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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Hay que evaluar los proyectos de cooperación aún cuando escasea el presupuesto?

Un análisis orientado al proceso y resultados debe servir para extraer buenas prácticas y aprendizajes que pueden contribuir a mejorar la calidad de las intervenciones

Un recién nacido en un hospital en Sierra Leona.
Un recién nacido en un hospital en Sierra Leona.Dominic Chavez / Banco Mundial
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La cooperación al desarrollo española implementa mecanismos de evaluación de sus programas de forma rigurosa y transparente, una práctica que permite contribuir a mejorar la calidad de las intervenciones.

Recientemente, participé como experto sanitario en un equipo de evaluación de un proyecto relacionado con la educación y la salud en el norte de Sierra Leona, en el distrito de Koinadugu. Cuando me lo propusieron, tuve muchas dudas sobre si aceptar el reto debido a mi falta de experiencia en este tipo de trabajo. En ocasiones, había escuchado a amigos o compañeros del sector de la cooperación preguntarse, por ejemplo, si es necesario que los proyectos tengan que dedicar una parte de su presupuesto a la evaluación externa o, por el contrario, sería mejor emplear este dinero en la ejecución del programa, teniendo en cuenta que la financiación es, en muchas ocasiones, insuficiente.

Finalmente, acepté participar en el equipo evaluador por la seriedad y garantía que me ofrecía la consultora responsable, Avaluem, como experta externa con más de 10 años de experiencia y al haber ganado el encargo en un concurso público abierto.

La primera sorpresa al aceptar el trabajo fue la inmensa tarea que comporta realizar una evaluación externa. Como primer eslabón había que llevar a cabo un exhaustivo análisis del proyecto. En nuestro caso, se trataba de la evolución de experiencias anteriores, por lo cual había que analizarlo en el marco de la intervención en su conjunto. Simultáneamente, se tenía que contextualizar esta información con el entorno en el que se realizaba.

La primera sorpresa al aceptar el trabajo fue la inmensa tarea que comporta realizar una evaluación externa

Sierra Leona es uno de los 10 países más pobres del mundo. En el distrito de Koinadugu, una región de unos 12.000 kilómetros cuadrados en la que viven más de 408.000 personas, la esperanza de vida es de 57,8 años y se registra una tasa de mortalidad materno-infantil de las más altas del mundo. Este distrito todavía no dispone de electricidad permanente. Solo mediante generadores, la población dispone de luz eléctrica unas pocas horas al día, por la tarde o durante la noche. No existe una red de canalización de las aguas residuales y oficialmente solo hay un médico, que es el director del único hospital de la capital, Kabala.

Las distancias no se miden por kilómetros, sino por horas. Los pueblos están conectados a la capital por carreteras de muy difícil circulación, incluso con vehículos 4x4. Durante las prolongadas épocas de lluvias, son intransitables, por lo que las comunidades quedan aisladas. Las motocicletas de baja cilindrada son una alternativa -no aconsejable para los no expertos- para intentar paliar esta inmensa dificultad de conexión.

El análisis del entorno del proyecto se hizo todavía más complicado por la crisis del Ébola que afectó al país en 2014, con consecuencias nefastas. Su impacto sobre las estructuras sanitarias y educativas, ya frágiles antes de la epidemia, condicionaba la obtención de datos y la evaluación del proyecto.

La primera parte de la evaluación fue muy importante para programar la segunda: la visita a terreno. Por razones presupuestarias, se tuvo que realizar en apenas siete días, lo que comportaba tener muy bien estructuradas las visitas a realizar, la población diana a contactar, las entrevistas concertadas y, también, ser flexibles para adaptarse a la realidad del día a día. Diariamente, después de cenar, el equipo hacía un resumen de todo el trabajo realizado durante el día con análisis de resultados, que condicionaba la agenda posterior. Presentamos las conclusiones preliminares al final de la visita, de forma resumida y didáctica, a la contraparte, representante de la ONG de desarrollo promotora, para que ellos pudieran exponer sus argumentos y dialogar abiertamente del proceso.

La metodología de la evaluación y del análisis de la información recogida tiene que responder a los criterios del Comité de Ayuda al Desarrollo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), a fin de concluir si el proyecto es realmente pertinente –¿responde el proyecto a una necesidad real?–, coherente –¿está alineada con la planificación y las políticas públicas abordadas?–, eficaz –¿cuáles son los beneficios obtenidos por la población beneficiaria?–, eficiente –¿qué resultado y a qué coste?–, tiene impacto –¿las acciones han conseguido cambios?–, sostenible –¿los impactos positivos tienen continuidad más allá de la ayuda externa?–, si consigue alcanzar una buena cobertura de las necesidades, qué cambios ha conseguido el proyecto en las relaciones de género, si ha logrado un involucramiento real de los participantes y se han apropiado del proceso de mejora.

Esta visión de la evaluación, orientada al análisis del proceso y resultados, debe servir para extraer buenas prácticas y aprendizajes, que, más allá de un informe técnico, puedan ser compartidas por la comunidad que ejecuta el proyecto a fin de contribuir a mejorar la calidad de la cooperación.

Las conclusiones tienen que ser precisas y útiles para visualizar los impactos en el proyecto o en la dinámica de salud, así como los cambios generados en la comunidad, a todos los niveles y muy especialmente en relación con el género, para observar si el programa ha contribuido a promover los derechos de las mujeres y propiciar su empoderamiento. Nuestra mirada externa facilita proponer recomendaciones de futuro que sean prácticas y aplicables en su posterior evolución o en programas similares.

Xavier de las Cuevas es responsable de Cooperación del Colegio de Médicos de Barcelona.

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