Un fármaco calma el dolor solo cuando recibe luz violeta
Un estudio en ratones da un paso más hacia el control de los medicamentos a voluntad
El vídeo sobre estas líneas es desasosegante. Un ratón al que han inoculado una sustancia irritante no para de frotarse la pata delantera izquierda. No puede contenerse. Hasta que una luz violeta se ilumina en el interior de su cráneo. Entonces, deja de rascarse. Ha recibido, según un grupo de investigadores españoles, “el primer fotofármaco para el tratamiento del dolor” probado en animales.
El funcionamiento del sistema es sencillo, según explica el neurocientífico Francisco Ciruela, uno de sus autores. El equipo de este investigador ha creado una molécula inactiva, bautizada JF-NP-26, que funciona como una jaula química que encierra a otra molécula, esta vez activa: un analgésico. Al recibir una luz violeta, la sustancia contra el dolor se libera y actúa solo en la zona iluminada. Y solo mientras dura la ráfaga. Es el último paso de la optofarmacología, un campo emergente que busca controlar la actividad de los medicamentos mediante la luz.
"El uso de fotofármacos evitaría efectos adversos, porque se activan solo donde los necesitas", argumenta el neurocientífico Francisco Ciruela
“Esta técnica nos permitiría rescatar muchos fármacos abandonados”, señala Ciruela, de la Universidad de Barcelona. En su estudio, han empleado raseglurant, un analgésico explorado en ensayos clínicos contra la migraña que fue descartado por su toxicidad en el hígado. Al activar la molécula solo en el cerebro del ratón, la hepatotoxicidad desaparece.
“El gran problema de la farmacología tradicional son los efectos adversos. El uso de fotofármacos evita estos inconvenientes, porque se activan solo donde los necesitas”, argumenta Ciruela. Hace dos años, otro equipo de científicos, dirigido por el bioquímico Oliver Thorn-Seshold, de la Universidad de Múnich (Alemania), utilizó esta técnica para matar células cancerosas con un fármaco activado con luz azul.
El grupo español ha probado su fotofármaco en unos 80 ratones, con “un alivio terapéutico del dolor del 95%”, según destaca Ciruela. “El talón de Aquiles es que tienes que aplicar la luz localmente. Y esto puede significar dentro del cuerpo”, reconoce el químico Amadeu Llebaria, otro de los coautores. La teoría, subraya, es la misma que en la estimulación cerebral profunda. Esta técnica consiste en un dispositivo médico implantado con cirugía que activa con electricidad las áreas que controlan el movimiento en el cerebro. Decenas de miles de pacientes con párkinson ya llevan estos dispositivos en el interior de sus cráneos.
“No sabemos qué efectos a largo plazo tendría la aplicación de la luz en un órgano tan delicado como el cerebro”, reconoce el químico Amadeu Llebaria
En el caso del nuevo fotofármaco, en un futuro hipotético se podría aplicar a personas con dolor crónico, como los afectados por fibromialgia o por un dolor neuropático provocado por la inflamación de los nervios, según plantea Ciruela. Estos pacientes, apunta el neurocientífico, tienen que tomar en la actualidad potentes analgésicos que generan adicción. Con un implante cerebral en estas personas, se podría controlar la acción del analgésico mediante ráfagas de luz controladas con una aplicación de teléfono móvil, según razona el investigador. Por el momento, este escenario es ciencia ficción.
“Hay bastante excitación en el mundo de la farmacología con la posibilidad de poner en marcha o parar una molécula a voluntad”, afirma Llebaria, del Instituto de Química Avanzada de Cataluña (CSIC). Los obstáculos para que estos fotofármacos lleguen a la clínica son múltiples. “No sabemos qué efectos a largo plazo tendría la aplicación de la luz en un órgano tan delicado como el cerebro”, subraya Llebaria. Los investigadores también trabajan con un posible fotofármaco contra la psoriasis, que solo requeriría una irradiación no invasiva de la piel para su activación.
El nuevo trabajo, publicado en la revista eLife, “no es el primer ejemplo de control óptico de la analgesia”, matiza el neurocientífico Richard Kramer, de la Universidad de Berkeley (EE UU). Su propio equipo logró en 2012 controlar la analgesia con una molécula anestésica que se inactivaba al ser irradiada. “Como la luz inactiva el fármaco, este referente no tiene interés terapéutico”, señala Ciruela.
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