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Erik Kessels, el publicista irreverente

Retrato de Kessels, de 51 años.
Retrato de Kessels, de 51 años. marc driessen

LA GENTE le pregunta muy a menudo a Erik Kessels a qué se dedica. Y muchas veces no sabe qué responder. “Hago tantas cosas… Siempre intentan encasillarme, pero, para mí, que todo sea híbrido es mucho más interesante. ¿Por qué tienes que ceñir tu creatividad a una sola disciplina?”. Durante años fue conocido por su faceta como creativo publicitario al frente de su propia agencia, KesselsKramer. Fundada en 1996 y con sedes en Ámsterdam, Londres y Los Ángeles —sí, al más puro estilo Mad Men—, sigue desafiando la publicidad más convencional con sus propuestas irónicas e irreverentes: “Algunos trabajos son mejores, otros peores, pero estamos muy contentos porque no hacemos concesiones”. De hecho, la agencia es también muy valorada por sus proyectos no comerciales, que cada vez ocupan más espacio en su agenda: “La vida es demasiado corta para gastarla con frustraciones o tipos gilipollas”, sentencia divertido el artista holandés. Una muestra de su originalidad artística es su propia oficina de Ámsterdam, ubicada en una iglesia abandonada del siglo XIX que Kessels compró hace casi 20 años tras ver el anuncio de su venta en un periódico local.

La oficina de Erik Kessels en Ámsterdam se ubica en una antigua iglesia del siglo XIX.pulsa en la fotoLa oficina de Erik Kessels en Ámsterdam se ubica en una antigua iglesia del siglo XIX.

“La perfección no es un buen punto de partida para la creatividad. A veces las respuestas están en lo imperfecto”.

También ocupa su tiempo en la exposición Fenómeno fotolibro, del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), en la que participa junto al fotógrafo Martin Parr. Una muestra que reivindica el papel de las autoediciones fotográficas en la cultura visual contemporánea y que puede verse en la Ciudad Condal hasta el 27 de agosto. Kessels, de 51 años, es un ávido coleccionista de fotografías analógicas, aquellas que abuelos y padres atesoraron durante años en cajas de galletas. Tiene más de 15.000 álbumes familiares. Empezó su colección por azar tras hallar un lote de diapositivas en el mercadillo de Los Encantes de Barcelona en 1999. Protagonizadas siempre por la misma mujer, se convirtieron en el contenido de su primera exhibición: “Estas fotos mundanas siempre cuentan una historia”. Desde entonces, su trabajo con imágenes se circunscribe dentro de la posfotografía, un movimiento que reflexiona sobre la fotografía de hoy con el uso y la intervención de imágenes ya existentes.

En ese cúmulo de otras cosas que también ha creado Kessels está su último libro, ¡Qué desastre! Cómo convertir errores épicos en éxitos creativos (editorial Phaidon), una divertida publicación que convida a encontrar salidas inesperadas en los errores: “La perfección no es un buen punto de partida para la creatividad. Las respuestas están muchas veces en lo imperfecto”, reflexiona. En sus páginas, el autor vuelca su experiencia como publicitario al mismo tiempo que hace uso de su afición por la imagen. Y aunque a primer golpe de vista puede parecer un decálogo dirigido en exclusiva a creativos en apuros, acaba convirtiéndose en un estupendo manual de supervivencia para la vida moderna. “Cada día, cientos de veces, tenemos que decidir qué queremos ver, qué queremos escuchar, qué queremos leer”.

Objetos del despacho del artista. Le gusta jugar con las imágenes y crear obras transgresoras.

Anuncios, libros, exposiciones, fotografías… Al final todo son pretextos para trabajar en el mundo de las ideas que se generan en el patio trasero, un espacio metafórico y actualmente poco transitado que Kessels considera necesario para dar con lo nuevo, lo insólito, lo sorprendente. “Hoy, la mayoría de nosotros estamos únicamente en nuestro jardín de enfrente. Un sitio para enseñar lo que hemos acabado, donde mostrarnos. Pero ahí no hay alma, no hay propósito. El patio trasero es muy importante. Ese es el lugar en el que nadie nos ve, donde cometemos errores estúpidos”. Pasar a ese otro lado no es un ejercicio fácil: “Por supuesto es mucho más complicado ser original, porque todo se ha inventado y hay que hacer combinaciones inusuales y reflexiones atípicas”. En su taller para gente creativa El espectáculo de la vergüenza, el transgresor Kessels fuerza a sus alumnos a trasladarse a ese rincón escondido. “Se sientan en círculo y durante dos días no crean nada, solo hablan de aquellas cosas que les causan más vergüenza. A veces salen temas muy bestias. Luego les pido que hagan un trabajo con todos estos sentimientos. El artista es capaz de transformar sus temores en algo más positivo”. Kes­sels conoce de primera mano el efecto terapéutico de la creatividad. Cuando tenía 12 años, su hermana de 9 murió atropellada por un conductor que se saltó un semáforo en rojo. “Mis padres estuvieron cinco, seis años desolados, así que yo me volqué en el dibujo”. Desde entonces no ha parado de crear. “Hay gente que lo ve como un trabajo, pero puede llenarte mucho. Muchos me preguntan: ‘¿No te cansas?’. Haces tantas cosas… Pero es muy fácil cuando no hay frustración”.

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