Cómo dejar claro en la oficina que aquí manda usted sin decir ni una palabra
¿Ha llegado la hora de dejar de ser un machaca y que le nombren jefe de departamento? Pruebe con estos gestos
Llega el final de las vacaciones y vuelve a la oficina con el ánimo renovado y con ganas de comerse el mundo. Usted es un currito que pasa horas y horas en el despacho y cree que le ha llegado la hora de dejar de ser un machaca y que lo fichen como jefe de departamento. Pero hay un problema. Aunque su talento para el trabajo sea brillante, su cuerpo no expresa lo mismo. Su timidez le hace bajar la cabeza y desviar la mirada cuando los compañeros le dirigen la palabra, y se atrinchera detrás de la mesa, encoge su cuerpo y le tiembla la voz cuando expone ante el jefe un nuevo proyecto. Es decir, sus gestos corporales están muy lejos de que le tomen por un líder.
El lenguaje no verbal tiene mucho que decir en el éxito de sus relaciones con los demás, como advierte desde hace años la psicología. Para los que no cuentan con el carisma innato de los que se meten a todo el mundo en el bolsillo, existe un kit de trucos a base de movimientos corporales que le pueden ayudar a proyectar una imagen de poder aunque nunca haya sido el rey del mambo.
Investigaciones como el de la especialista en ciencia de la conducta y psicología biológica y social, Dana R. Carney, profesora de la Universidad de California, indican que las posturas expansivas, aquellas que separan las extremidades del cuerpo, hacen sentirse a las personas más poderosas, al llevar aparejados un mayor nivel de testosterona y menor de nivel de cortisol, la hormona del estrés, característicos la seguridad que emana del líder, según los autores del estudio. Esos cambios neuroendocrinos también modifican el comportamiento de la persona: se concentra y piensa con mayor claridad, además de protegerse de la respuesta fisiológica a la ansiedad, tan favorable en una entrevista de trabajo o en el ascenso a mejores puestos de trabajo.
“Los cambios se producen en ambas direcciones, de dentro hacia fuera pero también desde fuera hacia dentro, aunque los primeros son infinitamente más duraderos y consistentes en el tiempo. Esto nos indica que nacemos con un tipo de cerebro y de personalidad, y podemos variar estas características a nivel general solo un 20%. Ese porcentaje no podrá convertirnos en un líder si no tenemos un cerebro preparado para ello, pero la buena noticia es que en algunas personas puede significar la diferencia entre ser líder o no serlo”, aprecia Javier Torregrosa, especialista en Comunicación no verbal y sinergología de NoVerbal.
Aunque existen varios tipos de líder, como los intelectuales, los empáticos o los resistentes y con capacidad de lucha, el liderazgo más aparente en nuestra sociedad es el instintivo y con capacidad de relación, señala Torregrosa. “Son personas seguras de sí mismas y que suelen tener habilidades sociales y espontáneas. Algunos de sus gestos distintivos consisten en levantar ligeramente el mentón —elevarlo demasiado revelaría prepotencia—, tienen mirada fija, postura recta y segura al caminar; y hacen muchos movimientos con las manos. Suelen coger espacio con su cuerpo con las manos elevadas o en forma de triángulo”, describe este experto en lenguaje no verbal.
Liderar sin proyectar poder, proyectar poder sin liderar
En el marco de la psicología del poder, la profesora Deborah H. Gruenfeld, de la Universidad de Stanford, entrena a los alumnos en el dominio del espacio enfocado al autocontrol a través de Acting with Power [actuar con poder], un curso a medio camino entre la psicología, el teatro y el mundo de los negocios, en el que se aconseja repetirse mantras como “Esta es mi habitación. Esta es mi mesa. Esta es mi audiencia”, a la vez que recomienda a las mujeres, especialmente a las que trabajan en ambientes masculinos como pueda ser Silicon Valley transmitir una capacidad de protección, dignidad y respeto como la reina “que se siente segura de sí misma pero que lleva la espada baja su capa”.
Para Torregrosa, no existen diferencias de género fundamentales en el poder y liderazgo. “En general, los gestos y actitudes son los mismos para mujeres y para hombres, Pero es cierto que la mujer líder suele serlo más en sus actitudes emocionales y el hombre en las de lucha y terrenales. Algunos gestos también varían. Los típicos gestos de ego y dominancia masculina son tocarse o rascarse la zona del pecho o los genitales, y de las mujeres tocarse el pelo en su parte izquierda a modo de acercamiento y seducción”, resalta este especialista.
Aunque es habitual relacionar liderazgo y proyección de poder, ambos no significan lo mismo. “Aunque el liderazgo se describe por la inteligencia, la energía física, la autoconfianza y la existencia de motivación de logro y de poder, no es una cualidad única que se posea siempre y que esté intrínsecamente asociada a una persona. Una persona puede ser reconocida como líder en un contexto y con unos determinados seguidores o subordinados y al cambiar la situación o los seguidores puede perder su capacidad de ejercer influencia”, resalta Fernando Molero, Profesor Titular de Psicología Social en Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).
Pero, ¿una persona puede ser un buen líder sin tener apariencia de poder? “Hay líderes con apariencia muy humilde, de persona del montón pero actúan y se relacionan influyendo en los demás, con una gran capacidad de persuasión o seducción pero sin apariencia de poder", señala Teresa Baró, reconocida consultora de comunicación personal. "Nosotros relacionamos el poder con la autoridad y la fuerza física. El poder lo puedes tener porque te lo ganas o porque te lo han otorgado. Puedes ser presidente de gobierno y no ser un buen líder. En las empresas también pasa, a lo mejor porque eres el hijo del dueño y tienes un cargo de gerente, no es líder pero tiene el poder de despedir a gente y firmar contratos”.
¿Cualquiera puede proyectar poder?
Cambiar de aspecto y personalidad para conquistar el poder ha sido una obsesión permanente en la historia de la humanidad. El califa omeya Abderraman III, que había nacido rubio y con ojos azules, se tiñó el pelo de negro azabache para proyectar una imagen de poder entre sus súbditos. Un ejemplo de postura expansiva es el retrato de Enrique VIII, una de las obras más conocidas de la temprana propaganda política, en la que el monarca inglés aparece con las piernas separadas, los brazos en jarra, la mirada seria, el rostro de frente y la figura envuelta en ricos tejidos para expresar el dominio de la casa Tudor.
Hoy, sin embargo, la imagen del poder apenas necesita de ornamentos. Recuerde los ejemplos de gurús tecnológicos como Steve Jobs o Mark Zuckerberg, enfundados en camiseta y vaqueros, cuyo poder no reside solo en sus fortunas, sino en su dominio del mundo que expresan a través de su naturalidad y confianza sobre el escenario en los rituales de lanzamiento de nuevos productos. “El modelo masculino tradicional representaba seriedad en el rostro, enfado y agresividad, pero ahora el poder puede tener una apariencia más amable con gran influencia en los equipos”, apunta Baró.
La apariencia o la forma de percibir el poder ha evolucionado asociándose a la fuerza física, la valentía, el coraje o la destreza con las armas, a la ostentación de bienes materiales como coches y relojes de lujo, mansiones o marcas de ropa muy caras, o la capacidad intelectual de quienes influyen sobre los demás por su inteligencia o talento.
Pero, ¿una persona sin cargo ni posesiones puede proyectar poder simplemente cuando va por la calle? Para esta experta en comunicación no verbal la respuesta es afirmativa. “Lo puede ser por su propia forma de ser y de moverse. Esta personalidad se define por tener el control de la situación, por actuar con serenidad, tratar bien a los demás, proyectar seguridad, verticalidad y simetría con su cuerpo abierto, con cabeza alta sin arrogancia y por saludar y dar la mano con firmeza y calidez. Esas personas no hacen gestos de incomodidad constantemente, no se tocan ni se ríen sin sentido –signo que delata inseguridad--, no tienen los hombros caídos ni el pecho cerrado, ya que no tienen que defenderse de nada ni cerrarse ni expresan cansancio”, señala Baró.
Con experiencia en el entrenamiento de personas extremadamente tímidas, esta especialista destaca la importancia de trabajar el movimiento corporal para mejorar las relaciones con el mundo exterior. “Más que con el lenguaje verbal, las personas se sienten cada vez más seguras trabajando el lenguaje corporal, porque un tímido procura pasar desapercibido, su ropa le camufla con colores oscuros o llevando pañuelos hasta la nariz. Al principio parece que impostan como en el teatro, pero les lleva a sentirse mejor en su nueva forma de comunicarse, sienten que son como lo que proyectan. Puede que en casa se encierren sin ver a nadie, pero cuando lo necesitan, pueden tener una vida social o laboral más satisfactoria porque proyectan más seguridad y confianza en sí mismos, incluso en situaciones donde necesitan proyectar poder, por ejemplo hablando en público”, reconoce Baró.
La cuestión clave reside, para el psicólogo y economista Alberto Peña Chavarino, especialista en psicología de la personalidad, en que, dada la forma de ser de una persona, ¿puede mostrarse diferente a como es en otras áreas de su vida? Por ejemplo, ¿si no es agresivo por naturaleza, lo puede ser dentro de su empresa? “Momentáneamente sí, pero el esfuerzo de mantenerlo es díficil. Un caso muy típico de las empresas son las mujeres que llegan a cargos ejecutivos y tienen que luchar contra hombres. Hay mujeres con carácter muy fuerte que pueden ser más potentes que otros hombres y llegar a las cotas más altas de la empresa, pero si una mujer no es así y se mete en un grupo de leones hombres y se esfuerza en ser otra leona, lo conseguirá, pero le creará mucho estrés y ansiedad. Lo mejor es que cada uno ejerza el liderazgo de acuerdo a su personalidad, y si no encaja en un sitio y tiene la posibilidad de cambiar, mejor que cambie”, sugiere este especialista en coaching.
“He conocido empresas en las que mujeres no imponentes ni agresivas han ejercido puestos altos con cualidades que otros hombres no tenían, por ejemplo, tener mano izquierda, saber hablar y vender. Hay muchas formas de ejercer el liderazgo. También he conocido tipos que dirigían empresas y que no eran especialmente brillantes, pero eran muy pacificadores y tranquilos. Aunque no son muy virtuosos, ni agresivos ni los más inteligentes ni con más conocimientos, los han ascendido a directores generales porque se trata de manejar empresas difíciles, con muchos trabajadores y conflictos que requieren un liderazgo en resolución de conflictos y habilidad de cordialidad”, añade Peña Chavarino.
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