600 piezas prehistóricas, rescatadas de un contenedor de obra en Vigo
La colección atesorada por un psiquiatra fallecido fue arrojada con los escombros durante el vaciado de unos trasteros y recuperada in extremis por un museo municipal
Si la suerte no hubiera querido que alguien se las topase en la basura, casi 600 piezas arqueológicas arrojadas a un contenedor de obra entre escombros y tablones polvorientos podrían haber acabado en algún vertedero. Y dentro de muchos siglos, si el lugar era excavado, quizás algún arqueólogo se rompería la cabeza tratando de descifrar su sentido, armando de la nada teorías para explicar por qué herramientas de hace 300.000 o 100.000 años aparecían entremezcladas con útiles de hace 9.000, todos procedentes de distintos lugares de España, entre ladrillos del siglo XX. Pero el pasado enero, junto a aquel contenedor ubicado en la Rúa da Paz, cerca del puerto pesquero de Vigo, pasó una pareja curiosa a la que le llamaron la atención entre tanto desperdicio una rocas talladas y etiquetadas con números. Al final de la jornada, la Policía Local acababa depositando unas enormes bolsas llenas de basura y piedras en el Museo Municipal Quiñones de León, y ahí empezaba la trabajosa recuperación de una colección arqueológica "grande" y con "interés científico".
En Galicia, los hallazgos arqueológicos a cargo de particulares son frecuentes, y es normal que las familias, al fallecer el abuelo que las encontró, decida cederlas a un museo. Pero "este caso es insólito, nunca se vio tal cosa, y además son una barbaridad de objetos", comenta José Ballesta, director de Quiñones. El experto recalca que hay que celebrar "el final feliz" de esta historia rocambolesca, y cree que no hay que buscar culpables. En sus primeras pesquisas, la policía descubrió que las piezas primitivas procedían de unos trasteros que estaban vaciando unos obreros por encargo de la viuda de un psiquiatra, José Manuel García de la Villa, que había muerto en 2014 dejando atrás las consecuencias de su gran pasión por los yacimientos.
Esta vocación la había alimentado desde la juventud, cuando todavía en el franquismo no había una estricta regulación sobre las excavaciones, los hallazgos arqueológicos y la entrega en los museos. Era un hombre con formación científica y desde los tiempos en que había estudiado la carrera en Salamanca había hecho acopio de útiles líticos y cerámica. Los marcaba con pegatinas blancas y pequeñas en las que escribía un número de referencia, y luego cultivaba con mimo unos listados en los que indicaba todos los detalles sobre el origen de los restos.
Cuando se dirigieron a ella para aclarar los hechos, la viuda se mostró compungida. "Estaba muy disgustada", recuerda ahora el director de este museo municipal. "Nos dijo que lo sentía mucho, que no había prestado atención a lo que se estaba tirando, y además eso jamás lo hubiera querido su esposo". Al ser consciente de lo que había estado a punto de ocurrir, "colaboró en todo momento" y buscó en casa sin éxito los libros de registro donde García de la Villa habría recogido la información sobre las piezas. Solo salieron a la luz unas "hojas sueltas", unos listados manuscritos que sirvieron de ayuda a la empresa externa de arqueólogos contratada por el Ayuntamiento para poner orden en la descomunal colección.
Poco a poco fueron extraídas de los sacos de basura y depositadas en 11 cajas. En total, contaron 594 piezas del Paleolítico y el Mesolítico, de entre los 300.000 y los 7.000 años antes de Cristo. "Por esas hojas sueltas, por el estudio de las piedras [en las que a veces también se indica el año y el lugar de procedencia] y las formas en que estaban talladas, pero también por la biografía" del médico, pudieron concluir en un informe de dónde venían la cerámica y las herramientas. Eran yacimientos arqueológicos de Salamanca (Cerro del Berrueco); del municipio ourensano de Toén (con enclaves importantes como Trelle o A Piteira) y de la ribera del Miño. Cerca de la mitad de los vestigios (266) son de la desembocadura de este río en la provincia de Pontevedra, entre Galicia y Portugal. Antes que en la zona de Vigo, el médico había ejercido en el hospital psiquiátrico de Toén, ahora clausurado.
Hoy, en la arena de las playas fluviales del lugar donde muere el río Miño, entre Camposancos (A Guarda) y Caminha (Portugal), siguen depositándose y apareciendo abundantes "picos camposanquienses". Este característico útil y pesos para redes son de lo que más abunda en la colección rescatada. García de la Villa "no era un expoliador", defiende el director del museo. "Hablamos de principios de los setenta. Eran otros tiempos. Y él sabía lo que manejaba y lo hacía con criterios protocientíficos". El conjunto, que además de útiles líticos incluye piezas cerámicas desde la prehistoria hasta la romanización, "no es especialmente brillante por su interés artístico, sino por el científico".
El Museo de Quiñones de León tiene una amplia colección de hachas líticas y utensilios propios de la desembocadura del Miño, pero va a "estudiar la incorporación de las nuevas piezas". Sobre las salmantinas, "lo más apropiado sería contactar" con instituciones de la provincia, dice Ballesta, porque allí es donde tienen "contexto e interés". Mientras tanto, a las puertas del museo siguen llamando herederos de restos primitivos que ya no quieren seguir guardando en casa las armas de caza y el menaje de los primeros gallegos. "Estos días estamos en trámites con una familia argentina... Su abuelo era de aquí". Cuando emigró se llevó con él a América todos los tesoros prehistóricos que había sacado a la luz trabajando su minifundio.
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