‘La gran familia’ | Vacaciones a tropel
¿Compartir vacaciones con otras familias? Es una buena opción pero alquilad algo que al menos tenga dos lavabos… y con pestillo, para que sean vuestra fortaleza de la soledad
Algunos amigos nos habían hablado de las maravillas de compartir casa de veraneo entre varios, sin caer en la comuna hippie ni en la minisecta, así que decidimos probarlo en la modalidad free preview.
Aceptamos las invitaciones de dos familias con tres hijos (los primos de mi mujer y los padres de Greta, la mejor amiga de nuestra niña) para pasar unos días con ellos. Para nuestra peque sería un regalo jugar con críos de su edad a todas horas y a nosotros nos daba tranquilidad mental: como las dos familias ya estaban en sus casas desde hacía semanas, conocían la zona y sabían dónde estaban las farmacias, los supermercados y los sitios que merecía la pena visitar. Eso me ahorraba el típico proceso de documentación, para evitar la sensación de que nos perderemos para siempre algo bastante imprescindible.
Así que básicamente era ir a disfrutar. O eso creíamos.
La experiencia ha sido fascinante. Los niños no han podido disfrutar más y nosotros ya hemos entrenado por si algún día pretendemos ser familia numerosa.
La convivencia infantil ha sido fabulosa porque han tenido compañía con inagotables ganas de jugar. Tan bien se lo pasaban que cada mañana los otros niños nos entraban en la habitación para despertar a la nuestra y jugar en la cama. Y peleas materialistas de propiedad privada, al grito de “¡es mío!”, las mismas que cada tarde en el parque.
Eso sí, además de fácil, la convivencia ha sido apabullante. Para nosotros, que con una niña ya vamos cansados, vigilar y proteger a más criaturas de golpe nos convirtió en guardias jurados de un centro comercial en vísperas de Navidad. Cada familia arregla los pollos de su prole, pero supervisarlos es tarea global. Y varios niños que caminan implica varias oportunidades de despistarse, caer o perderse como Chencho a cada segundo.
Además, movilizar a toda la tropa es complicado. Cuando uno tiene hambre, el otro tiene sueño; cuando tres están sentados para comer, el cuarto tiene una rabieta porque se han sentado en su silla preferida o simplemente porque es miércoles. Con tanta gente ya quedamos contentos si conseguimos una hora de actividad exterior por la mañana y una por la tarde.
Y por supuesto, al salir de casa los críos querían ir juntos en el coche. Para evitar rabietas, esto implicaba contratar minibús o ir cambiando las sillitas adaptadas a cada edad/peso en cada vehículo y hacer permutaciones de niños y asientos para que todos tuvieran su momento de gloria.
Y después aún tocaba gestionar varias duchas, pijamas, cenas y rituales de ir a dormir.
Consuela ver que los otros padres pasan por lo mismo: en las charlas de medianoche, en vez de conversaciones apasionadas había esas miradas perdidas de “a ver quién abre la veda de ir a dormir”.
¿Compartir vacaciones con otras familias? Es una buena opción pero alquilad algo que al menos tenga dos lavabos… y con pestillo, para que sean vuestra fortaleza de la soledad.
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