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Columna
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Retrofantasía

Es posible que el miedo incline la elección a la Secretaría General del PSOE a favor de Susana Díaz

Josep Ramoneda
Susana Díaz, Patxi López y Pedro Sánchez, candidatos a las elecciones primarias a la Secretaría General del PSOE.
Susana Díaz, Patxi López y Pedro Sánchez, candidatos a las elecciones primarias a la Secretaría General del PSOE.Uly Martín (EL PAÍS)

Decía La Boétie que el secreto de la servidumbre voluntaria está en la costumbre, las pirámides de intereses y el miedo. Ahora que las costumbres cambian y los sistemas clientelares se tambalean, queda el miedo. Y es posible que, en el último momento, el miedo incline la elección a la Secretaría General del PSOE a favor de Susana Díaz, que quiérase o no, ella misma se lo buscó con la concentración de poderes en el acto de presentación de su candidatura, representa el aparato del partido. A Sánchez le queda la fuerza de los irritados que es lo que ha permitido su resurrección: el feo procedimiento utilizado para echarle le ha dado una segunda vida política. Pero, de momento, en Europa continental la indignación mueve las cosas pero se queda a medio camino.

Sea quien sea el ganador no lo hará en condiciones que permitan dar por superada la crisis del PSOE y alimentar la fábula de que están en la rampa de lanzamiento para volver a ganar al PP. Esta evidencia, ¿qué nos dice de la situación del partido? ¿No había en todo el PSOE un candidato mejor que los tres que se han presentado? Susana Díaz es un líder territorial, con la fuerza de ser la representante de la principal federación del partido, es decir, la primera accionista. Tiene más poder que proyección.

Pedro Sánchez ha obtenido los peores resultados del PSOE en el régimen actual. Y no estaría aquí si sus adversarios no le hubiesen convertido en víctima. Y Patxi López pone las buenas maneras, insuficientes en momentos de guerra, con un estilo que recuerda la buena segunda fila del PSOE del pasado. Y dicen que no había nadie más.

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El PSOE no anticipó el desastre que llevó al 2008, se acomodó al corporativismo bipartidista, asumió las brutales respuestas a la crisis (así, en 2010, empezó su debacle), y no quiso ver la evolución de sus bases electorales, que venía de lejos. Ya en el tardofelipismo empezaron a abandonarle los sectores más dinámicos de la sociedad. De modo que ha afrontado las grandes transformaciones con hechuras de partido conservador y no ha sabido salir de esta trampa.

Si aún conserva cierto suelo electoral, es porque la cultura de la indiferencia ha evitado que surgieran de su seno un Macron o un Mélenchon para llevarse la gente a otra parte y los polos de atracción a su derecha y a su izquierda son de fuerza limitada.

¿Quién manda en el PSOE? Si lo supiéramos quizás entenderíamos la suicida melancolía del bipartidismo en que está instalado. Y que sus tenores sigan repitiendo —el último Patxi López— la misma retrofantasía: "Somos la alternativa al PP. No tenemos que pactar con Podemos". Entonces, ¿con quién? Un decenio en la oposición es muerte segura.

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