Siria, puente entre París y Washington
Lo que es seguro es que ha comenzado una importante negociación que requerirá paciencia
El compromiso de Francia sobre Siria se perfila cada vez más claramente. Las discusiones entre el ministro de Asuntos Exteriores, Jacques Le Drian, y su homólogo ruso, Serguéi Lavrov, dejaban claro que el cambio de la postura francesa, que ahora no exige la dimisión de Bachar el Asad como condición para una coalición internacional contra el Estado Islámico (ISIS, en sus siglas en inglés), iba a generar, a la vez, una reacción inmediata de Estados Unidos que, pese a las apariencias, comparte la misma idea, tanto como Vladímir Putin. En el encuentro del G20 en Hamburgo entre los dos presidentes, ruso y norteamericano, las negociaciones sobre Siria fueron intensas, llegando a decidir un alto el fuego sobre el terreno.
Mientras, la diplomacia francesa, que considera que su cambio de orientación está abriendo serias posibilidades de alcanzar un acuerdo global de las potencias involucradas en este conflicto, sigue a la ofensiva: Macron invitó a Trump a participar en las celebraciones de la fiesta nacional del 14 de julio, y a quedarse tres días en Francia, como muestra de amistad entre ambos países. Una excelente iniciativa, que permite sacar a Trump de su aislamiento actual respecto de Europa y fortalecer el papel político de Francia, aprovechando un momento en el que Theresa May está empeñada en alianzas difíciles para gobernar, y Angela Merkel está dedicada sobre todo a la preparación de las elecciones de septiembre.
Ahora, la cuestión es saber cómo convendrán sobre el porvenir de la región y cuál será el papel de las fuerzas adversas al régimen sirio. Hace mucho tiempo, los norteamericanos abandonaron a su suerte a la oposición democrática siria, que, según ellos, no pesa mucho; actúan directamente en el terreno con sus instructores y, a la vez, vigilan a los kurdos en el norte de Siria, sabiendo que los turcos no les dejarán utilizar la lucha contra el supuesto califato para realizar su deseo de un Estado kurdo. En cambio, Turquía controla a la oposición islamista siria, muy dividida. En realidad, el papel de las potencias internacionales es decisivo: la toma de Mosul por las tropas iraquíes hubiera sido imposible sin el apoyo de Estados Unidos. Del mismo modo, sin la intervención de Rusia, El Asad hace años que se habría esfumado. Y el conjunto Rusia-Irán no está dispuesto a abandonar a El Asad en un acuerdo de transición, sobre todo si se organiza, como muchos países lo pregonan, una coalición entre todos los actores para desencadenar la ofensiva terrestre contra el ISIS. El régimen sirio es el único que puede llevar a cabo esta tarea en el campo de batalla.
Lo que es seguro es que ha empezado una importante negociación, que requerirá tiempo, paciencia y perseverancia. La sintonía actual entre Trump, Putin y Macron sobre Siria desembocará, sobre todo si Turquía se junta, sobre un paradigma más alentador. Pero no se debe olvidar que El Asad tendrá, un día u otro, que pagar por sus crímenes. La comunidad internacional no se puede lavar las manos de tanta sangre.
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