Decreto ley sobre la fantasía sexual
La diputada madrileña Clara Serra habló de "fantasías sexuales" y activó en parte de la sociedad un mecanismo represor de ficciones
Un signo de los tiempos: pasan tantas cosas al mismo tiempo que tienen que ponerse a la cola para ser noticia. La actualidad puede ser algo que pasó hace unos meses o unos años, bien porque todo no cabe o bien porque publicarlo en el momento no hace daño a nadie. Pero no se desecha nada, se almacena. A veces esperando a que el contexto lo convierta en noticia. Por ejemplo: unas declaraciones pasan inadvertidas y con el tiempo se convierten en “explosivas”, tanto que durante un año nadie reparó en ellas.
En septiembre de 2016, la diputada Clara Serra dijo en el programa La Tuerka que “la humillación es algo que las mujeres pueden desear. Y cuando digo humillación quiero decir que existe la fantasía de violación, la fantasía del sexo con violencia”. Serra amplió estas consideraciones: dijo que quizás el patriarcado estuviese detrás de esos deseos y que, en cualquier caso, las mujeres harían mal no satisfaciéndolos y culpabilizándose por ello. Aquí cabe explicar -nos pasamos la vida explicando chorradas, la propia Serra tuvo que hacerlo en aquel programa a preguntas de Monedero- que satisfacer la fantasía de la violación significa hacer el amor de forma consentida imaginando que te violan.
Bien, esto se ha publicado ahora en varios medios y levantado cierta polémica. Resulta que, a raíz de las declaraciones de Serra, ha aparecido gente diciendo que no, que ellos deciden lo que hay que imaginar cuando haces el amor: dan instrucciones para ponerte cachonda. Con el argumento habitual: "Porque a mí eso no me pasa". Han descubierto con escándalo que se pueden tener fantasías sexuales que van más allá de un loco misionero con tu pareja o la perversión de una familia numerosa en un parque. Han descubierto otras fantasías, en muchos casos irreproducibles, que contemplan lo que dice Serra, del mismo modo que hay hombres que podemos tener la fantasía de ser violados por otros hombres, y por mujeres, o ser humillados por ambos. Y esas fantasías se pueden satisfacer, sí: no pasa nada. Forman parte de un pacto entre una pareja o lo que se junte en ese momento.
Lo que no sabía es que eso necesita de la aprobación de los demás, casi siempre de los mismos y por las mismas razones: desproteger su moral para vigilar la ajena. Que se exigía una regularización del mundo de los deseos para saber lo que puede excitar y lo que no, y ha de homologarse lo que pasa en un cuarto por razones de orden público. Cuando lo que ocurre es que si un hombre cree que una mujer quiere ser violada por el hecho de tener fantasías que le atañen a ella, no hay que sospechar de la mujer como machista, sino del hombre como violador.
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