras por el rabillo del ojo trataba de encontrar al duque, a la duquesa, y a todo aquel séquito que se rieron en su día del pobre Sancho y de Don Quijote y les hicieron creer en la dichosa ínsula de Barataria. Cuál fue mi sorpresa que el duque era Carles Puigdemont acompañado de Oriol Junqueras y la duquesa Anna Gabriel y el mayordomo nada menos que Artur Mas.

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Lo juro, fue un sueño tan real como éste presente en donde lo narro. Se sucedieron escenas novelescas, capítulos conocidos por todos. Al final de aquel sueño vi las cosas con claridad: Barataria o aquella República Catalana eran el invento de unos duques maledicentes y su séquito. Se aprovechaban de los crédulos visionarios y querían burlarse de la bondad, a veces ingenua, de los soñadores como Don Quijote y de la gente sencilla como yo o Sancho Panza.

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