Celebrar el futuro
La Transición no es solo un recuerdo que celebrar sino un ideal a seguir
Las instituciones del Estado celebraron ayer (con dos semanas de retraso, por la moción de censura a Mariano Rajoy) el 40º aniversario de las primeras elecciones generales democráticas en España. Un acontecimiento importante para poner en valor las políticas y el talante de la Transición y adaptar ese espíritu a las nuevas circunstancias y las nuevas generaciones. Frente a quienes insisten en deslegitimar la democracia actual describiéndola peyorativamente como “el régimen del 78” o calificándola absurdamente de sistema autoritario es importante reivindicar esa forma de hacer política, que ha traído a nuestro país la etapa más larga de libertad, prosperidad y tolerancia de la historia reciente.
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Sin embargo, las expectativas de enlazar los enormes logros de la Transición con la nueva política que exigen los retos actuales solo se cumplieron a medias. En el acto solemne celebrado en el palacio de las Cortes quedó claro que los españoles supieron afrontar su futuro democrático en 1977 gracias a la voluntad de reconciliación y consenso, pero no tanto que los políticos actuales sean capaces de adaptar las formas de entonces para hacer frente a los problemas de 2017. El acto paralelo organizado por Unidos Podemos y en el que participaron el PSOE y algunos partidos nacionalistas demuestra que ni la reconciliación ni el diálogo son hoy valores en alza para determinadas fuerzas políticas.
Además, el propio diseño del acto mostró las carencias de la política española para adecuarse a los nuevos tiempos. Desde el palio que colgaba en la entrada donde posaron las principales figuras protagonistas de aquel 1977, hasta el ritual de los saludos, los discursos y la visita a la exposición reflejaba un ambiente político antiguo y excesivamente solemne.
En algún momento, la Corona, el Gobierno y el Parlamento deberían replantearse esos protocolos tan rígidos que hacen muy difícil que los mensajes lleguen a los ciudadanos e introducir elementos innovadores que sirvan para conectar mejor con la ciudadanía pero, sobre todo, para lograr que las nuevas generaciones, nacidas y educadas en democracia y con otra cultura política, puedan sentirse incluidas en estas celebraciones y hacerse portadoras de aquellos valores y aquellos logros.
Las intervenciones del Rey y de la presidenta del Congreso, Ana Pastor, sí estuvieron a la altura de las expectativas, por lo menos en cuanto a las intenciones. Ambos supieron mirar hacia el pasado y ofrecer los logros obtenidos con una forma generosa de hacer política, para buscar soluciones consensuadas en un ambiente cada vez más crispado. Otra cosa es que algunos partidos políticos, sobre todo los más radicalizados, recibieran el mensaje con más o menos apertura de miras.
El de ayer fue el tercer discurso de Felipe VI ante las Cortes Generales desde que fuera proclamado rey hace ahora tres años. Con su habitual tono prudente, el Rey llamó a los españoles a reencontrarse en un pasado exitoso para construir el presente y proyectarse en un futuro común. Una propuesta que sin duda merece ser recogida por políticos y ciudadanos.
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