Sí, tengo pelos, celulitis y lorzas, ¿qué pasa?
La ilustradora francesa Cécile Dormeau combate con fuerza las ideas imposibles de mujer
Hace no mucho escuchaba esto mientras una amiga se vestía (y se escrutaba), y no era la primera vez: "Es que no me queda nada bien, entre la barriga blandurria y que soy un poco paticorta, no hay manera. Cada vez que salgo, me cabreo". La verdad es que ni tiene barriga blandurria ni es paticorta; pero no mide 1,80 ni tiene 60 centímetros de cintura, que es probablemente la imagen con la que compara.
Ponerse frente al espejo, no ver otra cosa que horror y comenzar una batalla campal contra una misma es terriblemente común. Y no es una cuestión baladí. La confianza de las mujeres en su propio cuerpo y la presión por la belleza y la apariencia es un problema global que, aunque cada vez más tiene confrontación por parte de algunos medios de comunicación, instituciones y algún desmarque de la industria, sigue afectando a millones de mujeres en todo el mundo. El último estudio de Dove, publicado en junio del pasado año, apunta a que un 69% de mujeres y un 65% de niñas hablan de una presión creciente en la publicidad y los medios de comunicación para llegar a un estándar de belleza establecido; una de cada tres niñas de seis años en Japón tiene problemas con su cuerpo; el 81% de las niñas de diez años en Estados Unidos tienen miedo al sobrepeso; en España se estima que una de cada 100 adolescentes sufre anorexia nerviosa...
Frente a ese panorama de cifras, una ola de ilustradoras ha empezado a plantar cara a la dictadura de las medidas poco factibles y a la piel que parece plástico. Cécile Dormeau es una de ellas, tiene 28 años y vive con sus padres y su hermana en los suburbios de París. "Por el momento no puedo vivir de mi arte", explica en un correcto español que pronto pasará al francés. Dormeau dibuja mujeres bajitas, gordas, altas, con pelos en las piernas, con pechos enormes y diminutos, morenas y pálidas, con celulitis, piel de naranja y estrías. Mujeres, tal cual.
"Cuando me di cuenta de que mis amigas, mis hermanas (e incluso yo misma) se quejaban todo el tiempo de lo que estaba mal con sus cuerpos, me decidí a ilustrarlo", explica Dormeau. "No verás nunca a una chica con pelo en ningún anuncio, aunque sea precisamente de depilación, o con granos. Muchas tienden a sentirse horribles si tienen, aunque sea lo más normal del mundo". La ilustradora, graduada en la École Estienne de París, recuerda hojear las revistas de su hermana pequeña y compararse a sí misma con los cuerpos tamizados por el Photoshop de esas páginas: "Era repugnante".
Decidió que quería burlarse de los complejos, de las críticas que una se lanza a sí misma y empezó a crear un mundo curvilíneo y de colores brillantes que bebe, en muchas ocasiones, de conversaciones con gente de su entorno, de lo que escucha en la calle, de sus complejos, sus emociones y sus dudas. "A menudo sentimos que tenemos que responder a una lista muy específica de criterios para ser aceptadas y deseables. Y estos criterios son a menudo una fuente de sufrimiento". Dormeau aboga por tomar la idea de mujer fatal-de negocios-madre perfecta-ama de casa-diosa del sexto-maniquí impecable con una dieta irreprochable, y decirle adiós.
Quiere celebrar la imperfección, dibujar lo que se ve y lo que no se ve: "Vivimos en una sociedad obsesionada con la imagen, y hay que mostrar lo que son, y lo que hacen, y son y hacen mucho más de lo que parece, y eso es lo que las hace especiales". Ese objetivo no fue fácil al principio, todavía hoy, a veces, no lo es. "He tenido reacciones violentas a veces después de una publicación. Dibujar pelos en las piernas o estrías en los muslos atrae comentarios de odio y disgusto", espeta Dormeau. Se refiere a comentarios como "es asqueroso", "los pechos pequeños son inmundos", "menos mal que no todas las chicas son así, si no la humanidad no seguiría reproduciéndose", "¿las chicas tienen que ser feas, con barriga, y beber cerveza? Socorro".
Apostillas como esas son cada vez más minoritarias. "Lo que más llega son una gran cantidad de frases positivas, en las que la gente entiende mi mensaje, y se reconoce en él". Para Cécile Dormeau eso es lo importante, que las mujeres (y los hombres) se identifiquen con sus ilustraciones y cese la propia abominación del cuerpo. Porque a veces no es cuestión de cambiar la realidad, sino de tirar ese espejo y comprarse uno nuevo.
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