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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Esto no va de diseño, sino de respeto político

Economía carece de criterio constructivo sobre la regulación independiente, le importa muy poco tenerlo y no confía en la memoria de los ciudadanos

Jesús Mota
Luis de Guindos, ministro de Economía y Competitividad
Luis de Guindos, ministro de Economía y CompetitividadBERNARDO PÉREZ

Conviene despejar las dudas desde el principio: el Gobierno de Mariano Rajoy no tiene interés alguno en sostener o alentar organismos reguladores independientes. No cree en ellos, salvo como retiros bien remunerados para su clientela política. El hecho de que un regulador independiente, como su propio nombre indica, pueda adoptar decisiones de cualquier alcance sobre empresas o bancos que no tengan que ser mediadas por el Ejecutivo rebasa la Weltanschauung del PP. Ya desde Aznar la ocupación del Gobierno se entiende como un acto total, que rechaza estructuras institucionales al margen del poder administrativo ocupado; las que haya deben ser reducidas a organismos autónomos administrativos. Esa concepción explica las extirpaciones quirúrgicas y las reconstrucciones plásticas esquizofrénicamente aplicadas por Rajoy y su equipo al cuerpo mortal de la regulación independiente.

Así, en 2012, Guindos, Soria y otros sumados a la causa se inventaron el modelo de un regulador único, la Comisión Nacional de Mercados y Competencia (CNMC), bajo cuya égida quedaron sujetos el regulador energético (la CNE) y los de telecomunicaciones, competencia, transportes, postal (¿de verdad Correos necesita un regulador?) y ferrocarriles. La formación del endriago se justificó con argumentos de preescolar: que si así se ahorraba dinero público, que si con un organismo único era más difícil capturar al regulador, que si era la tendencia europea... Nada entre dos platos. La verdad auténtica era otra: algunos reguladores claves (como la CNE) permanecían en manos de socialistas y había que despedirlos con cualquier pretexto.

Pero hoy, quizá presionado por las sospechas de Bruselas de que los supuestos reguladores independientes solo son trastiendas del Gobierno, Economía se dispone a disolver la CNMC en varios organismos independientes. Como el Jayhawk, pájaro tótem de Kansas, que vuela hacia atrás porque no quiere saber hacia dónde va sino de dónde viene, Guindos y sus funcionarios vuelven a esa fragmentación que un lustro atrás era cara y permitía la captura, pero ahora ya no. Lo de menos es que con las mismas simplezas se puedan justificar un diseño y el contrario; lo de más es que el Gobierno ha demostrado fehacientemente, como diría un notario, tres miserias en un solo acto: que carece de criterio sobre el particular, que le importa muy poco tenerlo y que no confía en la memoria de los ciudadanos.

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Para explicar los vaivenes a lo Houdini del señor Guindos hay que decir que lo relevante no es si hay un solo regulador o varios sectoriales, sino el respeto institucional, del que este Gobierno carece. No importa tanto el diseño como que el responsable o responsables sean técnicos o políticos independientes de verdad, el organismo pueda imponer sanciones disuasorias, sus presupuestos dependan del Parlamento y estén a salvo de los poderes, públicos y privados, y el cuerpo político, empezando por el señor Rajoy, rechace la injerencia en la regulación independiente. Acabamos con el principio: este Gobierno ni entiende ni respeta esa independencia. El resto es silencio.

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