Mentiras y medias verdades en política
La única manera de que los políticos recuperen la credibilidad y la legitimidad perdida es poner los pies en la tierra
Hubo un tiempo en el que la verdad tenía valor en política; era un activo. Pero poco a poco, la posverdad y las mentiras se han ido imponiendo, causando un daño irrecuperable para la credibilidad e incluso para la legitimidad de los políticos. Y no estoy hablando solo de los Estados Unidos de Trump, la Turquía de Erdogan o la Venezuela de Maduro. Me refiero, lamentablemente, a España.
Desde que se inició el proceso secesionista de Cataluña, la mentira ha campado a sus anchas en el bando de los que quieren separar a esta región del Estado. Desde el “España nos roba”, hasta la reciente intervención del portavoz de ERC en el Parlamento, Joan Tardá, justificando la creación de la república catalana como respuesta a la corrupción del PP. Olvidaba Tardá que su socio de gobierno y de aventura independentista es CiU, que ha tenido de cambiar de nombre en un intento imposible de hacer olvidar el 3% y su corrupción galopante durante cerca de 30 años.
Pero no es solo Cataluña. Los procesos en los que está envuelto el PP por corrupción política han llevado al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, a declarar más de 50 veces en los últimos años que no sabía nada de las irregularidades (o delitos) que se cometían en su partido. Algo difícil de creer, teniendo en cuenta que lleva 30 años en la Ejecutiva del partido y ha dirigido varias campañas electorales.
Tenían razón los portavoces del PSOE y Podemos cuando dijeron que Rajoy era “un presidente bajo sospecha” (Margarita Robles) o que “si no se enteró de lo que sucedía en su partido” es “un incompetente” (Pablo Iglesias).
No es de extrañar que los españoles sitúen en las encuestas a los políticos como uno de los problemas más acuciantes para el país. Llevamos años escuchando relatos falsificados de la realidad española. Medias verdades. Unos vienen desde el poder, empeñado en negar la evidencia de las crisis y sus consecuencias (desde José Luis Rodríguez Zapatero al negar su existencia, hasta Mariano Rajoy al presumir que ya la hemos dejado atrás), y otros desde la izquierda radical o los independentistas, que presentan un panorama devastador que nada tiene que ver con la realidad.
La única manera de que los políticos recuperen la credibilidad y la legitimidad perdida es poner los pies en la tierra, olvidarse de los argumentarios tendenciosos que circulan a diario entre sus militantes y volver a ser personas dedicadas a resolver los problemas de su país. Y si es de forma consensuada, mejor.
La mentira descubierta convierte a los héroes en villanos. Ayer mismo, Josep Lluís Trapero, jefe de los Mossos d’Esquadra, perdió la reputación ganada en las últimas dos semanas al tener que reconocer que no habían dicho toda la verdad en la gestión de los atentados de Cataluña. La mentira siempre ha tenido las patas cortas y, antes o después, se descubre.
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