Hollywood 'made in China'
HA LLEGADO el momento de la verdad y la tensión flota en el ambiente. A pesar de que el director no está muy satisfecho con el resultado de los dos ensayos, el sol cae, la fina lluvia resta todavía más luz a un día ceniciento y hay que rodar como sea. “¡Es una escena de acción, tenéis que parecer enfurecidos!”, brama por un megáfono el responsable del centenar de extras que participan en esta secuencia de Guerra contra los bandidos, una serie de televisión ambientada durante la ocupación japonesa y la posterior guerra civil en la que salieron victoriosos los comunistas de Mao Zedong. Es una de las épocas a la que más recurren las creaciones audiovisuales chinas, así que el director debe esmerarse para llamar la atención de los espectadores. “Tiene que quedar espectacular”, alecciona a los técnicos de los efectos especiales, que asienten nerviosos.
Los soldados del bando nacionalista se lanzan al ataque. Una gigantesca bola de fuego parece engullirlo todo, pero los actores no se arredran y avanzan a la carrera disparando balas de fogueo. Desde diferentes ángulos, dos cámaras fijas y otras tantas sobre los hombros de sufridos operadores graban la escena. Uno de ellos pisa las llamas sin querer y grita mientras un asistente le sacude la pernera del pantalón. Frente a una batería de monitores, el director parece satisfecho. “¡Corten!”.
Por la escala del proyecto podría ser una producción de Hollywood, pero es una de las muchas historias que se ruedan en Hengdian, una pequeña localidad de la provincia oriental china de Zhejiang. Cuenta con 200.000 residentes, de los que 50.000 son actores. Allí se filman actualmente en torno al 20% de todas las películas y las series de televisión del país. Y en sus calles y estudios se han rodado ya más de 1.800 títulos en los 20 años que han pasado desde que la ciudad decidió convertirse en el Hollywood chino, comparación que se repite en folletos oficiales y grafitis callejeros.
“La mayoría de las películas premiadas internacionalmente, como Hero (2002), de Zhang Yimou, al igual que el 80% de las series de televisión más populares están rodadas aquí, y continuamos creciendo gracias a las 700 empresas y los 300 estudios que se han establecido en la ciudad”, explica Zeng Yulin, responsable de comunicación del Grupo Hengdian. Este conglomerado empresarial es propietario de la principal productora del lugar, Hengdian World Studios, que fue fundada en 1975 y emplea ya a más de 50.000 personas. Su influencia fue clave para que la localidad se convirtiese en 2004 en una zona piloto para el desarrollo del cine y del turismo, dos industrias prioritarias en la estrategia que el Partido Comunista ha diseñado para reformar el sistema económico actual y lograr que sean el consumo interno y el sector servicios los motores del crecimiento.
“Disponemos de cientos de decorados de todas las épocas, y tanto la abundancia de personal como la experiencia en la gestión de los recursos logran que una serie de 30 episodios se pueda rodar aquí en solo tres meses, la mitad de tiempo que se requiere en otro sitio”, añade con indisimulado orgullo. “Además, contamos con nuestro propio buró de censura, que puede aprobar los proyectos sin necesidad de acudir a Pekín, lo cual simplifica mucho el aspecto burocrático”.
LOS ANTIGUOS CAMPOS DE ARROZ SE HAN CONVERTIDO EN GIGANTESCOS PALACIOS, Y LAS COOPERATIVAS AGRÍCOLAS, EN agencias de actores o edición de vídeo.
El honor de la dinastía Tang es una de las telenovelas que se graba actualmente en la réplica de un pueblo que recrea el ambiente de hace 1.400 años. Se trata de una de esas historias de enredos amorosos aliñada con artes marciales voladoras que tanto encandilan al público chino. Y hoy es el turno de una de las escenas de acción más importantes. Una batalla entre dos de los clanes enfrentados en la historia, con aparición estelar de una misteriosa heroína que esconde su arrebatadora belleza tras un velo y es capaz de acabar sin dificultades con sus adversarios a golpe de espada. La actriz protagonista solo aparece para rodar los primeros planos; el resto del trabajo recae sobre los dobles.
Sin apenas medidas de seguridad, una docena de jóvenes empuñan sus armas y ensayan los complejos movimientos que dicta un especialista en artes marciales, el maestro Yin. “Tiene que resultar espectacular pero factible”, explica durante un receso. “Y es importante que la coreografía esté al servicio de las cámaras que graban desde diferentes ángulos”. Cada toma apenas dura unos segundos, pero aquí no hay colchonetas en el suelo y lo que parece piedra no es cartón, así que los cortes y las magulladuras son habituales.
“Son gajes del oficio, pero merece la pena el riesgo para cobrar más”, explica Wu Lian mientras el equipo de maquillaje se afana en colocarle bien la peluca, que se le ha despegado tras la pelea. Él cobra entre 200 y 400 yuanes (de 27 a 55 euros) por jornada de trabajo, muy por encima de la tarifa base de 70 yuanes (9,50 euros) que se les paga a los extras destinados solo a hacer bulto. La ciudad ha establecido un sindicato que regula los salarios y proporciona seguro de accidentes a los trabajadores.
Aunque ese es el sueño con el que llegan la mayoría de los jóvenes, en Hengdian no es fácil labrarse una carrera como actor. “Es como en Hollywood, llegan miles y triunfan dos”, explica Zhang Yiguo, un intérprete que ha abierto una de las muchas agencias de representación que hacen negocio con las esperanzas y los anhelos de los recién llegados a la ciudad. “Aquí la mayoría quiere emular a Wang Baoqiang, que comenzó como extra y ahora es una de las estrellas mejor pagadas”.
Las paredes de su pequeño establecimiento están llenas de fotografías de casting. Son decenas de retratos que reflejan sueños sin cumplir. “Es muy difícil destacar entre cientos de personas”, explica. “En China solo logran el éxito los que cumplen algunas condiciones: tener contactos en el mundillo, ser tan guapos o tan feos que nadie los pueda sustituir, hablar perfectamente mandarín –algo en lo que fracasan muchos jóvenes de provincias– y ser muy pacientes”. A su lado, Mi Wei niega con la cabeza. Este veinteañero solo cumplía con el último requisito, pero no tiró la toalla. “He estudiado interpretación, he pulido mi mandarín y en unos años he logrado pequeños papeles con diálogo”, dice. “Es difícil, pero cada vez hay más producciones, han aumentado los presupuestos y mejoran las oportunidades”.
Los números le dan la razón. Con 40.917 salas de exhibición abiertas, China superó en 2016 a Estados Unidos (40.759) en esta variable. Cada día se inauguran más de 20 cines en un país que filma en torno a 600 largometrajes al año. La industria cinematográfica de China ingresó el año pasado algo más de 45.700 millones de yuanes (6.260 millones de euros). Es una cifra que ha dejado de crecer al frenético ritmo de 2015, cuando se disparó un 48,7%, pero todavía supone un incremento del 3,7%. Si mantiene el listón, el gigante asiático se convertirá en el mayor mercado cinematográfico del mundo en 2019.
Esa es la bonanza que Jadie Lynn quiere aprovechar. Ella tiene muchas posibilidades de triunfar en Hengdian. Es joven y guapa, ganó un concurso televisivo chino-coreano para modelos, ha fichado por la compañía de representación de Jackie Chan y ya ha protagonizado una película. Ahora, en la réplica de un edificio victoriano, rueda escenas de interiores de El castigador, una serie fantástica.
Una de las actrices tiene problemas para memorizar sus líneas y el director de la unidad, Li Yonghui, está perdiendo la paciencia. Aunque la luz anaranjada de los focos envuelve el decorado en un amanecer eterno, las horas pasan y los operadores de cámara y de sonido se duermen por las esquinas. Lynn, sin embargo, aprovecha para estudiar. “Si quiero dar un salto cualitativo en mi carrera, tengo que aprender cosas nuevas”, explica. “He estado mejorando mis dotes interpretativas en Estados Unidos y ahora me entreno en artes marciales y danza. Quiero aprovechar el boom del mercado chino. Pero la competencia es enorme y a nuestra industria audiovisual todavía le queda mucho para estar a la altura de Corea del Sur o Estados Unidos”.
No es la única que piensa así. “Hay muchas producciones, pero su calidad técnica no siempre es buena y algunas carecen de un guion original y atractivo”, admite He Xiaojian, que trabaja de enlace entre los equipos técnicos y Hengdian World Studios. “El problema también reside en las limitaciones que impone la censura”, critica el cineasta Zhang Bingjian, autor de North by Northeast, una cinta que tuvo que retocar a fondo para lograr el beneplácito de los censores. “Hay muchos temas y muchas perspectivas que están vetadas. Así es difícil ser original e incisivo, porque el miedo a una negativa mata la creatividad”.
La mayor parte de las historias rodadas en Hengdian son comedias amables, cintas épicas que exaltan las virtudes del Partido Comunista o telenovelas. “Las películas chinas están cada vez más desconectadas de una audiencia que no quiere más propaganda y que exige un punto de vista más profundo sobre el mundo”, opina Zhang.
A pesar de su gran crecimiento, el cine y la televisión no son aún inversiones seguras en China. Deloitte estima que en torno al 70% de las producciones nunca se exhibe de forma comercial, lo que supone un gran despilfarro de recursos y una gran amenaza para los inversores. Quizá por eso, el rodaje de El héroe solitario en el desierto comienza con una ceremonia budista para asegurar el éxito del proyecto. Su director, Mai Tian, es el primero que enciende unas barras de incienso frente a un gran cartel promocional del filme. “En China es importante encomendarse a los dioses”, ríe.
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