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“Los árbitros deberían sacar tarjeta verde para felicitar a los jugadores”

Juan, 'Árbitro Cabrón', que recientemente recibió su insulto un millón.
Juan, 'Árbitro Cabrón', que recientemente recibió su insulto un millón.Óscar Oliva

ARBITRO CABRÓN (Ávila, 1976) no es el nombre que le pusieron al nacer, pero sí el que le puso la afición desde que empezó a dedicarse al arbitraje de partidos de fútbol. “Yo me llamaba Juan, aunque en el curro siempre era Árbitro Cabrón, así que al final cedes y te cambias el nombre”, dice. No le gusta el fútbol, pero su padre era abogado y director del Tribunal Arbitral de Ávila, así que, como no quería estudiar Derecho y tampoco se atrevía a romper la tradición familiar, optó por el deporte.

Como árbitro, está acostumbrado al insulto constante. El pasado domingo un aficionado del Osasuna me gritó el insulto número un millón de mi carrera. Me hizo tanta ilusión que paré el juego y fui a darle un abrazo.

Responder al insulto con cariño debe de desconcertar mucho al exaltado. Desconcertado no parecía. De hecho, me soltó un cate que casi me tira al suelo. Pero no me quitó la ilusión. Un millón de insultos en 15 años de trayectoria, se dice pronto.

El pasado domingo un aficionado del Osasuna me gritó el insulto número un millón de mi carrera. Me hizo tanta ilusión que paré el juego y fui a darle un abrazo.

También le tiran cosas durante los partidos. Desde luego. Más de la mitad de los muebles que tengo en casa los he recogido del campo. En un Celta-Barça me dieron en la espalda con una caldera de esas de gas ciudad que funciona perfectamente, lo único, que tenía los inyectores sucios. Pero esto se limpia fácil y luego la caldera va como el primer día.

Se le conoce por no usar nunca el silbato. Es que me asusta. Suena tan estridente que un día de estos mis respingos acabarán en infarto.

¿Y cómo detiene el encuentro? Pues voy persiguiendo al que tiene la pelota y le digo, educadamente, que pare si no es molestia. “Oye, por favor, oye, tú…, chiquillo, mira, que si no te importa, para el juego que tengo que sacarte una tarjeta”. Tardas un poco más porque estos chavales van a lo suyo y no se enteran, pero es que el silbato es muy agresivo.

Es usted el Gandhi del arbitraje. Ha iniciado una campaña para añadir una tarjeta de color verde a las tradicionales rojas y amarillas. Es que a los jugadores solo se les saca tarjeta para lo malo. El refuerzo positivo es fundamental.

Al principio solo arbitraba partidos sobre cemento o césped artificial. ¿Por qué? Me parece fatal que se pise el césped. Se estropea y, al fin y al cabo, es un ser vivo. Pero es batalla perdida, lo único que pido es que no escupan al suelo porque lo ven los niños y lo imitan.

Cuando un jugador se le rebela, ¿cómo impone autoridad? No, yo eso sí que no lo hago. Los enfrentamientos los llevo fatal. No van conmigo. Si un jugador protesta mucho y me grita, llamo a mi madre. Ella sí que tiene genio. Salta desde la grada y los pone firmes. Les pide que no le hablen así a su hijo, que se laven la boca con jabón… A muchos los manda directamente al vestuario agarrándolos así de las orejas.

Y si los jugadores se pelean entre ellos, ¿qué hace? Llamo a la policía nacional. Ellos saben cómo tratar con bandas rivales. Yo no me la juego.

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