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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Herederos del ‘crash’

Diez años después, la economía mundial sufre las secuelas de la crisis

Ben Bernanke, expresidente de la Reserva federal.
Ben Bernanke, expresidente de la Reserva federal.BLOOMBERG

Diez años después, puede comprobarse que la crisis financiera y económica más grave desde la Gran Depresión ha dejado huellas en los mercados globales. Aunque está formalmente superada, sus secuelas se extienden en el tiempo y todavía son visibles. El hundimiento financiero, que empezó con el estallido de las hipotecas subprime, la quiebra de grandes instituciones financieras en Estados Unidos (Bear Stearns, Lehman Brothers) y continuó con rescates bancarios muy costosos pagados con dinero público, se prolongó en una recesión económica global que destruyó millones de empleos (en Estados Unidos más de 8 millones y en España, por ejemplo, entre 2,5 millones y tres). Diez años después, el crecimiento mundial todavía no ha podido desplegar su capacidad potencial y permanecen en activo las políticas monetarias excepcionales. Somos convalecientes de la Segunda Gran Depresión.

Aunque hay muchas interpretaciones para explicarla, existe un cierto acuerdo en que se generó por la confluencia de varias anomalías, algunas circunstanciales y otras sistémicas. El marco fue, en Estados Unidos, un mercado desregulado —por la presión de Wall Street sobre Washington—, inundado de liquidez, con bajos tipos de interés, en el que se había incubado una burbuja inmobiliaria y que había desarrollado instrumentos financieros complejos, soportados por garantía de hipotecas y préstamos de muy baja calidad. En lugar de controlar la solidez de los préstamos inmobiliarios, las instituciones bancarias desarrollaron innovaciones financieras: empaquetaron las hipotecas basura y los préstamos de alto riesgo en productos sofisticados que colocaron masivamente en los mercados mundiales. Se generó así un cruce abrumador de activos complejos, con alta remuneración, avalados por préstamos con gran riesgo de impago que acabó por estallar cuando en esta apuesta global entre entidades bancarias alguien se negó a pagar las comisiones que no estaban justificadas por la calidad real de los activos. El castillo de naipes se desplomó y con él cayo una parte de la confianza mundial en el sistema bancario.

Editoriales anteriores

Hoy, la crisis financiera se ha superado gracias a los rescates bancarios masivos, aunque las consecuencias todavía son visibles. La economía mundial late con cierto pulso, pero hay una gran asimetría entre las áreas afectadas por el crash. Europa aplicó con retraso las políticas monetarias más adecuadas. Y, además, las presiones de Alemania y sus socios del Norte impusieron una política económica procíclica, de ajuste presupuestario, que está contraindicada en períodos recesivos.

La pregunta relevante es si las autoridades económicas han asimilado las lecciones del crash de 2007. Caben serias dudas al respecto. Es verdad que los bancos de todo el mundo, en particular los estadounidenses y europeos, han aumentado sus provisiones, de forma que la probabilidad de una nueva crisis es menor. Pero siguen resistiéndose a una regulación financiera más precisa y las reformas prometidas para que esto no vuelva a suceder, que con tanto énfasis prometieron desde Obama a Merkel, simplemente se olvidaron cuando la crisis amainó. Las reformas se limitaron poco más que a los rescates.

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