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Blogs / Cultura
Del tirador a la ciudad
Coordinado por Anatxu Zabalbeascoa

Apartamentos casi perfectos

Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal explican por qué los apartamentos que Mies van der Rohe construyó en Chicago, en 1951, son prácticamente perfectos

Anatxu Zabalbeascoa

Entre 1948 y 1951 Mies van der Rohe levantó en Chicago dos torres de apartamentos que hoy continúan siendo modélicos: los apartamentos. Lo de modélicas, aplicado a las torres, está más cuestionado ahora mismo porque si bien es indiscutible que ambos rascacielos de 26 plantas son un hito, y un icono, en la historia de la arquitectura moderna, muchos de los valores que Van de Rohe defendía con su primer proyecto construido en Chicago están ahora siendo cuestionados.

Pocos proyectistas se atreverían a defender hoy la independencia del edificio con respecto al lugar. Eso hizo Mies al desvincular la austera, sencilla, limpia e ingeniosa arquitectura del paisaje al que se enfrentaba (el Lago Michigan) o al dejarla caer en la ciudad que contribuía a construir: una suma de edificios aterrizados con una normativa que permitía las variaciones volumétricas y que, paradójicamente, ha demostrado conferir valor al urbanismo precisamente por esas variaciones. Sorprendentemente, la suma de diversos cuerpos construye en Chicago —no siempre ni en todas las ciudades— una urbe no uniforme, hecha a capas, justo como el paso del tiempo termina por levantar las ciudades. O justo como el peso de la historia dibuja el urbanismo.

Además de la independencia con respecto al lugar -que el propio Van der Rohe defendía en teoría, pero que cuestiona rehaciendo ese lugar: flanqueando una plaza pública entre sus dos torres-, el arquitecto asoció a este proyecto “honestidad estructural”. Es cierto que las dos torres se sujetan en pilares de acero y que el muro cortina de las fachadas está compuesto por carpinterías estándar de aluminio y hojas de vidrio. Sin embargo, también es cierto que muchas de las columnas interiores no pudieron ser de acero –por la normativa antiincendios-. Mies resolvió ese contratiempo “maquillando de acero” las columnas internas de hormigón. Es decir, la honestidad estructural era en realidad coherencia formal.

Con todo, la relación con el espacio público (los edificios levantados sobre pilotes para no interrumpir las vistas ni el paseo del peatón y el espacio), —que hoy sería comunitario, de la pequeña comunidad de propietarios y que entonces se convirtió en plaza pública— sí se ajustan a la exigencia que hoy ponemos y deberíamos requerir de los nuevos inmuebles.

En su libro Actitud (Gustavo Gili) los franceses Anne Lacaton y Jean Philippe Vassal defienden el interior de las famosas torres de Mies. Los arquitectos consideran esos apartamentos racionalistas su modelo de vivienda. Todavía hoy, creen que allí “Todo está racionalizado, la retícula base, las instalaciones, las circulaciones. Son viviendas confortables y al mismo tiempo todo está diseñado al milímetro”, apunta Jean-Philippe Vassal. Él y Anne Lacaton aseguran que los apartamentos de Lake Shore Drive son “como una solución estándar en la que basarse”. Ellos lo han hecho en sus plantas de viviendas: racionalizar todo lo posible, trabajar con las medidas estándar, economizar la construcción sin dejar de esforzarse por lograr obras conmovedoras. “No nos molesta en absoluto utilizar proyectos sobre los que otros arquitectos han pensado de manera realmente intensa. Pero lo hacemos sin olvidar que una parte importante del problema reside en cómo adaptarse al contexto”. Lacaton y Vassal defienden las ventajas de no partir de cero por sistema,” se trate de Lake Shore Drive de Mies o de los invernaderos agrícolas”. ¿En qué reside la perfección de estos apartamentos?

En cómo se exprime el espacio para obtener amplitud. No hay pasillos y hay intimidad. En cómo se distancian los usos para fomentar esa intimidad. En cómo se amueblan los espacios para disfrutar de los vacíos, en cómo se relaciona el interior con el exterior, ampliando el espacio y en cómo el espacio doméstico indefinido –o flexible- es fuente de reinvención y por lo tanto, un espacio vivo. Así, con el paso de las décadas y a pesar de tener un lugar en la historia, las legendarias torres de Mies van der Rohe en Lake Shore Drive puede que sean más modélicas por lo que sucede dentro que por lo que uno puede ver por fuera.

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