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Aviso contra la tiranía para uso de españoles /2

Abraza, toca, canta, llora, lee libros

'Sobre la tiranía', de Timothy Snyder, incluye un capítulo que yo regalaría en colegios, institutos, universidades, redacciones y en todas partes

Cubiertas de distintas ediciones de la novela '1984', de George Orwell.
Cubiertas de distintas ediciones de la novela '1984', de George Orwell.

En Sobre la tiranía, el libro que estamos glosando aquí estos días aún laicos de la Semana Santa, Timothy Snyder incluye un capítulo que yo regalaría en los colegios, en los institutos, en las universidades, en las redacciones y en todas partes. Se titula Trata bien nuestra lengua. Me permito reproducir su introducción, con el permiso de Galaxia Gutenberg, que lo ha publicado en España:

“Evita pronunciar las frases que utiliza todo el mundo. Inventa tu propia forma de hablar, aunque sólo sea para expresar eso que crees que está diciendo todo el mundo. Haz un esfuerzo por distanciarte de Internet. Lee libros”.

A su última frase yo me permití añadir, en mi ejemplar: Abraza, toca, canta, llora, lee libros.

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Pues el libro, el buen libro, el libro de poesía o de ensayo, el libro de historia, el libro que tú elijas será siempre mejor que el lugar común, la noticia urgente y no contrastada, la burla de Twitter o el discurso egocéntrico de Facebook, el comentario apresurado de los gurús de la prensa veloz que no se posa en nada o que tan solo se posa en la nada. La contaminación que produce la escritura poco sedimentada y, por tanto, la lectura autosatisfecha de textos que fueron escritos para convencerte de lo que ya creías, contaminan nuestro cerebro y manejan nuestras actitudes en una sola dirección.

En este caso, Snyder alerta contra los lugares comunes, los estereotipos que usan los políticos. “En nuestros tiempos”, dice, “los políticos colocan sus estereotipos en la televisión, donde los repiten incluso quienes desean discrepar”. La televisión es el gran gurú de los tópicos, pues la rapidez de la imagen favorece la idea de que ya se conoce lo que pasa, con un golpe de vista, lo que desata la posibilidad de opinar como si se tuvieran los datos. “En el periodismo de televisión cada noticia es de última hora, hasta que es desplazada por la siguiente. De modo que sentimos el embate de las olas, pero nunca vemos el mar”.

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Hemos caído en la dulce, y fatídica, tentación de lo rápido y de lo fácil, de lo que se digiere con la satisfacción con que comemos comida basura, y ésta está integrada, como comida de lujo, en la velocidad de los algoritmos. Avisa Snyder: “En la novela Fahrenheit 415, de Ray Bradbury, publicada en 1953, los bomberos se dedican a buscar y quemar libros mientras la mayoría de los ciudadanos ven televisión interactiva”. En 1984, de Orwell, de 1949, “los libros están prohibidos y la televisión es bidireccional, lo que permite al Gobierno observar constantemente a los ciudadanos”.

Lo que parecía de ficción es ahora la realidad; a la televisión se la llamaba entonces así; ahora la televisión es un teléfono, que nos vigila también, día y noche, y recoge tantos datos sobre nosotros que nos asustaría saber que ya no somos sino fichas, argumentos electorales, seres que nos creemos libres porque estamos bastante bien manipulados, como los productos perfectos que consumimos (y que nos consumen).

¿Qué hacer? Ante esa pregunta Snyder lanza su grito que parece nacido de la digestión de toneladas de ingenuidad, tal como están las cosas: “Saca la pantalla de tu habitación y rodéate de libros”. Y añade: “Los personajes de los libros de Orwell y Bradbury no podían hacer eso, pero nosotros todavía podemos”. Yo subrayé, en mi ejemplar de Sobre la tiranía, la palabra todavía. Todavía y Ojalá son mis palabras favoritas, por cierto.

¿Y qué leer? Snyder aconseja muchos libros, que cita por orden en su libro. Señalaré el más inesperado de todos: “Una novela que conocen millones de jóvenes estadounidenses [el libro está escrito en principio para esa audiencia, pero sirve para el mundo entero] y que ofrece un relato sobre la tiranía y la resistencia es Harry Potter y las reliquias de la muerte, de J. K. Rowling. Si tú, o tus amigos, o tus hijos no lo leísteis de esa manera la primera vez, el libro soporta una segunda lectura”.

En la lista que Snyder proporciona luego les subrayo los que conozco mejor: El hombre rebelde, de Albert Camus, La mente cautiva, de Czeslaw Milosz, El poder de los sin poder, de Vaclav Havel, Los frutos de la adversidad, de Timothy Garton Ash, y, sobre todo, El peso de la responsabilidad, libro imprescindible de su maestro (y el de tantos) Tony Judt (*).

Libros como esos te ayudarán, dice Snyder, a huir del tópico, a profundizar en lo que sucede, y por tanto te harán más libre. Claro, para leerlos has de sentirte libre para resistir el acoso de la facilidad perversa que hoy nos proporcionan medios que nos parecen nutritivos y que están hechos de la sangre seca de la rapidez y de la nada. “Lee libros”. Abraza, toca, canta, llora, lee libros.

 (*) Añadiría a esta lista dos libros que considero imprescindibles entre los que he leído en los últimos años: El primer hombre y El revés y el derecho (Albert Camus) y Momentos de vida (Virginia Woolf).

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