Cómo un grupo de heavy metal falso se enfrenta a los contables de Hollywood
Los creadores del mítico 'This is Spinal Tap' denuncian a su productora por 400 millones. En 20 años solo les han pagado 179 dólares, a repartir
81 dólares (74 euros) en derechos de imagen y unos 98 dólares (90 euros) en ventas de discos. Estos son los insignificantes beneficios obtenidos, desde 1989, para los creadores de la que The New York Times considera una de las 1.000 mejores películas jamás filmadas. O eso es al menos lo que dice la productora. Se trata del falso documental This is Spinal Tap (1984), un filme tronchante sobre una ficticia banda de heavy metal, película fundamental sobre la cultura popular de nuestro tiempo. Para muchos, la mejor cinta de rock de todos los tiempos, una historia paródica sobre el mundo de la música que ridiculiza los caprichosos (y reales) comportamientos de las estrellas.
La película ha calado en el imaginario colectivo -incluso se utiliza el término "spinal tap" como insulto para las bandas pretenciosas-, el falso grupo llegó a dar conciertos reales y posiblemente te suene el nombre por sus continuas apariciones en Los Simpsons -Bart es un entregado fan y llega a ir a uno de sus conciertos-. Es una película de culto, visionada por millones de personas, que ha vendido cientos de camisetas, llaveros y demás souvenirs. Sin embargo, sus cuatro creadores se han repartido unos exiguos 179 dólares (164 euros). Su batalla ahora consiste en pelear en los juzgados para desentrañar lo que ellos denominan las "oscuras contabilidades de Hollywood". Reclaman nada menos que 400 millones de dólares (unos 366 millones de euros).
No es el único caso. Es mucho más habitual de lo que se cree. Veamos algunos ejemplos. La trilogía cinematográfica de El Señor de los Anillos también declaró pérdidas y la fundación de JRR Tolkien tuvo que demandar a New Line Cinema -y llegar a un posterior acuerdo secreto- para cobrar. Winston Groom, el autor de la novela Forrest gump, no vio un dólar de beneficios de la adaptación cinematográfica de su obra porque Universal declaró haber perdido 62 millones de dólares (52 millones de euros). Difícil de creer cuando la película fue un éxito. Y El retorno del Jedi o Harry Potter y la Órden del Fénix tampoco ganaron, aparentemente, dinero alguno.
“Detrás del talento ambicioso y creativo que es Hollywood se encuentra un lado oscuro de la industria del entretenimiento que desconoce el público", señala Harry Shearer, uno de los creadores de Spinal Tap
Así que Harry Shearer (Los Ángeles, 1943), uno de los creadores de This is Spinal Tap, se hartó de lo que consideraba “el lado más oscuro de la industria del entretenimiento” y decidió denunciar. Sus otros tres compañeros en Spinal Tap (los otros dos actores y el director, Rob Reiner; los cuatro, además, son los guionistas) se unieron y ahora la demanda contra Vivendi -la compañía propietaria- es de 400 millones de dólares y amenaza con marcar un antes y un después en Hollywood.
Spinal Tap era y es un grupo de heavy metal falso, formado por tres idiotas llamados Dave St. Hubbins (Michael Mckean), Nigel Tufnel (Christopher Guest) y Derek Smalls (Harry Shearer). La película, dirigida por Rob Reiner (responsable de cintas relevantes como Cuando Harry encontró a Sally, Algunos hombres buenos o El presidente y Miss Wade), es una sátira del mundo de la música en la que se pueden reconocer muchas estrellas del rock. Por ejemplo, el batería es un chiste recurrente: la banda de la película ha tenido alrededor de 50 y todos han desaparecido o muerto en extrañas circunstancias.
La película tuvo tal impacto que animó al grupo a tocar en directo. Los tres actores tenían nociones musicales, así que alargaron la broma tocando en directo. Y con estrellas como David Gilmour, Jamie Cullum, Jarvis Cocker, Mick Fleetwood, entre otros, y en festivales como Glastonbury, considerado como el mejor del mundo. Incluso salieron de gira. Aunque poco. Como dijo el propio Shearer -el bajista- en una entrevista a Dazed: “A menos que quieras tirarte a todo lo que se mueve, ir de gira es probablemente el peor estilo de vida imaginable. Es solo hotel, autobús, avión, hotel, autobús, avión. Únicamente hay dos horas al día que realmente cuentan y son las que estás en el escenario tocando”.
Tráiler de 'This is Spinal Tap', una sátira muy real sobre los extravagantes comportamientos de las estrellas del rock.
No era, desde luego, el primer proyecto de Shearer. Ya había sido actor, locutor de radio y guionista. Antes de This is Spinal Tap, era miembro del elenco de Saturday Night Live. Más tarde, además de actuaciones puntuales, se dedicó a dar voz a multitud de personajes: 23, solo en Los Simpsons, donde ganaba 300.000 dólares (más de 274.000 euros) por cada capítulo. Por si fuera poco, también ha publicado tres libros. Estamos ante uno de los cómicos más populares de Estados Unidos.
Según sus creadores, This is Spinal Tap no solo habría generado beneficios gracias a la taquilla, los derechos de emisión en televisión y la venta de vídeo (hablamos de una película de los años 80), sino que, como fenómeno cultural, se podría sospechar que, desde 1986 hasta hoy habría generado unos interesantes beneficios en venta de merchandising (hay desde camisetas hasta posters pasando por muñecos articulados) y, claro está, la banda sonora. Pero eso es la teoría.
Según un cálculo realizado por Bloomberg y teniendo en cuenta que los cuatro creadores tienen derecho al 5 % de los ingresos brutos del merchandising relacionado con la película, si fuera real que solo les correspondían 81 dólares significaría que esos ingresos totales en todos estos años han sido de 1.620 dólares (1.484 euros). Algo bastante improbable.
Inicialmente, This is Spinal Tap fue producido por Embassy Pictures, que desapareció en 1986 y cuyo catálogo ha ido pasando de mano en mano hasta llegar a los de Studio Canal, una distribuidora que es propiedad del conglomerado audiovisual francés Vivendi Universal. Desde hace 22 años, Studio Canal es la dueña de la película. Y no solo eso: también posee los derechos sobre el nombre de la banda y de los personajes que la componen para poder explotarlos comercialmente.
Sin embargo, en 2013, cuando Harry Shearer comenzó a investigar las razones que llevaban a Vivendi a no pagar un solo centavo, descubrió que This is Spinal Tap había sido troceada por Vivendi y sus derechos de explotación repartidos entre empresas de su conglomerado financiero para, en teoría, potenciar futuras ventas en merchandising, discos, reediciones, incluso para dirigir futuras giras del grupo. No solo eso, Studio Canal había permitido que una cervecera registrara dicho nombre como marca comercial para cualquier producto relacionado con la cerveza sin que sus autores cobraran nada por ello.
Visto esto, Shearer resolvió denunciar. “Detrás del talento ambicioso y creativo que es Hollywood se encuentra un lado oscuro de la industria del entretenimiento que desconoce el público. Es el mundo opaco de financiación de las películas, recaudación de ingresos y participación mínima en beneficios”, explicaba Shearer a Rolling Stone. “La demanda es crucial para todos los autores”, sentenció. Por su parte, el director de la película, Rob Reiner, aseguraba a la misma revista: “Todos los autores tienen derecho a una remuneración justa”. Según la SAA (Society of Audiovisual Authors), la asociación europea que reúne a los creadores europeos, el negocio del cine generó 122.000 millones de dólares (111.776 millones de euros) de beneficio al año, de los cuales solo un 0,33 % revirtió en los autores.
Qué pasaría si This is Spinal Tap fuese una película española. En España los autores están más protegidos. “Lo que ha ocurrido con la película en Estados Unidos no sería posible en España, porque los autores están más amparados por la Ley de Propiedad Intelectual, que reconoce todos sus derechos. El autor tiene un derecho moral irrenunciable, que protege, entre otras cosas, que la obra original no puede ser alterada sin su permiso y unos derechos económicos que puede ceder sin perjuicio”, revela a ICON Miguel Diéguez, abogado experto en propiedad intelectual.
“Es más, no solo en España, en Europa goza de mayor protección: gracias al Convenio de Berna, que se ratificó en 1973, los países adscritos protegen cualquier obra que se distribuya en ellos aunque esta esté registrada en Estados Unidos y da a sus autores los mismos derechos sean europeos o no”, continúa.
Shearer denuncia que el dinero no llega a los autores porque las leyes estadounidenses permiten la contabilidad opaca y los grandes estudios manipulan los números. Shearer, obstinado y amante de la perfección, quiere recibir el dinero generado por su obra y, de paso, abrir una puerta para un trato más justo hacia los autores.
Una batalla inusitada en Estados Unidos donde, desde casi el comienzo del cine, los guionistas, directores y autores han sido tratados como parte del engranaje de una gran empresa y poco más. La batalla legal será ardua y amarga, mucho más que ver morir a casi 50 baterías en extrañas circunstancias. Combustión espontánea y extraños accidente de jardinería, entre ellos.
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